Introducción

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En torno a una noche rojiza y borrascosa de otoño, las nubes emergieron bajo un manto oscuro de tinieblas. La lluvia caía sin cesar, implacable, golpeando con fuerza sobre el asfalto y el viento soplaba envolviendo las calles de Seúl en una atmósfera opresiva. Cada gota resonaba con fuerza al estrellarse contra el pavimento y su persistencia incesante dejaba entrever que no había indicios de que aquello llegara a su fin. Era como si la ira divina se hubiera desencadenado sobre la ciudad, manifestando la cólera de un Dios descontrolado.

Las implacables olas embestían todo a su paso, arrastrando consigo automóviles y objetos de menor tamaño en una corriente despiadada. Por suerte, ningún ser humano había perdido la vida en medio de aquel escenario sumido en completo caos. Sin embargo, al poco tiempo, como si una neblina misteriosa se hubiera apoderado de sus mentes, los ciudadanos comenzarían a borrar progresivamente de sus memorias aquel acontecimiento, como si nunca hubiera tenido lugar. Pero así eran los humanos, propensos a olvidar con facilidad el pasado, como si fuera un mal sueño.

O un chiste mal contado.

Su historia daría inicio aquella misma noche, envuelta por un escenario apocalíptico. Una humana cualquiera osó cruzar el camino prohibido, tomando las riendas de su propia vida y optando por la vía más nefasta. Entretanto, los truenos resonaban con fuerza, rompiendo el eco de su desgarrador llanto, y la lluvia, emulaba el fluir de su propia sangre azotando su cuerpo, recordándole una vez más su propia fragilidad, así como la fugacidad absurda de la existencia.

Poco a poco, su visión se fue nublando y sus párpados se cerraron con suma lentitud. El retumbar de la lluvia se desvaneció ante el estridente clamor de las sirenas de una ambulancia aproximándose cada vez más rápido. Luego, se hizo presente el pitido en sus oídos, entrelazándose con los demás sonidos hasta fundirse en una sinfonía singular. Y finalmente, llegó el momento que tanto tiempo había esperado.

Sus sentidos se sumieron en la oscuridad...

...y finalmente, llegó la calma.

O eso creía.

***

En medio de una sala impoluta y carente de decoración, se hallaba la figura de una Humana corriente, abandonada a su suerte y sin otra compañía que la de su mirada perdida, embargada por un profundo desamparo y una mezcla de incredulidad. Incapaz de discernir su ubicación, sus recuerdos se reducían a la última imagen capturada por sus ojos, una instantánea etérea que precedió a su muerte y la gélida sensación de la sangre deslizándose por su cuerpo.

Una intuición inquietante la persuadía de que tal vez se encontraba en un lugar muy distante de la Tierra. Luchaba por mantenerse firme, a pesar de la incertidumbre que la embargaba. Su nerviosismo era latente, crecía a cada segundo que transcurría, pues no hacía falta ser demasiado astuto para darse cuenta de que su última acción en vida acarrearía una sanción justa y merecida.

Frente a ella, se hallaba la presencia de una misteriosa silueta que aseguraba ser la personificación de la Muerte. Encorvada y envuelta en su totalidad por una oscura capa que ocultaba por completo la visión de su rostro, sostenía con recelo una afilada guadaña. No importaba si sus ojos no se encontraban directamente. Ella podía percibir su mirada indiferente a través del velo que los separaba, como si sus ojos escrutaran su alma.

Era de esperar.

Ser la muerte no debía ser tarea sencilla. No era algo que todos estuvieran dispuestos a enfrentar. Muchos la evitaban. Algunos, en cambio, la aceptaban como parte inevitable de la existencia y solo unos pocos la perseguían, tal vez en busca de respuestas o liberación. No importa cómo ni cuándo, todos nos encontraremos al final del túnel. Algunos serán transportados en el barco de las almas, hacia un nuevo plano de la existencia. Otros, como en este caso particular, serán guiados por el barco de las ánimas, en dirección a una travesía más sombría.

Caligo Temporis (En edición) 🖋️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora