Capítulo 51: Ella te despreciaba

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Me envolví en la bata de baño mientras comenzaba a secar mi cabello.

- Respondeme, Madeleine, dime algo... No quiero que estés enojada conmigo - me pidió Erik del otro lado de la puerta.

Salí del baño y lo encontré sentado en nuestra cama.

- ¿Qué quieres que te diga? - pregunté con expresión de aburrimiento mientras buscaba mis cigarrillos, pasando por su lado sin mirarle.

- Dime qué te sucede. No puedes haberte enojado sólo por mi olvido - me reclamó. Encendí mi cigarrillo y me recosté en el otro extremo de la cama. Lo pensé un momento.

- Pues sí. Me molesta que sigas pensando en ella, que la veas como una santa, me molesta que la ames - respondí con seriedad.

Examiné su rostro y él no atinó a decir nada. Yo esperaba que me mintiera, yo esperaba escuchar un "te amo" aunque fuese falso.

- Soy yo la que está aquí... - traté de mantener la calma pero me levanté llena de furia y celos, gritando lo que pensaba - ¡Ella te prometió "por la salvación de su alma" que se quedaría contigo! Y se fue... Tú me dijiste una vez que importa lo que haces y no lo que dices... ¡Y ella se fue! ¡Ella se fue! Y yo, yo, que no prometí nada a nadie, que no me llené la boca de palabras sin sentidos, me quedé. ¡Me quedé contigo, maldita sea!

- Lo sé, Madeleine, lo sé.

- ¡TÚ NO SABES NADA! - en ese punto, comencé a llorar con histeria y caminar más rápido por toda la habitación - ¡Tú no sabes nada! Y la amas a ella y me ves como si yo fuese...

- ¡No! - exclamó Erik con voz autoritaria - No digas mentiras.

- ¡Eres un maldito! - me detuve en frente suyo mirándolo con rencor - No voy a casarme con un idiota enamorado de otra mujer, ¿entiendes? ¡No voy a casarme contigo! Estás aquí porque soy lo único que te queda, soy tu última oportunidad de tener una familia. ¡Pero no voy a casarme contigo porque amas a Christine!

Me miró con tristeza y bajó la vista. Yo estaba muy enojada.

- Y deseo, con toda mi alma, que se pudra en el infierno por mentirte, por jugar contigo - casi que escupí esas palabras.

Erik se levantó despacio y pasó por mi lado. Le seguí con mis ojos y se detuvo en el umbral de la puerta, casi a punto de salir del cuarto.

- Nunca te consideré como una opción. Yo quería morir, ¿recuerdas?, yo quería que te fueras con el D'Azur y te pedí que huyeras cuando pensaba volar París - replicó con la voz quebrada.

- ¿Ves? ¡Todo el tiempo buscabas deshacerte de mí! Todo el tiempo tú...

Erik se giró con rapidez y me tomó de los brazos con fuerza. Tenía lágrimas en sus ojos y me sacudió con fuerza.

- ¡Ya basta! - gritó. Me soltó y caí sobre la cama. Le miré asustada y me hice pequeña en mí lugar -¡Siempre he intentado cuidarte! ¡No he hecho más que cuidarte! ¿Por qué crees que pasó lo de Marius? ¡Porque sabía que te iban a encontrar y no quería verte colgada!

Con sus ojos brillando de ira, salió de la habitación dando un portazo. Sentí que giraba la llave y comprendí que estaba encerrada. Me levanté y corrí a la puerta, comencé a golpearla con fuerza.

- ¡Abre la maldita puerta! ¿Quién te crees que eres? ¡Déjame salir!

- No vas a salir hasta que te calmes - explicó con serenidad. Sentí sus pasos alejarse por el pasillo.

- ¡No soy ella! ¿Entiendes eso? ¡No puedes encerrarme y creer que me quedaré a esperar que me liberen! ¡Voy a salir y lo lamentaras cuando te encuentre!

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