Capítulo 67

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1965

A pesar de saber que aquello era lo que tenía que hacer, hubo instantes, mientras esperaba a que el momento llegase, en los que Victoria incluso llegó a plantearse en dejar que su cobardía le ganase terreno a la poca valentía que sentía que tenía y continuar viviendo alejada y escondida de la realidad. Sin embargo, cuando eso ocurría se miraba al espejo y se decía que se debía a sí misma plantar cara a sus miedos de una maldita vez. A sí misma y a Alex, quien ignoraba por completo lo que Victoria estaba a punto de hacer. Victoria había decidido no decirle nada a Alex no porque no confiase en él, si no porque sabía que, si Alex se enteraba de sus planes, trataría de convencerla de que se echase para atrás. O, mucho peor, trataría de asumir las consecuencias él mismo. Pero aquello era algo que la involucraba tan solo a ella; además, nunca había dejado que ningún hombre plantase cara por ella, y mucho menos estaba dispuesta a hacerlo ahora, fuese Alex o no.

Así, Victoria pasó el día sumida en una continua angustia, con el estómago retorcido y palpitaciones en el pecho, hasta que finalmente se dijo a sí misma que, quedándose en casa no hacía más que aumentar su nerviosismo. Por ello, finalmente decidió ir al lugar de encuentro antes de lo previsto. Antes de salir de su casa, apartó levemente la cortina de la ventana de su cuarto y miró al otro lado de la calle. Una cálida sonrisa se expandió en su rostro cuando vio a Alex sentado en su escritorio con un libro delante, las manos a ambos lados de la cabeza, los codos apoyados en el escritorio y una expresión absorta en su rostro. Aquella era la imagen que Victoria quería guardase en la mente como un tesoro para el resto de la tarde, para que le diese fuerzas y valentía.

Porque sabía que, desde luego, las iba a necesitar.

***
Victoria estuvo esperando en la parte más abrupta y aislada de la playa de Hollyville durante una hora aproximadamente, los nervios a flor de piel y la sensación de que, con cada segundo que pasaba, su corazón latía más furiosamente. En el espacio de tiempo en el que esperó, sintió un nuevo y renovado odio hacia sí misma por dejarse llevar por aquella sensación de angustia, por aquella cobardía y por aquellos pensamientos intensivos que no paraban de repetirle que debía tener miedo.

Ella nunca había tenido miedo, y no tenía por qué empezar a tenerlo ahora.

El problema era que ahora el miedo había comenzado a inundarla porque al fin tenía algo que perder. Alex lo era todo para ella y era precisamente el pensamiento de perderle lo que la hacía tener aquel miedo que parecía curvarse alrededor de sus huesos y penetrarle hasta el alma. Eso si creyese en el alma, claro.

Sin embargo, sabía que debía hacer aquello, sabía que debía aplacar sus miedos y enfrentarse a la persona que les ponía voz y rostro. Debía hacerlo por Alex, por tratar de salvar por todos los medios lo que tenía con él, aquello tan maravilloso que sentía que no se merecía, pero por lo que estaba dispuesta a luchar.

Así, fue precisamente cuando se convenció a sí misma de que no debía dejar que su miedo ganase la batalla que escuchó su nombre a su espalda.

Y, cuando se giró, el corazón pareció congelarse dentro de su pecho al ver a John a unos metros de ella.

El momento había llegado. Debía enfrentarse a sus miedos y plantarles cara fueran cuales fuesen las consecuencias.
***

Diez minutos después ambos se encontraban sentados sobre la capota del caro coche de John, observando el mar revuelto y negro, las bravías olas rompiendo con una fuerza casi sobrenatural contra las rocas y la orilla. El cielo de mostraba cada vez más oscuro y nublado, hasta el punto de que en ciertos momentos parecía el fin del mundo.
De momento, ambos habían permanecido en silencio. John no sabía para qué le había pedido Victoria que se viesen, pero ella estaba segura de que él creía conocer sus intenciones. Sin embargo, nada podía esperarle para lo que estaba a punto de descubrir.

Warrior | l. t. |Where stories live. Discover now