Quince.

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—Pensé que después de nuestro cumpleaños podríamos conocer Pirefough. Digo, el pueblo totalmente, no solo el supermercado —propuso Gwynaeth mientras repartíamos la leche.

—Claro.

—¡Oye!, ¿adivina, qué? — preguntó de pronto—. Ávalon me llamó.

—¿Ah sí? ¿Y qué te dijo? —Traté de disimular lo mejor posible, ahora Ávalon me desagradaba también.

—Me dijo que lamentaba no haber ido a nuestra cita, pero que podíamos reprogramarla para después de mi cumpleaños.

Sonreí forzadamente pero ella estaba tan emocionada que ni siquiera lo notó. Pasó todo el camino hablando de él y de lo increíble que sería su cita, y a pesar de que yo misma la había ayudado a prepararse para la cita anterior realmente no quería que fuera a esta. Ahora que sabía que a Harry le gustaba Gwynaeth, no podía evitar notar la manera en que la miraba, y tampoco podía entender cómo mi amiga pelirroja no lo notaba.

—Así pasa —me dijo la abuela Aileen mientras le contaba todo lo sucedido—. A veces estamos tan enfocados en una cosa que no nos damos cuenta de que nos estamos perdiendo de algo maravilloso.

—Tengo un mal presentimiento acera de Ávalon, abuela.

—¿Cómo es eso? —preguntó colocando las rebanadas de papa en su caldo.

—No lo sé. Siento que Gwynaeth no debería ir a esa cita.

—Ya veo.

—Harry es para ella, yo lo sé. Si empieza a querer demasiado a Ávalon todo se arruinará.

—Lindsay, querida. Si Ávalon es o no para ella, o si Harry es o no para ella, es algo que Gwynaeth debería decidir sola —expresó con serenidad.

—¿Y si le rompen el corazón?

—Bueno, para eso te tiene a ti, ¿no es así? —dijo llevándose una cucharada de su caldo a la boca para probarlo—. Las amigas no toman las decisiones por uno. Sólo están ahí para cuando te das cuenta de que acertaste o te equivocaste.

Tomé la tetera que estaba lista y la llevé a la mesa, mientras que la abuela llenaba los platos y los dejaba listos para que yo los acomodara en el comedor. Regresé y ella estaba agregando un poco de especias a los platos, así que esperé a que terminara y con los ojos bien puestos en el rico caldo, camine a la mesa junto a la abuela para comenzar a comer.

Ese día llamó a la mamá de Gwynaeth para organizar, por fin, el festejo de nuestro cumpleaños dieciocho.

Cumplir dieciocho es una curva muy importante en esa extraña montaña rusa de la que les hablé al principio. Para mí, es justamente el último asenso de la montaña, la sensación de estar en la parte más alta y contemplar tu propio esplendor y, vaya, eso de sentirse invencible llega como bomba en aquel momento.

Creo que me sentía de esa manera aquella mañana cuando la abuela Aileen abrió sigilosamente la puerta de mi cuarto con la esperanza de que yo no estuviera despierta. Por supuesto que decidí entreabrir los ojos con la curiosidad de descubrir qué es lo que sucedería en mi cumpleaños, y algunas lágrimas se escaparon al ver las arrugadas manos de mi abuela colgando carteles y prendiendo las velitas de un rico pastel de manzana.

Cuando salió de la habitación, quité las pesadas cobijas de mi cuerpo y me puse unas pantuflas y una sudadera para admirar la obra de mi abuela.

Las gotas de lluvia golpeteaban el vidrio a plena mañana y amenazaban la vista de un espléndido cartel que recitaba "Feliz cumpleaños, mi pequeña Lindsay". Sonreí poco a poco al ritmo que el calor de las velitas alcanzaba mi rostro.

Libélula: En busca de buenos amigos. ✨Where stories live. Discover now