XI. Respuestas bajo las estrellas

1.6K 197 59
                                    


Lysandro

Actualidad


    Caminamos uno al lado del otro, pero dejando una distancia entre ambos para que ni siquiera pudiéramos rozarnos por error. A veces noto como me mira y acto seguido desvía su cabeza hacia otro lado. ¿Debería decir algo o seguir en silencio hasta llegar a los asientos de la entrada de la universidad?

Mientras andamos en silencio, pienso en la forma en que casi no asisto al concierto. Por error tomé el bus siguiente al que debía subirme, pude haber arruinado todo por un momento de distracción. Ni bien llegué, intenté llamar a Rosa para comentarle que iba a quedarme en la casa un día, pero no pude comunicarme. Encontré un taxi y fui hacia su casa; en el camino le envié un mensaje a mi hermano para avisarle mi llegada a la ciudad y pudiera estar tranquilo, Leigh desde hace un tiempo decidió ayudarme en el campo, y prefirió cuidarlo en mi ausencia en vez de ir al concierto.

Tal y como entré al piso, dejé todo desparramado en el recibidor y salí corriendo hasta el sitio del concierto. Hacía rato que había comenzado, y por cada minuto que pasaba, perdía las esperanzas de poder encontrarla entre tanta gente. Sin embargo poco después de las canciones más románticas, la hallé. Una chica de cabello largo, vestida de rojo, apoyada en una esquina mirando para todos lados, parecía preocupada y supe que era ella.


El cielo se muestra estrellado como si diamantes se hubieran incrustado en él. En el campo durante la noche se lo puede apreciar con mejor claridad que en la ciudad, aunque ésta también tiene su encanto. Observo a Lynn con más atención, ¿tiene frío? Está utilizando un vestido corto y el viento corre levantando las hojas de los árboles. Por supuesto que tiene frío.

—Toma, por favor úsalo, no quisiera que te enfermes —le digo extendiendo mi abrigo, lo sujeta y coloca sobre sus hombros.

—Gracias, no pensé que refrescaría tanto.

Nuevamente la charla muere. ¿Va a ser así todo el tiempo? ¿Ya no tenemos temas para hablar? ¿O es que tenemos tantas cosas que decirnos que no sabemos por cuál comenzar?

—¿Por cuánto tiempo te quedarás? —pregunta tímidamente.

—Hasta mañana a la noche que tomaré un bus para volver.

Oigo un "oh" bajito, ¿sonó decepcionada o fue solo mi imaginación? Por fin llegamos a la entrada, se sentó y dio una pequeña palmada al banco para que hiciera lo mismo, me puse a su lado, manteniendo cierta distancia.

—Lysandro, tal vez no sea el momento adecuado, pero tengo cosas que quiero decirte —noto sus ojos brillosos, espero que no llore, es lo último que buscaba al volver aquí.

—Yo también debo decirte algunas cosas. ¿Quieres comenzar tú?

Lynn asiente con la cabeza.

—Cuando llegué, me encontré con Rosa y le pregunté por ti. Me comentó algunas cosas, entre ellas lo de tu madre, no estuve enterada de eso y en verdad lo lamento mucho. De haberlo sabido antes me hubiera puesto en contacto contigo —continúa ese brillo en sus ojos. Son lágrimas que tambalean sin saber cuándo descender por sus mejillas.

—Pensé en contarte, pero fue al poco tiempo de que... De que nos distanciáramos y no quería volver a molestarte con mis problemas —confesé.

—Nunca hubiera sido así para mí, siempre serás alguien especial y nunca me molestarías —una lágrima se desliza por su rostro, y otra, y otra, y otra.

Busco un pañuelo en mi bolsillo y se lo acerco, lo toma y limpia su rostro. Quería hacerlo yo, pero no sería correcto.

—Gracias. No quería llorar, pero todo esto no me lo esperaba. No pensé que podría verte, cuando volví creí que había una oportunidad de hablar de nuevo, pero cuando supe que decidiste quedarte en el campo, me di cuenta que era demasiado tarde.

—Sí, pero ahora estoy aquí y podemos hablar de aquellas cosas que dejamos pendientes.

Nos miramos y siento como si no recordara todo lo que pensaba decirle, mi mente se encuentra nublada y solo deseo terminar con esto cuanto antes, pero a la vez una parte de mí quiere torturarse siguiendo a su lado sabiendo que nada va a suceder entre nosotros. Ya no hay más lágrimas en su rostro, el maquillaje que llevaba puesto se ha arruinado por mi culpa.

—¿Qué te trajo de nuevo aquí? —pregunto, necesitamos cambiar de tema.

—Vine para hacer mi especialidad, no pensaba regresar aquí, pero esta universidad era la más cercana que la tenía. Volver me hizo pensar mucho en... nosotros —tomó un pequeño mechón de cabello y se puso a juguetear con él mientras fijaba su vista al suelo.

—Yo también pensé en nosotros, aun cuando no estaba en la ciudad —digo.

Su rostro cambió, parecía molesta. Creo que lo sintió como un reproche y por eso intento corregir lo que dije.

—Me refiero a cuando volví al campo definitivamente, pensé que nuestra relación pudo haber sido mejor si tan solo no hubiera estado en tantos malos momentos, debió ser molesto tener que soportar todas las cosas que me sucedían.

—Lysandro, aprecié cada instante que pasamos juntos y nada de lo malo que te pasó fue adrede, obviamente que iba a estar ahí para ti.

Mira su muñeca para buscar la hora en el reloj que lleva puesto. Es tarde y, a pesar de que mañana es domingo, me pregunto si tendrá mejores cosas que hacer en vez de estar hablando conmigo.

—Tal vez deberíamos continuar con esto mañana —digo.

—Si no te molesta... Entro a trabajar dentro de cinco horas, estoy como mesera de medio tiempo en el Cosy Bear, salgo por sobre las quince por si quieres que nos veamos luego.

—Está bien, de todos modos te pasaré mi nuevo número, por si algo sucede —digo, buscando mi móvil en el bolsillo de mi pantalón para darme cuenta que seguramente esté en el abrigo que Lynn tiene puesto.

Ella saca el suyo del bolso y espera a que le dicte mi teléfono el cual, evidentemente, como tantas otras cosas, no recuerdo.

—Mi móvil debe estar en alguno de los bolsillos del abrigo, sonará extraño pero no recuerdo mi propio número —confieso.

Y veo decorando su rostro la sonrisa que tanto anhelaba ver, por fin pude hacer algo bien, aun cuando no era mi intención ser gracioso.

—Algunas cosas nunca cambian —dijo riendo tímidamente mientras me entregaba el móvil.

Luego de pasarnos los números, clava su mirada en mí y comenta:

—¿Puedo hacerte una última pregunta?

—Sí, claro.

—¿Eres feliz en el campo?

Me sorprendo. Ni siquiera yo sabía cual era la respuesta correcta.

Hay amores que el tiempo no borra | Lysandro & SucretteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora