Relato VIII: Play Time Kidz

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Un nuevo centro de entretenimiento para niños ha llegado a la ciudad. Se trata de un interesante concepto moderno que fusiona una guardería, una sala de juegos y un gimnasio para los chiquillos. La recién casada señora Smith lo ha visto varias veces cuando maneja camino a su trabajo. Sabe que han reacondicionado la vieja pizzería Louis Martini y piensa que es una pena. De pequeña había pasado buenos momentos allí y le hubiera gustado que sus hijos tuvieran la oportunidad de hacer lo mismo.

Tiene un bebé que nació apenas seis meses atrás. Su otro hijo ya ha cumplido los cuatro. La verdad del caso es que el señor y la señora Smith no dan abasto para pagarle a la niñera por las dos criaturas y ambos creen que es necesario hacer algunos ajustes. La señora Smith tiene la suerte de que su amiga se preocupa por ella también. Sabe de su situación y, de hecho, atraviesa una similar. En una conversación de medio día, le comenta una idea que parece ser bastante prudente.

—¿Has visto el nuevo cuido que han abierto en la Louis? —dice la voz tras el teléfono.

—Sí, paso por ahí todas las mañanas.

—Una amiga me lo ha recomendado. Dice que es muy barato y que tiene muchas ofertas.

—Imagino que, ahora que están comenzando, necesitan atraer al público —responde, mientras abre el envoltorio donde viene los cubiertos de plástico.

—Tenía pensado inscribir a Jasmine. Creo que es preferible que pase tiempo con otros niños en lugar de estar encerrada en casa con mamá.

Y así comienza una larga conversación acerca de los niños que pronto se bifurca en el dinero, los ingresos y los gastos que conlleva criarlos. La señora Smith cree que sería más fácil si deja de trabajar para encargarse de los niños, pero su marido se niega porque él no cuenta con un empleo permanente. Su amiga está de acuerdo con el marido por una vez.

Se despiden con la promesa de que la señora Smith pasará por el nuevo centro en la tarde para verlo personalmente y pedir más información. Y así lo hace. Cuando da la hora de salida, entra en su auto y transita hasta el lugar. No cuenta con un estacionamiento amplio. Solo tiene tres espacios y uno de ellos está ocupado, pero como se encuentra en una calle marginal, Smith supone que no será problema si se detiene por las mañanas justo frente a la entrada para dejar a su hijo mayor. Presiona el timbre una vez, lo presiona dos veces, y está a punto de hacerlo una tercera, cuando la figura de una señora aparece tras el cristal.

—Pase, pase —dice la señora que aparenta tener unos cincuenta años—. Tuvimos problemas instalando el timbre.

La señora Smith sonríe sin decir nada, no es una mujer a la que le guste conversar más de lo debido. Le piden que por favor espere unos minutos, puede sentarse en las sillas que están contra la pared. Obedece y pone su bolso a un lado. Cuando han pasado más de cinco minutos y la señora pelirroja no regresa, Smith entiende que le harán esperar un rato más.

Susurros a medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora