Doce.

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¿Un álbum de fotos creativo? Me negaba rotundamente a tener que hacer alguna de esas cosas con macarrones que implicaban la "creatividad", según el señor Murray.

—No, no, no —contestó él sonriendo—, pero qué bueno que lo preguntas... ¡Atención clase! —Todo seguía siendo exactamente el mismo desorden que antes y ni una cabeza se giró a escucharlo—. ¡Su compañera, Lindsay, tuvo una muy buena pregunta! —Su voz apenas sobresalía entre el escándalo de todos—. ¡No, no me refiero a que su proyecto sea un álbum físicamente creativo! ¡Yo les proporcionaré un álbum estándar, lo que necesito es que todas sus fotografías sean creativas y originales! ¡Elijan un tema, así será más divertido!

Sí, creo que el único que no sabía que aquella clase era una basura era el señor Murray. Cuando caminaba de regreso a mi lugar, todos comenzaron a reírse, y nuevamente tuve esa horrible sensación de duda: ¿Se reían del proyecto? ¿Del señor Murray? ¿O de mí?


—¿Un álbum creativo? —preguntó Gwynaeth durante la lección de esa tarde,

—Sí. Ni siquiera tengo una cámara.

—¿Qué me dices de la de tu celular? —Saqué mi Xperia Mini y ella lo tomó emocionada. A esa chica le fascinaba esa cosa.

—No es la mejor cámara del mundo.

—¿Tienes otra opción?

Gwynaeth tenía razón, últimamente ese era el asunto: "No tener otra opción". Y justo cuando tenía otras opciones (como la lista de libros de la señora Anderson) entonces es cuando tenía que elegir lo "correcto" reduciéndose de nuevo a una sola opción.

Así pasó con "El jardín secreto". Estuve aproximadamente una hora haciendo que Gwynaeth me explicara por qué no podía elegir algo de otra autora.

—Frances Hodgson Burnett era americana nacida en Gran Bretaña. Es perfecta para ti. Además, es un libro para niños, es mucho más sencillo de leer que una obra clásica.

Recorrí mi habitación dando vueltas y vueltas alrededor del librito verde. Nunca me había gustado leer, ya lo había dicho, pero no fue hasta ese momento que entendí que realmente lo detestaba. Sentía una presión en el pecho. A pesar de que Gwynaeth me dijo que un semestre era demasiado tiempo para terminar un solo libro, no podía mirarlo siquiera. Recordé entonces que la señora Anderson me dijo que si llevaba un adelanto del ensayo sobre "El jardín secreto" contaría como proyecto "entregado a tiempo". Entonces me tumbé nuevamente en la cama y abrí el estúpido libro.

Me pasé un buen rato leyendo y un fuerte trueno me indicó que era hora de dormir. Últimamente mi rutina se había vuelto muy apretada. Iba al instituto, Gwynaeth me esperaba en la puerta, la acompañaba a repartir la leche, tomábamos la lección y, dependiendo de cuánto tardáramos a veces me quedaba a cenar en su casa. 

Su madre era muy callada, pero resultaba mucho más agradable que la mía. Fue un día que veníamos de regreso en el autobús que le pregunté acerca de ella.

—¿Qué es lo que hace? —pregunté de repente.

—¿Quién?

—Tu madre.

—¿Te refieres a su trabajo? —Y asentí con la cabeza—. Bueno, ella prepara comida. Es cocinera en un restaurante muy sencillo del pueblo. Me parece un sitio único.

—Nunca hemos recorrido Pirefough.

—Como si hubiéramos recorrido ya Edimburgo —rió ella—. Podemos visitarlo luego.

Libélula: En busca de buenos amigos. ✨Where stories live. Discover now