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Al llegar a casa, encuentro a mi madre mirando televisión en la sala de estar.

— ¿Cómo te fue con tu padre?

— Bien. Bueno, más o menos.

Me siento junto a sus pies y, al ver mi rostro un poco desencajado, se inclina para abrazarme.

— Ya sabes que lo que ha sucedido es un problema entre él y yo. No quiero que tú sientas algún resentimiento o algo negativo —empieza a enredar un dedo con mi cabello y prosigue—. Al fin y al cabo, para bien o para mal, es tu padre.

En ese instante la miro y solo puedo sentir por ella una admiración profunda.

Mi padre la ha destrozado, ha dejado su autoestima por los suelos, ha destruido veintidós años de matrimonio, la ha burlado, la ha engañado, se ha cagado en todo; y aun así, me pide respeto para él.

— No, no estoy así por mi papá. En el restaurante me encontré a Fabián —le comento—. Estaba con otra chica.

Si hay alguien a quien le tengo casi la misma confianza que le tengo a Silvia, es mi madre. Ella sabe perfectamente que me gusta un tal Fabián pero que nunca me he atrevido a hablarle. Y ahora sabe que muy probablemente este chico tenga novia y que, por lo tanto, ahora me encuentre un poco disgustada.

— Igual un día van a terminar —me dice, y luego se pone de pie—. No hay nada que un té no pueda arreglar. ¿Pones la mesa?

Yo le río la ocurrencia —que quizá no sea tanta ocurrencia en sí— y asiento de inmediato. Sin embargo, cuando me dispongo a seguirla siento una vibración en mi celular.

Es un mensaje de Whatsapp de un número desconocido.

Cuando lo leo, me quedo helada.

<<Si mañana vuelves a pasar por donde toco, en lugar de mirarme con tanta atención podrías recomendarme canciones porque me estoy quedando sin repertorio. Un beso, guapa>>

El chico del ukelele azulHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin