Parte II: LAS TRES TORMENTAS

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Una mañana las puertas de Épsilon se abrieron, poderosas compuertas de ébano y bronce de las que emergió un ejército gigantesco; la multitud arremolinada en los márgenes de la calzada, clamaba a voces el nombre de Bak'ujim y lanzaba loas a las tropas de su Señor. Marchaban hacia el muelle, donde unas espléndidas naves de madera roja aguardaban por ellos. Bak'Ujim había hablado, su invencible ejército partía a la búsqueda del Ojo de Mambiri hacia el Sur lejano. Pronto, los poderosos navíos alzaron sus velas y se hicieron a la mar hasta no ser más que puntos lejanos en el horizonte.

Pasaron los días y los días se hicieron meses, y de las 25 naves que habían partido nada se sabía. Cada mañana, antes de que el sol despuntara, Bak'Ujim oteaba la lejanía desde lo alto de sus torres esperando pacientemente a que asomaran sus hombres, pero la única señal que llegaba del mar era el murmullo de las olas. Fueron muchos los que esperaron el regreso de sus seres queridos, pero transcurridas temporadas enteras ya nadie retuvo esperanzas de volverlos a ver, excepto Bak'Ujim, quien nunca dejó de vigilar el horizonte austral.

Una mañana fría, cuando las nubes amenazaban con desatar una tormenta, los ojos del Emperador distinguieron algo en la lejanía. Las campanas resonaron y Bak'Ujim, con su pueblo tras él, se agolparon en los muelles cuando al fin llegó el barco. Solo era una, nada más, una nave de una flota de 25. Sus velámenes estaban hechos jirones, el casco lo tenia astillado y dentro no había más tripulación que el capitán del barco.

- ¡Glauris! -Exclamó una mujer.

Glauris parecía más una osamenta humana que un hombre cuando fue encontraron. Solo vivió lo suficiente para volver a ver a su mujer a quien sonrió débilmente instantes antes de morir en sus brazos. Pero antes que su propia mujer, Glauris había hablado con su Señor a quien narró su hórrida travesía. Bak'Ujim escuchó imperturbable la narración del capitán, pero fueron sus últimas palabras las que hicieron eco en lo más hondo de su corazón.

- Él me dejó ir, mi Señor... -Susurró Glauris- y me dio un mensaje para Usted: "Ni siquiera tu mano, Emperador de los hombres, podrá contra el poder de Yatiri".

Aquella noche el Señor de Épsilon se encerró en sus salones. Desnudo, con su corona en el suelo y las lágrimas recorriendo su faz, maldijo a Yatiri ¿Sería que al fin había algo que sus manos no podían alcanzar? A él, el más grande de los hombres hasta entonces, no le faltaba coraje para enfrentar cara a cara a Yatiri, tampoco la fuerza o el temple ¿Pero quién velaría por su reino en su ausencia? ¿Quién sería capaz de desafiar a Yatiri, entonces? Después de hondas elucubraciones, Bak'Ujim asintió con la cabeza, asomó a sus balcones y alzando su voz de trueno, dijo:

- ¡Traigan a las Tres Tormentas!

Las tres Tormentas eran los asesinos de los tres puntos del mundo, guerreros excepcionales cuya sola fuerza era equiparable a la de un ejército cada uno. Eran leales a Bak'Ujim y por mucho tiempo habían sido enviados a cumplir peligrosas encomiendas; pero nunca habían sido convocados al mismo tiempo.

- Yo soy Odras, y mi espada es tuya mi Señor.

- Yo soy Tlitras, y mi hacha es tuya mi Señor.

- Yo soy Yej'ema, y mi martillo es tuyo mi Señor.

Bak'Ujim, erguido en su trono, derramó su mirada sobre los tres guerreros a sus pies.

- ¡Tormentas! ¡Asesinos de los Tres puntos! Mis más leales súbditos. Están aquí para cumplir la última orden de su Señor, y también la más peligrosa... ¡Tráiganme el ojo de Mambiri! Una joya que podrán encontrar en los límites más extremos del sur, donde un ser llamado Yatiri la custodia.

Y entonces Tlitras, que era el más sabio de las Tormentas, habló:

- Gran señor de Épsilon, yo sé de Yatiri y también sé de su poder inconmensurable; es antiguo, malévolo y está más allá de nuestro entendimiento. Y si queremos vencer, necesitamos de un poder tan antiguo y terrible como el de él.

- ¿Y cuál es ese poder, Tormenta?

- Muy hacia el este de tu reino, vive un nómada que por propia voluntad vive en el exilio de las montañas. Es más antiguo que nosotros y su poder tan grande como el de Yatiri.

- ¿Y este nómada podrá ayudarnos?

Por sí mismo no lo hará, Gran Señor -EntoncesTlitras sonrió maliciosamente y agregó- Pero sé cómo obligarlo.    

EL REY LOCOWhere stories live. Discover now