David

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El disparo redujo a astillas la puerta de madera que los separaba. Por suerte, David había sido entrenado en situaciones similares mucho antes de entrar en el FBI. Él había sido soldado y había estado en el frente, asediado por fuego enemigo. Sus músculos, templados en mil batallas, le echaron a un lado antes de que el disparo saliera del arma.

David se llevó la mano a la pistola y disparó un par de tiros antes de atreverse a entrar, siempre cubierto por el arma y la pared. Dispuesto a saltar a un lado y disparar ante la menor señal de peligro.

La escopeta estaba en el suelo. Los dos cartuchos a su lado. No había más tiros. David lo comprobó y encontró que, efectivamente, no le quedaban balas. A su alrededor no había más que un par de muebles, un sofá viejo que apestaba a cerveza agriada, una televisión en el suelo, una pila de platos sucios se acumulaban en la mesa de la cocina y las moscas revoloteaban a su antojo. No parecía ser un tipo sociable.

David siguió avanzando, con paso cuidadoso, inspeccionando cada rincón. Gotarrones de sudor resbalaban por su frente enturbiando su visión. En una situación así, el enemigo tenía la ventaja, conocía el campo y estaba preparado. Seguramente Ray se lo habría dicho, le había avisado de que irían a por él.

Un ruido le hizo girarse con brusquedad, era un motor. David salió corriendo de la casa justo para ver como la ranchera de Gary Monroe corría por el camino. David soltó un juramento y disparó al vehículo sin el menor éxito.

—¡Mierda! —gritó mientras se subía al coche.

No había tiempo. Si Monroe escapaba, John podía darse por muerto.

... O te sacarán los ojosWhere stories live. Discover now