SEPTIMA PARTE: DETRAS DE LA FRONTERA

30 7 9
                                    

PARAR EL FLUJO

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

PARAR EL FLUJO

Se sentó en una banca del parque con un dolor de cabeza descomunal. Parecía que cuchillos afilados se le enterraban en el cuero cabelludo hasta lo más profundo de su cráneo. Respiraba profundo y rápido como si acabara de correr una maratón. No sabía si era el miedo, el estrés o por hacer "aquello"

Como siempre todo empezó como una sugerencia casual de la mujer de negro que ella implementó como un juego. Su maestra le decía "parar el flujo". Le explicó a lo largo de los años cómo funcionaba la mente humana. Ella poco entendió los términos arcanos de la cátedra, se le daba mejor entrar en acción.

Debido a la escuela, lo relacionó todo aquello con la materia de informática. Visualizaba el asunto a través de la imagen del uso de una computadora que representaba la mente del individuo, porque había un sistema operativo y muchos programas corriendo simultáneamente mientras se ejecutaba alguna tarea, algunas funciones eran invisibles para el usuario.

Es decir, una persona podía estar tomando una clase o cocinando, mientras a su vez pensaba en tomar vacaciones o en la primera vez que comió una manzana o la última vez que lloró. Dependiendo de la complejidad del ser analizado así de intrincado eran los programas corriendo alrededor del sistema operativo. Pero había uno o varios paros de emergencia: botones rojos ubicados en zonas estratégicas donde era posible detener todo el sistema. Podía tratarse de eventos traumáticos, momentos de placer...o a veces un anhelo sin realizar.

Ella solo lo había intentado con los animales de la casa: Gino el perro pequinés y con Yani, la gata amarilla. Ambos eran seres simples con pensamientos sencillos. A Gino se "congelaba" si se evocaba en él la sensación de frote en su espalda que Milagro realizaba cada vez que veía al perrillo pasear por la sala. Yani era un poco más compleja, adoraba estar metida en su canasto, el cual estaba cerca del cuarto de planchado. Y estaba traumatizada con la persecución de la que fue objeto por Duke, el perro doberman del vecino. La pobre felina corrió como una exhalación por toda la colonia seguida por el furioso animal. Y si no se sube a un árbol para escapar habría sido despedazada por el canino.

Para cuando Alba y Violeta llegaron a rescatar a su gata, la mascota estaba en plena crisis de nervios. Pasaron una miniodisea para bajarla del árbol y la pobrecilla pasó temblando casi toda la noche. Estuvo inapetente por un par de días.

Así cuando Violeta quiso practicar aquello, se acercó a Yani y sin más posó su mirada en la minina que reposaba en el sillón. No le fue difícil encontrar "la persecución de Duke" en la mente de su mascota, así que la escudriñó sin dificultad. Y cuando aisló el recuerdo, lo pulsó. Fue solo un toque. Como apretar una suave pelota de goma. Entonces la pobre gata desencajó su mirada profunda llenándose de miedo, empezó a temblar y luego quedó catatónica.

Violeta se asustó mucho, dejó el asunto en paz, y se quedó abrazando a la pequeña felina amarilla disculpándose con una voz en falsete. Se quedó acariciando a Yani hasta que luego de un par de horas, ésta despertó.

Se veía afectada, pero después de unos días parecía normal, persiguiendo lagartijas en el patio y molestando a Gino.

Violeta entonces descubrió el potencial maligno de esa técnica, si eso le hacía a un animal, que le podría hacer a una persona. Con sus atisbos fuera de la "habitación de los misterios" podía tener breves vislumbres de los "paros de emergencia" de algunas amigas y conocidas, pero se le hacía peligroso.

Recordaba las frases de Salvador al respecto. Su padrastro leía mucho y citaba con frecuencia a autores reconocidos o ignotos.

— "El poder corrompe, y el poder absoluto..."

Y esto era un poder terrible, y ella no se sentía capaz de manejarlo, no había razón para hacerlo. Violar el libre albedrio de alguien con esa "técnica" era un paso hacia una abominación sin nombre.

Pero cuando aquel maleante se acercó con la clara intención de hacerle daño, sólo se le vino a la mente el secuestro del que fue objeto cuando era una niña. Ella también tenía sus "disparadores", pero en vez de encogerse de miedo, una furia fría se apoderó de ella.

Volvió a ver al tipo robusto con la cara cubierta. Aunque él no hubiese hecho contacto visual con ella, habría encontrado con facilidad aquello que tanto afectaba la mente del sujeto. Así que cuando escudriñó sus pensamientos pudo ver que "eso" brillaba con un resplandor verdoso y repulsivo en la esquina más recóndita de su mente. Y al contrario que con Yani, no fue gentil. Apretó con fuerza, y "eso" reventó como un forúnculo maduro que se derramó por toda su psique.

De repente el otro sujeto bajó de la camioneta, se le hizo fácil detectar su "disparador". Observó su mano mutilada y solo fue cuestión de segundos para hacerlo revivir con intensidad el momento en que perdió esas partes tan preciadas de su cuerpo.

Estaba más que dispuesta a dejarlo inutilizado cuando apareció el tercer sujeto, cuando estaba llegando al punto de "tocarlo" sintió cómo si una lanza le atravesara la cabeza, y por eso salió huyendo.

Con Yani, experimentó una molestia breve, pero tratar con esos tipos era distinto. Su mente estaba congelada. Sin capacidad de reflexión alguna porque el dolor que la atenazaba era espectacular.

Miraba sus cuadernos que descansaban en su regazo cuando de pronto en la portada apareció una mancha roja y luego un par más. Se llevó la mano derecha a la nariz donde descubrió que sangraba. Buscó como autómata un pañuelo en su mochila y acto seguido mantuvo el pedazo de tela sobre su rostro.

Estuvo un buen rato esperando a que la hemorragia cesara. Cuando estuvo segura y se sintió más en control de sí misma, decidió continuar su camino a casa. Tenía que decirle a sus padres lo que había ocurrido.

**********************************

Entró a la casa y corrió por las escaleras hasta la terraza donde solía permanecer su padrastro. Lo encontró en su lugar habitual con un libro grueso en el atril mientras el hombre estaba de lo más concentrado leyendo. Se acercó con una expresión compungida y cuando él se percató de su presencia, Violeta rompió a llorar.

— ¡Creo que "ellos" regresaron! – dijo la chica terminando la frase en un sollozo y antes que el hombre reaccionara se acercó a abrazarlo. Él solo atinó a devolver el gesto con fuerza. Mientras ella se desahogaba, Salvador cayó en cuenta de lo conversado con "la muchacha del parque". Entonces todo se le hizo evidente.

TRINITATISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora