Capítulo VIII: YATIRI

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El Nómada sacó otra raíz negra de una bolsita de cuero que sujetaba a su cinturón y luego trazó una sonrisa torciendo la boca de costado. Se volvió, y se internó en el bosque. La tropa hizo lo mismo y comenzó un penoso ascenso por la montaña que carecía de senderos y caminos. Era todo un laberinto de murallas quebradas, columnas rotas, estatuas caídas y altares derrumbados; y por todas partes la copiosa arboleda cuyas ramas habían enraizado hasta en la piedra. No obstante, lo más extraño de aquel bosque umbrío era la total ausencia de sonidos; no se escuchaba el trino del pájaro, ni siquiera el canto del grillo o las pisadas furtivas del gato montés. Entonces, cuando el ascenso no parecía terminar nunca, Gilgas apartó una rama particularmente frondosa y un claro se abrió ante él. Las Tormentas y el resto de los hombres se quedaron fascinados ante la belleza de aquel lugar: Estaban en la cumbre y en la cima, que era cóncava como un cuenco, había una laguna con aguas tan cristalinas que parecían sacadas de un sueño; la hierba alrededor era de un verde intenso y las piedras redondeadas eran blancas como la leche. Los árboles, en ese lugar, tenían las cortezas marrones, castañas y rojizas; y en el centro de la laguna sobre una piedra circular que apenas sobresalía del agua, estaba sentado un niño de no más de diez años.

- ¿Akbas'i, yaroth? –Preguntó el niño- ¿Quién eres tú que vienes a perturbar mi casa?

- Soy Gilgas –Dijo el anciano, bajándose de su montura y dando un paso al frente- y venimos en nombre del único Emperador de este mundo: Bak'Ujim.

Entonces el niño se puso de pie con una tranquila sonrisa dibujada en el rostro, y volvió a preguntar:

- ¿Y que podrá querer el Emperador Bak'ujim, de un niño como yo?

- Tú no eres un niño, tú eres una abominación que se rehúsa a morir. –Contestó Gilgas con aspereza- Yo te conozco, eres uno de los Primeros que sobrevivió a los Dioses ¡Tú eres un demonio que amenaza a mi Señor, y por eso hemos venido para quitarte el Ojo de Mambiri!

Yatiri no se sorprendió por las palabras del viejo Gilgas; pero su sonrisa, antes serena, se retorció con desdén y una honda malicia veló sus ojos claros.

- Cualquiera que diga conocerme peca de soberbia o estupidez –Respondió- Ni siquiera tú, anciano, que conoces tantos secretos del mundo podrías conocerme; ni cien vidas tuyas alcanzarían para saber todo lo que mis ojos han visto. Pero hay alguien entre tus filas que sabe algo de mí –Entonces Yatiri miró alrededor- ¿Dónde está el vagabundo que has arrastrado contigo? ¡¿Por qué te ocultas, Rey Loco?! ¿Acaso me temes? ¿O es que pretendes apuñalarme por la espalda?

- Yatiri –Dijo el Nómada, quien emergió de la arboleda con una raíz negra en la boca- Al fin te encontré.

- Así que ya llegó el día –Respondió Yatiri- Abrigaba la esperanza de que estuvieras muerto como los demás. Pero estás aquí con esta escoria humana ¡Como ladrón! Para llevarte mi joya.

- Te he buscado por mucho tiempo, Yatiri –Continuó el Nómada- debí imaginar que volverías al lugar donde comenzó todo ¿Quién creería que la casualidad y estos hombres me traerían hasta ti?

- ¿Acaso, lo conoces? –Interrumpió Ye'hema consternado.

- ¿Qué si nos conocemos? –Preguntó Yatiri que luego echó a reír con desprecio- Estúpida Tormenta ¡Somos más que simplemente eso! A él y a mí nos hicieron de la misma materia.

- Lo sabía... –Dijo Gilgas con lenta amargura- Tú eres uno de ellos... uno de los que sobrevivió a la Ira de los Dioses ¡¿No es verdad, Nómada?!

Los soldados se apartaron del Nómada horrorizados y con las armas instintivamente en alto.

- Solo nos usaste para llegar hasta aquí ¿Verdad? –Inquirió Gilgas, pero el Nómada no decía nada- Y nosotros creyendo que te utilizábamos a ti ¿Pero por qué? ¿Por qué buscas a Yatiri?

EL REY LOCOOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz