- Esa es mi Isabella, la decidida que cuando se propone a algo lo cumple sin que nada la derrumbe – levantó la cabeza de mis piernas y me miro –. Es un idiota, así que pon esa sonrisa que tanto me gusta ver y por favor que sea la verdadera.

Ella rio por mi comentario y me mostro su sonrisa, la más hermosa que ella tenía, la real, la que demostraba cuando estaba feliz. Le limpie las mejilla y la abracé fuerte.

- Así como tú estás para mi yo también lo estoy para ti – me separe y la mire. Pude ver que la tristeza en sus ojos se fue y ahora solo había tranquilidad –. ¿Qué te parece si te quedas a dormir hoy conmigo?

- Me parece excelente – se levantó y me tendió la mano para que hiciera lo mismo.

Entramos a la casa y nos sentamos en el sofá.

- ¿Tus padres no han llegado?

- Nop, creo que no volverán por dos meses cuando mucho.

Sí, mis padres casi siempre estaban de viaje por los negocios del bufe de abogados que manejaban. Eran unos grandes abogados y trabajaban duro para darme lo mejor, estaba orgullosa de ellos, pero lo que yo más quería era que estuvieran conmigo y no solo por una semana o dos, quería que estuvieran allí siempre para apoyarme, hablar con ellos, sentir su calor, su cariño; sabía que me amaban, me lo demostraban siempre, pero su ausencia me dolía, estaba siempre sola y no se sentía lindo no tener a nadie a quien contarle como te fue en tu día.

- ¿Y tu hermano? ¿No has sabido de él?

Mi hermano, hace cuatro años que no sé de él, llama de vez en cuando, pero nunca le hablo. Se llama Gabriel, tiene veintidós años, es muy alto, de piel blanca, cabello castaño oscuro como el mío y ojos azules, mi hermano era lindo, saco la belleza de mis padres... y bueno a mí no me dejaron nada de ello. Se fue ya que tenía que ir a la universidad, él quería estudiar leyes al igual que nuestros padres, siempre dijo que cuando creciera quería ser igual que ellos. Pero cuando se fue nuestra despedida no fue muy agradable, tuvimos una discusión muy fuerte la noche anterior.

***

Esa noche estaba en mi habitación llorando por una broma pesada que me habían hecho en el instituto, muy muy pesada, fue como mi recibimiento a la secundaria, paso que al salir del instituto todos mis compañeros de clase me esperaron fuera de este y me arrojaron bombas de agua, pintura, orina, y otras cosas desagradables que no recuerdo, al llegar a casa en ese momento no había nadie ya que estaban recogiendo unas cosas de Gabriel para su viaje de mañana. Estaba recostada llorando y decidí hacer lo que siempre hago en ese tipo de situaciones, buscar mi vía de escape, abrí el cajón de mi mesita de noche y encontré mi escape, mi hojilla, la pase por mi brazo unas cinco veces hasta que sentí que alguien abrió la puerta.

- Valentina necesito que... - sus palabras fueron interrumpidas cuando me vio ahí sentada llena de sangre y con un objeto punzante en mi mano, su mirada no se despegaba de mi brazo ensangrentado –. ¿¡Pero que mierda estás haciendo!? – se llevó las manos a la cabeza y cerró la puerta con el pie.

- Shh cállate que mis papas te van a escuchar – como si fuera la situación más normal del mundo me levante, fui al baño, me quite la sangre y me seque, al salir Gabriel seguía en estado de shock y con una mirada de tristeza –. Ay quita esa cara, no pongas esa expresión triste y a dártela del hermano comprensivo – me senté en la cama y cogí mi celular el cual él me quito de las manos –. Dame mi teléfono.

- No, y me vas a decir porque haces eso, ¿Valentina que no ves que eso es malo?, no puedes cortarte por nada, ¿Qué tal si mis padres lo descubren?, pensaran que eres una loca y que necesitas un psiquiatra – eso me dolió, más de lo que pensaba, me levante de la cama y me puse firme con el semblante serio.

Lo que encontré en tiWhere stories live. Discover now