Intenté que mi rostro no reflejara la decepción que sentía en el momento. Pensaba que el tema de las apuestas había quedado atrás, sólo había hecho eso para que Will me ayudara con el proyecto de historia y realmente no pensaba volver a meterme en algo como eso otra vez, pero como él había dicho, no iba a cambiar por mí, y me parecía bien ya que comenzó a gustarme por ser de esa manera sólo que... no me lo esperaba.

—Mejor olvídalo —dijo apoyando su espalda en el respaldo de la banca, mirando un punto inexistente tras apartar la mirada de mis ojos.

—Iré, es obvio que lo haré. Quiero pasar tiempo contigo, pero nunca pensé que me dirías eso.

—Déjame adivinar —pasó su dedo índice por su barbilla una y otra vez fingiendo pensar algo—, pensaste que te invitaría a hacer algo estúpidamente romántico y que iría a buscarte a tu casa con un ramo de flores, tus favoritas por supuesto. Yo llevaría puesto un esmoquin para impresionar a tu madre, aunque sinceramente no creo que deje de odiarme ni aunque me gane el Premio Nobel de la Paz.

—Idiota —murmuré lo suficiente alto para que me escuchara.

—No soy así, Annaleigh. Siento decepcionarte.

—¡Deja de llamarme Annaleigh como si estuvieras siempre enfadado conmigo! —dije levantándome de la banca.

—¿No es así como te llamas? —se paró a mi lado riendo, había algo en el dulce sonido que emitía al reír que me tranquilizaba.

—Claro, Holworth —dije y comencé a caminar hacia un café que había a unos metros de nosotros, me habían dado ganas de tomar algo.

Will me siguió en silencio hasta la tienda. Luego de entrar y comprar un refresco a base de café y chocolate me senté en una de las mesas que había en el interior junto a una ventana, ya me había cansado de oír tantas voces a la vez y había comenzado a molestarme un poco el calor excesivo que había afuera.

Will no pidió nada, pero se sentó frente a mí. Aunque trataba de no mirarlo me era imposible. Me sentía demasiada observada y su sonrisa burlona me enloquecía.

—Entonces —dijo—, ¿vendrás esta noche?

—Mi hermana está en casa por si no lo recuerdas —dije luego de darle un sorbo a mi bebida—. No creo que pase por alto mi ausencia en la noche.

—Oh, vamos. ¿Esa es la mejor excusa que tienes?

—No, también podría decirte que mi gato murió.

—Lo siento —dijo apenado.

—Pero el punto es que no tengo un gato —reí.

—Muy graciosa.

El teléfono de Will vibró sobre la mesa y él frunció el ceño al mirar la pantalla, aunque, de todos modos, deslizó su dedo por la pantalla y se llevó el teléfono al oído.

—¿Qué quieres? —espetó al contestar—. Claro. Sí, entiendo. Estaré ahí en un momento.

Cuando terminó la llamada metió el teléfono al bolsillo de sus pantalones y se levantó de la silla. Me miró un instante algo molesto, pero no cabían dudas de que no estaba molesto conmigo sino con algo que había tenido que ver con la llamada.

—¿Está todo bien? —pregunté levantándome de la silla y siguiéndolo hacia la salida.

—No —dijo tajante.

—¿Me dirás lo que sucede?

—No —respondió desacelerando su paso para caminar a mi lado—. Anna, no quiero que pienses que te oculto cosas, pero prefiero mantenerte lejos de los problemas, así no te pasará nada. Si no tienes información útil Charles no te hará daño, no le servirás. En cambio, si te digo lo que ocurre... —no continuó, pero tenía una idea de lo que sucedería si lo hacía.

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