Capítulo III

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Juntos volvieron a Lasat, que era la ciudad fronteriza más importante de la zona. Allí estaba el legado y gran parte de los mandos militares y civiles encargados de convertir esas tierras salvajes en una provincia romana. La paz aún no se había firmado pero era inminente y todos sabían que la victoria estaba próxima. La confianza se había instaurado en la población y esa sensación era muy poderosa. El comercio estaba floreciendo y algunos bárbaros se habían instalado cerca de la ciudad romana deseosos de ser los primeros en cambiar de bando. Es verdad que no eran muchos, pero para los ciudadanos que vivían allí era todo un símbolo de que lo más difícil ya estaba superado. Si esos malditos abandonaban sus atrasadas formas de vida, se olvidaban del saqueo y la destrucción y se asentaban y aprendían a vivir de forma civilizada todas aquellas tierras y la riqueza que se pudiera extraer de ellas les pertenecerían.

Los soldados podrían mover la frontera mucho más al este, el ejército abandonaría la zona para que paulatinamente nuevas ciudades, puentes y carreteras ocuparan el espacio que las murallas y las torres de vigilancia tenían en la actualidad. Era el destino natural de las cosas. La civilización siempre se abría camino.

Porcio al ver las puertas de la ciudad amurallada se giró y buscó con la mirada a Malio y su mujer sármata, que le acompañaban a poca distancia.

-Vosotros dos os venís conmigo a ver al legado- ordenó con voz firme.

Malio que aún no había desmontado negó con la cabeza y sonrió divertido. Sin embargo, sus ojos azules eran fríos como el acero. Estaba cansado de que le trataran como a un soldado más.

-Yo y Agamé nos vamos a descansar a la posada y a abrevar a los caballos. Llevamos semanas viviendo en el desierto y necesitamos asearnos y dormir. Yo no soy un legionario, Porcio. Que no se te olvide.

Y dicho esto se encaminó hacia la puerta de entrada de la ciudad junto a Agamé y las dos monturas, separándose de la legión romana.

Porcio se tragó sus ganas de mandarlo encerrar al calabozo por desobediencia a la autoridad. Se secó de nuevo el sudor de la frente con un sucio pañuelo y pensó que quizás lo mejor sería que el propio legado Luciano lidiara con él. Ya estaba harto de limpiar lo que otros ensuciaban.

Mientras se dirigía al puesto de mando del legado imaginaba lo hermosa que estaría su mujer con el nuevo vestido azul de seda. Estaba seguro que la esclava ya habría acabado uno de los vestidos nuevos que había encargado confeccionar para ella. Matidia traía un poco de normalidad a este apestoso lugar tan alejado del mundo civilizado. Si tenía que invertir todo el dinero que ganaba en verla feliz, lo haría con gusto.

Al principio no había querido traerla con él, pero la boda no podía demorarse por más tiempo y era muy incierto cuándo podría volver de su misión contra los sármatas. Él quería haberse casado antes de partir, junto a su familia y amigos, para dirigirse inmediatamente después a la frontera. Su deseo era que Matidia se quedara en un lugar seguro protegida junto a los suyos. Pero ella se había negado y su padre había apoyado su decisión. Matidia debía ir a Lasat para estar junto a él y la boda se realizaría allí tras su ascenso. La frontera ya no era tan inestable como en el pasado y las grandes masacres de romanos quedaban lejos en la memoria de todos. Además si hasta Luciano iba a llevar a su propia mujer a Lasat, ¿cómo no iban sus oficiales a seguir su ejemplo?.

Ante eso Porcio no pudo replicar nada. Aún yendo contra su deseo inicial, ella le acompañó y llevarla allí ayudó a agilizar su ascenso. Era una mujer encantadora. Sin quejarse en ningún momento de la incomodidad del viaje o el hostil clima de la región. En cuanto llegó se hizo amiga de las demás mujeres y pronto su nombre estaba en boca de todos. Porcio sabía que su mujer era una bendición de los dioses. Lástima que el deber siempre estaba por encima del placer. Cansado y sucio esperó a que el legado le permitiera pasar y dar su informe. Tenía muchas ganas de informar a éste de todo lo acontecido. Malio no iba a salir bien parado de esto.

Malditos diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora