Capítulo 21: El Mensaje

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Desde la noche en Amnesia, lo único que hacía era ir de la escuela a la Academia y luego a mi casa. Como si fuera poco, mi mamá estaba encima de mí todo el tiempo. Lo último lo entendía un poco, pues ni yo confiaría en mí, pero este control ya era demasiado.

Al salir de la escuela el día viernes, iba caminando hacia mi casa tironeándome la corbata del uniforme porque me molestaba increíblemente. Odiaba usar uniforme, no veía la hora de llegar todos los días y arrojarlo al armario. Apenas me gradúe lo quemaré, ya quedaban cuatro meses. Cuando iba atravesando una plaza me encontré con un grupo de chicos que iba a mi curso, estaban sentados en unas bancas y algunos de ellos estaban fumando. Phil estaba entre ellos y fue el primero en interceptarme.

—¡Lee!—gritó desde la banca, la cual no estaba a más de tres metros—Ven con nosotros.

—Tengo prisa—respondí.

No quería acercarme a ellos, nunca me integré con los demás chicos de mi curso.

—Sólo son cinco minutos, deja de ser tan niño bueno y ven—siguió insistiendo Phil.

Si ojalá supiera que soy menos inocente que todos ellos juntos. Lancé un suspiro y me acerqué a ellos, conociendo a Phil, él no dejará de insistir, así que sólo me acercaré dos segundos y luego me largo. Los chicos que estaban allí me dejaron lugar en el medio de la banca.

—¿Quieres uno?—preguntó Phil me extendiéndome un cigarro.

—No fumo—respondí seco.

—¿Jamás lo has probado?—preguntó.

—Sí lo he hecho.

Phil y sus amigos se miraron entre ellos sorprendidos.

Fue cuando tenía doce años, estaba con Bill y Lucas. Bill le había sacado un cigarrillo a su abuelo y nos encerramos en su habitación para probarlo. Le di sólo una pitada y comencé a toser a lo loco. Desde entonces nunca más lo volví a intentar, ni siquiera me agradaba el olor a tabaco.

—¡Vaya, Lee! Sólo te hacías el santo—rio Phil—Quiero decir que te admiro, andas por ahí haciéndote el ángel y tienes a todas las chicas de rodillas. Apuesto a que te regalan hasta la nota los profesores.

—Nada de eso es así—respondí seco.

—¿Y Lovren? Yo creo que esa haría lo que sea que le dijeras—dijo Phil y sus amigos comenzaron a reír estruendosamente.

—A las mujeres se las respeta, y Hannah es sólo mi amiga—espeté. Seguido de esto, me levanté del asiento e hice ademán de irme.

—¿A dónde vas, Lee? Sólo estaba bromeando—dijo Phil—No tienes vida, no conoces el mundo ¿Por qué no intentas ser normal algún día?

—Tú no tienes ni una mínima idea de lo que es la vida o el mundo—respondí furioso y con los puños apretados—Para ti la normalidad es ser imbécil.

Seguí caminando, respirando profundo para calmarme. Hice un gran esfuerzo al no golpearlo bien fuerte en la cara. Phil siempre anda diciendo que tengo algún problema mental por cómo me comporto en la escuela, me llaman marginado. Si sólo él o cualquiera de los que se creen tan astutos supiera lo inocentes que son, sólo conocen la mitad de la realidad. Ni siquiera me creerían si les contara quién soy.

Entré a mi casa y comencé a subir las escaleras perezosamente.

—¿Cómo fue la escuela?—preguntó mi mamá saliendo de la cocina

Respondí con un gruñido y continué subiendo las escaleras. Entré a mi habitación y me recosté sobre mi cama poniéndome la almohada sobre la cara. No quería saber nada con el resto del mundo. Maldito Patrick, otra vez me había ganado.

JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora