Capítulo VI: UN NÓMADA Y UNA PIEDRA

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Después de meses de dura travesía el vigía oteaba el horizonte cuando de pronto, sobresaltado, se puso de pie y después de frotarse los ojos, gritó:

- ¡Tierra a la vista!

El Sol todavía ardía fuerte cuando Teocris arribó a unas costas escabrosas que según el entender de Gilgas, eran las lindes del reino de Yatiri. Una gran expectación cundió entre los hombres y las Tormentas ordenaron el desembarco a tierra.

- Hoy no avanzamos -Sentenció Ye'hema- Mañana nos espera una jornada dura y pasaremos la noche aquí ¡Levanten las tiendas!

Horas después se habían desembarcado las armas, las monturas y el alimento, y los soldados, acomodados en sus tiendas, se encomendaron a la memoria de sus familias, pues desde el momento en que abandonaron las costas de su hogar comprendieron que de aquella misión no saldrían con vida. Morirían por su Emperador si esa era su voluntad.

Mientras evocaban con nostalgia alguna caricia maternal, el beso de una amante secreta o el tierno abrazo de un hijo, afuera en la oscuridad, una amenaza parecía cernirse sobre la tierra yerma cubierta de calzadas y torres quebradas de alguna perdida civilización de antaño. Pero había algo más en aquel paisaje siniestro que ponía a prueba el coraje de la tropa: unas murallas de proporciones demenciales que se elevaban tierra adentro y a donde marcharían con las primeras luces del alba.

- ¿Es posible que se construyan murallas así? –Se preguntó un soldado que escrutaba los muros desde la entrada de su tienda, incapaz de ocultar su asombro- ¿En verdad hubo quien construyera una obra semejante? ¿Es eso humanamente posible?

Entonces, uno de sus compañeros que lo había escuchado involuntariamente avanzó hasta su costado y mirando las murallas, dijo:

- ¿Y quién te dijo a ti, amigo de la infancia, que fueron nuestras manos las que las construyeron?

El primer soldado no respondió, se quedó en silencio como tratando de organizar las ideas sueltas de su cabeza.

- Yo no tengo la mente grande como Gilgas o Bak'Ujim -Replicó- y lo único que sé es que Épsilon es la Primera ciudad-imperio de todas ¡La Primera! Pero desde que llegué aquí supe que estas tierras y esos muros de allá son aterradoramente más antiguas que nuestro hogar ¿Quiénes, pues, las construyeron?

Su amigo no respondió. Se llevó a la boca un odre de cuero y sorbió un largo trago. Se estremeció, y luego respondió:

- Tú y yo, amigo mío, no hemos nacido para los grandes acontecimientos de la historia. Solo seremos otros soldados sin nombre y sin pasado que engrandecieron la gloria de Bak'Ujin, y jamás se sabrá que aquí, en una tierra abandonada al amparo de una tienda rudimentaria, dos amigos charlaron por última vez –El hombre volvió a embrocarse otro trago- Olvidas que Épsilon fue engendrada como la primera ciudad-imperio construida por hombres como tú y yo -Entonces el soldado se volvió hacia su amigo y lo miró fijamente- ¡Hombres como tú y yo, Rema! Dime, hermano de espada ¿Tú crees que fuimos la única especie que anduvo por el mundo levantando piedras y ciudades?

No hubo respuesta. Volvieron la mirada a las murallas amenazantes y vaciaron el odre de cuero. Nadie pudo dormir aquella noche.

- Es éste un mundo extraño.

Al despuntar los primeros rayos de la mañana, la tropa comenzó la marcha hacia los muros grises que, según Gilgas, eran las murallas de una antigua Civilización que para la primitiva sabiduría constituía la primera de todas en el ancho mundo, y cuya antigüedad no era posible estimar en magnitudes humanas.

- Gilgas -Dijo Tlitras con tono imperioso- La hora se acerca, si tienes algo que decir hazlo aquí y ahora, o calla, si nuestro destino es enfrentarnos a lo desconocido.

EL REY LOCOWhere stories live. Discover now