V. Soledad

1.7K 186 2
                                    


Lysandro

Hace un año


     Esta monotonía me está ahogando. El reloj marca las seis de la mañana, y como siempre, me levanto, tomo una ducha rápida y procedo a desayunar algo ligero antes de ver cómo está todo en la granja. Ya me acostumbré a esta vida, la rutina de siempre, con la seguridad de que nada puede ser demasiado impredecible.

Lo que debo hacer es dictado por el reloj y de este modo todo está bajo control, mis sentimientos, mis acciones, las personas con las que me relaciono y, sobre todo, mis pensamientos. Antes mi mente era una batalla de palabras, que descargaba escribiendo en aquellas libretas. Me pregunto cuándo fue la última vez que escribí algo... Creo que lo único que he escrito en estos años han sido cartas. Al sostener esta rutina tan marcada, ya no encuentro tiempo para pensar y no me inspiro tanto como antes.


Aprovecho el sol para ir a alimentar a los conejos, si bien he contratado a mucho personal para que trabaje conmigo, tienen prohibido cuidar de estos animalitos. Mis padres habían decidido no dedicarse más a la cunicultura, pero no pude resistirme a adoptar unos pocos como mis propias mascotas. Pensar que hace algunos años, cuando vivía en la ciudad, fui incapaz de cuidar de Cuddles, aquel conejo que adopté junto con Lynn. ¿Qué diría ella si me viera ahora cuidado de nada más ni nada menos que ocho conejos? Pasan los años y, aunque cada vez es menos frecuente, no puedo evitar divagar mi mente a aquellos recuerdos con Lynn. Tal vez es hora de reconocer que aunque me comporte como si las cosas no me afectaran, no significa que las haya superado realmente.

Antes de cenar suena el teléfono. Es Leigh:

—¿Cómo te encuentras? —me pregunta.

—Bien, ya sabes, haciendo lo de siempre, ¿y tú?

—Muy bien, hoy ha sido un día productivo en la tienda. —se hizo un silencio que su voz se encargó de cortar—. Oye, me preguntaba si este fin de semana querrás venir ya que es festivo y no trabajaré. Podríamos pasar tiempo juntos que hace bastante que no nos vemos.

—No creo, tengo cosas para hacer —mentí. Si me organizaba podría escaparme unos días a la ciudad, pero la idea de volver allí me provoca escalofríos, mi estómago se cierra y mi mente se nubla, prefiero la soledad del campo, la tranquilidad y calma que solo aquí puedo vivir.

—¿Estás seguro? Siento que no vienes a la ciudad desde hace meses, te hará bien vernos, salir un poco y conocer gente nueva. ¿Hace cuanto no tienes planes con amigos?

—Bueno, aquí la vida es muy tranquila. Pero me llevo muy bien con —me interrumpe.

—Ya sé lo que dirás, que te llevas bien con los empleados que has contratado y con los vecinos de toda la vida. Entiendo que a veces el campo es pesado, y yo tampoco he ido a verte desde que abrimos las nuevas sucursales de la tienda y más ahora con los planes de mudanza. Realmente lo siento, no quiero que te sientas abandonado por mí.

—No pasa nada, Leigh. Somos grandes y es normal que no podamos pasar tanto tiempo juntos, más desde que no convivimos, pero lejos estoy de sentirme abandonado.

—Aprovecharé estos días de descanso para ir allí, ¿te parece?

—Eso estaría bien, sabes que aquí siempre son bienvenidos. ¿Qué tal está Rosa?

—Muy bien, con muchos exámenes, le preguntaré si quiere ir conmigo, aunque no sé si podrá. Tiene una semana bastante complicada con la universidad.

—Luego organizamos lo del fin de semana, envíale ánimo de mi parte.

—Lo haré, mañana te confirmo si iremos los dos o solo yo. Pero escúchame, sé que eres alguien que aprecia la soledad, pero no quiero te quedes encerrado como si estuvieras viviendo en una cueva.

—Lo sé. —dije.

Luego de algunas actualizaciones, nos despedimos.


Si me preguntan, a pesar de que puede sonar extraño, considero que la soledad muchas veces es nuestra mejor compañera.

Hay amores que el tiempo no borra | Lysandro & SucretteWhere stories live. Discover now