Laura [1]

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Laura [1]

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Laura [1]

Era precipitado, sí, pero no podía dejar de pensar en lo que Colton me había dicho por teléfono:«quiero dejar las posibilidades abiertas». ¿Se pueden vivir tantas experiencias en tan poco tiempo? Al nunca haber atravesado una situación similar pese a llevar una vida sexual activa desde los quince, me pareció algo irreal. Jamás se me había ocurrida plantearme nada así, quizá de ahí venía la comodidad, no me sentía acorralada, un «dejemos las posibilidades abiertas» no significaba nada, y al mismo tiempo, le confería cierto aire de cuento de hadas al asunto, toda una novedad para mí porque la propuesta no se inclinaba estrictamente en un sentido serio, sino siguiendo siempre esta línea de ocio, de diversión compartida. Además, hacía que la coquetería se sostuviera más, daba igual si se sostenía en el aire, al menos estaba ahí, y estaba a gusto. Colton parecía centrado, hasta entonces nunca había conocido a alguien tan... ¡tan así! Tan abierto, tan seguro y directo. Lo mejor era que todo esto que notaba no parecía ser pura fanfarronería. Podría estarme equivocando, por supuesto, sin embargo, hasta donde mi experiencia me permitía ver, al menos podía creer que Colton tenía toda la pinta de ser un chico que entendía con palabras.

Aunque de relaciones y personas no sabía mucho porque desde la muerte de mi madre, papá se había convertido en un monstruo sobreprotector. Supongo que jamás imaginó que su carácter me afectaría de esta manera, ni yo misma creí que me vería orillada a hacer las cosas a su espalda. Es más, sospecho que ni siquiera se le pasó por la cabeza que con esa actitud lo único que conseguiría sería perder mi confianza. A veces creen tener esta clase de poder, olvidan lo aprisionados que se sintieron con sus propios padres. Por esto jamás me interesaba mucho tiempo en una sóla persona. A las relaciones hay que invertirle tiempo y espacio, y yo no siempre puedo extender mis mentiras de tal manera. Con la universidad tan cerca mi mentalidad estaba cambiando, eso podía notarlo porque desde pequeña siempre asocié la idea de universidad con libertad. Quizá me estaba llevando demasiado, pero no sabía qué más hacer y no quería seguir negándome experiencias más cercanas, menos por culpa de un padre desconfiado y severo.

A pesar de todo, mi rencor no era muy grande, y la mayoría del tiempo me dolía llevar esta doble vida (no la podía ver de otra manera), pero cada vez que intentaba adaptarme a sus reglas, todo se iba a la mierda. Literal. Papá tenía esa habilidad tan especial para hacerme sentir mal que, a pesar de la seguridad que yo creía poseer, a veces dudaba de mi forma de vida, de mis decisiones. Nada era suficiente para él, sólo mi madre, y con esa vara nos medía a las demás mujeres en su vida. No tenía derecho para hacerlo, y lo odiaba tanto cuando sucedía, pero al mismo tiempo, no podía sino pensar que algo de razón llevaba. Era tan cerrado por algo, ¿no? Tenía que que existir una excusa que justificara...

Casi llegué a estar segura de que, al comenzar una nueva vida amorosa, su actitud cambiaría un poco, ahora que vivía junto con su pareja (quien me agradaba) algo en él se ablandaría. Pero apenas mostró entusiasmo cuando iniciaron los preparativos para la mudanza, y esta se llevó a cabo sin mucha algarabía. Con pocos días en la casa yo no podía sacar gran cosa, quise creer que era mi natural desconfianza la que originaba tan malos presagios, que papá no trataría mal a su novia ni que se le pasaría la mano con sus comentarios ofensivos. ¿Ella habría conocido algo de eso antes de mudarse? ¿Qué tan bien creía conocer esa mujer a mi padre?

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