Capítulo 19: La Espada

260 24 11
                                    

Mi mamá estaba trabajando en un hospital como enfermera, razón por la cual estaba tan solo últimamente. Llevaba un mes de sobriedad, eso era bueno. Le gustaba trabajar en el hospital, la mantenía muy distraída; no quería volver a trabajar en la Sede. Y de hecho me gustaba que fuese así, que interactuara con gente normal y que no tuviese que cruzarse con Patrick.

Esta noche había ido al hospital a llevarle algo de comer. Faltaba media hora para que ella tomase su descanso. Oí que de los policías que habían baleado el otro día, sólo quedaba una mujer internada, así que me acerqué para husmear. Al llegar, me senté en el asiento que estaba justo frente a la ventanilla de la habitación. La mujer estaba despierta y creo que ese era su esposo, pues era muy cariñoso con ella y la hacía reír. Por primera vez en la vida me enterneció una escena de amor. Hasta me sentía solo y miserable al ver a esta pareja, se veían tan felices.

Estaba tan absorto mirando la escena que ni siquiera había notado que a mi lado había un hombre sentado, tendrá unos sesenta años, era alto, delgado y con porte elegante, además usaba bastón, estaba mirando lo mismo que yo.

—Yo solía tener algo así—dijo el hombre—Algún día te tocará—se dirigió a mí.

—No lo creo—suspiré irónico. Creo en el amor, sólo que no creo que sea para mí.

El hombre se apoyó sobre su bastón y me miró serio.

—A todos nos pasa. Eres muy joven, pero te aseguro que algún día tendrás a una chica que no olvidarás jamás, eso nos pasa a todos. Y si aún no la encuentras...pues a veces lo que buscas está frente a ti­­­­­—dijo el hombre.

—Si no es molestia ¿Puedo saber qué le sucedió a la suya?—pregunté.

—Me abandonó—apretó sus labios y luego comenzó a reír—Bueno, muchacho, este viejo tiene que retirarse o mi hija me regañará por desaparecer.

El señor se levantó del asiento con más facilidad de la que lo creí capaz y se alejó caminando tranquilamente, apoyándose de su bastón, a pesar de que daba la impresión de que no lo necesitaba realmente. Mi madre apareció frente a mí con su traje de enfermera y una mirada curiosa.

—¿Qué haces aquí?—preguntó.

—Miraba—respondí encogiéndome de hombros.

Ella se abrazó a mi brazo y comenzamos a caminar tranquilamente hacia la cafetería.

—Hoy cobré y pensaba que mañana podríamos ir juntos a comprarnos ropa—dijo feliz. Hacía mucho que no la veía con una sonrisa de oreja a oreja.

—Mamá, casi tengo dieciocho años, puedo ir solo—me quejé.

—Faltan seis meses, aún eres mi niño—dijo tierna y bufé—Y además te quiero bien vestido, esas capuchas que usas no atraen a nadie.

—Está bien, con la condición de que no andes de casamentera.

—No puedo prometerlo—sonrió—Ay, hijo ¿Qué hice para merecerte?

Soportar a Patrick quince años seguidos es motivo suficiente para merecer cualquier cosa.

Tomé un bus de vuelta a mi casa y le llamé a Noah para que se acercara. Subí a mi habitación y me recosté sobre la cama con mi saxofón sobre el pecho, recordando todas las veces en las que quise dejar el espionaje. Fueron tres en total, la primera fue cuando tenía diez años y me gustaba el fútbol, la segunda cuando tenía catorce y lo único que calmaba mi constante miedo interior era el saxofón; y la última es ahora, que sólo quería seguir estudiando. A esta altura del año ya era tarde y ni vendiendo la casa podría pagarme un estudio universitario. Un buen puesto en la Sede Central, eso sí lo resolvería, y para eso necesitaba destacarme en la Academia. Pero hasta ahora sólo destaco como el más mujeriego.

JacksonWhere stories live. Discover now