Volví a mirarlo y deposité un beso en su mejilla, rió mirando el pasto. –No me refería a eso, Kacey.

–Zed...

–Está bien. Puedo conformarme con eso.

Miré el cielo, en silencio, pensando en sus palabras pero no quise decir nada. Quería quedarme aquí, en silencio, solo disfrutando de su compañía, la vista y la brisa de la noche.

–Te quiero.

–Yo también te quiero, Zedy.

Lo escuché reír, se que el apodo le parece malo pero a mí me parece tierno en realidad, así que no dejaré de llamarlo de esa forma.

–Kacey. –Lo miré. –Me alegra verte mejor.

Le sonreí un poco. –No quería seguir dándoles preocupaciones.

Lancé piedras al lago, creando ondas que distorsionaban el reflejo de la luna, escuchando la respiración de Zed, el sonido que hacían al caer y el lejano croar de unas ranas.

–Me gusta este lugar. –Susurré. –Entiendo porqué vienes aquí tan seguido.

–Es pacífico, un buen lugar para reflexionar diría yo. Además, es una linda vista.

Recargue la cabeza en su hombro luego de asentir. –Zedy.

–¿Si?

–¿Por qué pediste eso?

Rió bajito. –No se de que hablas.

Golpeé de forma amigable su hombro. –Claro que lo sabes.

Se recostó en el pasto de nuevo mientras intentaba causarle cosquillas para que dejara de fingir haberlo olvidado, hubiera seguido con ello si no hubiera girado conmigo para dejarme abajo.

–¡Esto es injusto!

–Shh.

–No me calles.

Llevó su mano a mi boca para cubrirla. –No hables, escuché algo.

Miré tras de él, al cielo y a los lados pero no escuché nada. Se levantó poco a poco, sin bajar la guardia. Me levanté igual que él, mirando a mi alrededor.

–¿Qué pasa?

–Deberíamos irnos.

Asentí de acuerdo con él, comenzamos a caminar en silencio, ninguno se despegaba del otro, hasta que escuchamos una rama quebrarse.

Zed hizo que pegara la espalda contra un árbol para poder cubrirme con su cuerpo y evitar que me jalaran por detrás.

–¿Nunca les dijeron que los niños no deben caminar solos por el bosque a estás horas?

–¿Quién eres?

Rieron, sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal. –Hubiera respondido si mi objetivo hubiese hecho la pregunta, tú sólo eres un obstáculo hacía la meta.

–Responde o deja de ocultarte.

Después de casi un minuto de silencio, volvimos a escuchar su voz, baja pero imponente.  –No me ignores. –Se notaba que el hecho de haberlo ignorado lo había molestado, aunque a mí me asustaba.

Miré a Zed, este asintió. –¿Quién eres?

–Un sujeto increíblemente bueno para ti.

Rodé los ojos, creía saber de quien se trataba. –Dejame adivinar, el idiota de Félix, ¿no? Que importa que distorsiones tu voz, eso no te hace mejor.

Peligro. |TERMINADA|حيث تعيش القصص. اكتشف الآن