Capítulo 7 | A color

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Steve Pratson me detesta

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Steve Pratson me detesta.

El revelarle una generosa intención, sólo ha resultado contraproducente a mis ilusiones, todas a color.

Tal parece que a él no le ha gustado descubrir que su milagro, no fue más que una falacia de la que ni siquiera estaba consciente.

Es como si recién lo hubiese despertado de un dulce sueño, sólo para mostrarle una realidad agridulce que no pretende saborear.

No entiendo, lo único que hice fue darle la oportunidad de adentrarse en las páginas de su libro favorito.

Ambos dejamos la biblioteca; a Steve lo acompañan sus lágrimas, a mí esos sonoros latidos que tienen lugar cuando lo pienso.

—¡Steve! —le grito—. ¡Por favor espera!

Con rapidez se coloca su mochila, y me ignora.

—¡Steve! —lo llamo de nuevo.

No puedo correr tan rápido, cargo mi mochila y el maletín cilíndrico.

Él se adentra en uno de los pasillos.

Lo sigo, aun sin conocer esta parte de la secundaria. Tristan y Allison sólo me mostraron un sector esta mañana.

Salones, ventanales y casilleros rojos, son un patrón casi interminable. Sonará exagerado, pero este lugar bien podría ser un laberinto.

Afortunadamente, el mismo Steve es mi guía, no lo pierdo de vista. Él corre tan rápido como se lo permiten esos zapatos de mocasín, siempre con sus agujetas desatadas.

—¡Aléjate de mí! —grita, sin voltearse.

Estoy tan cerca de alcanzarlo, de poder explicarle con detalle mis intenciones guiadas por una corazonada.

Cruzo la puerta, dejo atrás la fachada trasera del edificio.

Enseguida me encuentro con un letrero, en el que sobresalen dos flechas. Si sigo la flecha derecha, llegaría al campo de fútbol, mientras que la otra me llevaría a un sitio llamado: Rincón polícromo.

Tomo el camino de la izquierda, ese que sigue Steve.

Llego a un espacio no más grande que una plaza, está rodeado por una cerca de madera.

Es un sitio tan llamativo; el césped se combina con adoquines que llevan los colores del arcoíris, y en vez de bancas, hay bloques plásticos, también multicolores.

Justo en el centro, puedo ver un estanque. Ahí algunos patos nadan tranquilamente, e interrumpen la quietud de las flores de loto que flotan en el agua.

Steve corre alrededor del estanque, yo trato de atraparlo, como si estuviésemos jugando al gato y el ratón.

—¡No te acerques! —pide entre lágrimas reflejo de su enojo.

Amor de QuarterbackWhere stories live. Discover now