Capítulo 8. Coyote

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Lorenzo me había indicado la ruta que debía seguir, pero aún así estuve apunto de perderme. La selva y sus bestias me seguían y me observaban, yo podía sentirlos al acecho. Mis nervios estaban a más no poder, pero no me controlaban. Había un sentimiento más grande en mí que me tenía poseído, la pérdida. El pensar que posiblemente nunca volvería a ver a Lorenzo, el hombre que me había liberado. En ese momento yo era un hombre en camino de regreso a su cárcel. En pocas palabras estaba en camino a la pena de muerte aunque el ejército me creyera que me había perdido.

En mi travesía escuché silbidos, quejidos y gruñidos. También oí los rasguños de los animales en los árboles y los rasguños de los árboles en los animales, pero no vi nada.

No vi nada hasta que definitivamente vi a alguien a quién no pensé volver a ver nunca. Kramer. Salió de entre unos matorrales vistiendo solo unos pantalones militares desgarrados y se acercó a mi deteniéndose a pocos metros. Yo no tuve aliento ni para correr, estaba paralizado.

Aquel hombre asilvestrado estaba nuevamente en frente de mí, tan cerca, en medio de una selva inhóspita y de apariencia inmensa en donde no había escapatoria, a nuestro alrededor solo habían árboles, arbustos, lianas y ojos de animales que empezaban a brillar en el atardecer, y gracias a que yo estaba solo esta vez, el peligro de que aquel hombre acabara con mi vida se acrecentaba. Además de que ahora yo sabía que en realidad este hombre era una bestia literalmente, un hombre lobo como Lorenzo.

—Si regresas al ejército te van a ejecutar —me dijo con una voz tan rasposa como si hubiera tomado algún brebaje que le hubiera quemado la voz—. No te van a creer.

Respiré hondo, sus palabras habían erizado mi piel. Toda mi vida pasó por mi cabeza en ese instante. Kramer me había encontrado solo y yo realmente sentía que aquel hombre de mirada de fuego estaba a punto de matarme. Tomé fuerzas de mi último aliento de vida y logré hablarle.

—De todas formas ya no tengo la opción de regresar —dije—. Porque usted ahora dará la primera mordida y la última, y acabará matándome ¿o me equivoco?

Él echó a reírse con sarcasmo y me respondió con otra pregunta.

—¿Qué tanto te dijo de mí? Supongo que yo soy el villano de la historia y nada más.

—Solo sé y escuché que ordenaste que me fuera contigo y que querías matarme a mordidas —dije.

Kramer continuó riéndose de forma burlona, lo cuál cada vez me hacía sentir más nervioso, confundido y sin esperanza alguna.

—Soy un hombre lobo, no un coyote o un dingo hambriento —aclaró.

—¿Qué quieres de mí? —pregunté con disgusto—. Déjame ir y no volverás a verme.

—Te estuve observando en la cabaña todo este tiempo, a lo lejos —me dijo—. Y desde el principio solo quise conocerte. La mordida nunca sería mortal y te aseguro que si un día te mordiera, me pedirías que lo hiciera de nuevo.

Al decir eso su semblante cambió. Se sintió como si un animal salvaje preparado para atacar fuera finalmente dominado por el humano y bajara la cabeza. Kramer acababa de ser amaestrado por los sentimientos del humano que llevaba dentro y finalmente me había hablado sin tratar de atacarme con cada palabra, porque en ese primer momento que compartíamos solos... él me había perdido el miedo.

Su repentina sinceridad fue capaz de instantáneamente demoler todas las paredes entre nosotros, porque yo le perdí el miedo a él también.

Y fue allí cuando por primera vez lo miré. Me percaté del azul índigo tan precioso y profundo de sus ojos. Nos mantuvimos en silencio por unos minutos, uno frente al otro, sin movernos y mirándonos a los ojos. Luego fue él quién se puso nervioso, apartó la mirada y miró a la derecha dejándome ver el perfil de su cara. Pude darme cuenta de que a pesar de su look desaliñado cuasi primitivo, su barba estaba muy cuidada, cortada de una forma que extendía su quijada de forma recta hasta su barbilla formando un ángulo muy hermoso. También, al mirarlo más de cerca y sin miedo, vi que no solo su pecho era increíblemente peludo, sino que sus brazos, hombros y el costado de su torso bajo sus axilas también lo eran en cantidades un poco menores. Aquel hombre era el lobo humano por excelencia y cuando me di cuenta, yo estaba erecto. Quise con todas mis ganas que se volteara para ver si su espalda era peluda también, pero no me hizo falta que lo hiciera porque estaba seguro de que si lo era y esa imagen en mi mente hacía que se me hiciera agua la boca.

Me voltee tratando de esconder mi erección y de despertar de mi breve fantasía en la que Kramer y yo hacíamos el amor en ese lugar, salvajemente hasta matarnos el uno al otro. Volví a respirar hondo y le hablé, yo definitivamente ahora me sentía más tranquilo, pero de la misma forma, más confundido.

—No sé que quieres decir —dije.

—Sí lo sabes —dijo entonces él.

—Yo estoy con Lorenzo.

—Yo no lo veo aquí —continuó—. Él te abandonó y te dejó ir solo, si le importaras no te hubiera dejado ir como no lo estoy haciendo yo, sobre todo sabiendo que aunque te entregues voluntariamente te van a fusilar. Ahora estás conmigo.

Ahora estaba con él. ¿Era eso cierto? Yo a este hombre no lo conocía y hacía pocos minutos pensaba que me iba a matar. Pero había algo de cierto en sus palabras. Si de verdad Lorenzo me amaba como me había dicho no me hubiera dejado ir, el peligro de ser fusilado era real y ambos lo sabíamos. Pero por otro lado yo no entendía nada de lo que estaba pasando en ese momento con Kramer y yo simplemente quería huir de la situación aunque el ejército acabara con mi vida de igual forma.

—Si es mi destino morir... —dije encogiendo los hombros—. Pues quizás así tenga que ser.

—No te vayas —me pidió Kramer volviendo a mirarme a los ojos—. No te vayas antes de darme la oportunidad de que me conozcas, ven a la cueva con el resto de la manada y puedes quedarte con nosotros. Mientras que estés bajo nuestra protección el ejército no va a hacerte nada. Por lo menos espera a que pase la guerra.

Me eché a reír de forma sarcástica.

—No caeré en tus juegos. Si quieres matarme tendrás que hacerlo aquí y ahora —le dije—. No esperes que me valla contigo a una cueva de hombres lobo para que me alimentes y me engordes hasta que llegue la luna llena y luego cuando se transformen me sirvan en la cena.

Él se echó a reír entonces, luego me miró a los ojos nuevamente y de una forma u otra sentí que me perdí en aquella mirada tan inquietantemente azul. Como si Kramer me hubiese dejado entrar dentro del lobo salvaje y yo hubiese encontrado al humano dentro de él. Sentí escalofríos y me tambaleé, pero no de miedo esta vez. 

MACHO BETA: SOLO EN EL PLENILUNIO [COMPLETA]Where stories live. Discover now