Capítulo 17: Lo inmoral

278 28 15
                                    

Cuando la casa estuvo terminada, comenzamos a convivir juntos. A Antoine parecía disgustarle a veces mi presencia pero Alice siempre lograba hacerle cambiar de opinión. Era frecuente oírla adularme y sentirse agradecida hacia mi supuesta madre que, según su fábula, ayudó mucho a su familia durante la época de la pobreza. Alice era una mujer muy manipuladora y siempre lograba lo que quería, sobretodo con Antoine.

Los niños me adoraban y solía llevarlos a pasear al pequeño bosquecito que quedaba cerca del río, donde Erik y yo solíamos vivir. Siempre les hacía regalos y les preparaba pasteles para sus cumpleaños.

Una mañana, al entrar en el comedor dispuesta a desayunar, noté que Alice y Antoine estaban muy concentrados en su conversación. Apenas si me miraron cuando me senté y les saludé.

- ...y dicen que sus ojos son como dos brasas que sólo brillan en la oscuridad. - explicó él con voz misteriosa y susurrante a mi hermana que le miraba escéptica.

- A mí me dijeron que sus ojos son dorados - discutió ella.

- Como sea - respondió Antoine agitando la mano con impaciencia mientras mordía un gran trozo de pan - Lo importante es que no tiene nariz.

- ¿De qué hablan? - interrumpí al oír eso.

- Del fantasma de la Ópera - explicó Alice sin darle importancia.

- ¿Quién es ese fantasma? - pregunté intrigada.

Antoine se acomodó en su asiento, adoptando la pose de quien sabe un gran misterio, lo que provocó que Alice pusiera los ojos en blanco.

- Es un ser cuyos ojos brillan como llamas en la oscuridad, no tiene nariz y viste siempre de negro, con una capa larga. Dicen que se mueve por toda la ópera sin hacer ruido y que su cuerpo es como una calavera. Hace desaparecer cosas y le encantan las bromas... - terminó en un susurro.

- ¡Vaya! Eso si que asusta - comenté riendo.

- Pero tú no crees en esas cosas, ¿verdad Antoine? - sondeó mi hermana esparciendo un poco de manteca en una rodaja de pan.

- Es inútil creer en esas cosas... Por lo general son trucos o historias inventadas por los directores para atraer más personas - expliqué pensando en Erik y sus ojos de llamas.

- Exacto - asintió Alice - Debes prometerme que olvidaras esos cuentos y que no vas a tratar de buscar o averiguar más cosas del fantasma, ¿me lo prometes?

Alice miró a su esposo con cariño, sus ojos grises abiertos con devoción hacia él. Sentí un poco de nerviosismo al imaginar a ese hombre tratando de descubrir los secretos de Erik. Recordé la sirena en el fondo del lago y palidecí.

- Claro que sí, todo sea para complacer a mi princesa - respondió con galantería, besando lentamente la mano de mi hermana.

Antoine se retiró a la tienda y yo me quedé con mi hermana. Ese día decidí no trabajar, no me sentía muy bien. Mi garganta comenzaba a fallarme y mi cabeza me dolía demasiado.

- Alice... ¿Cómo sabe Antoine de ese fantasma? ¿Lo vio? - pregunté con calma.

- Una de las bailarinas le contó esa historia y ahora él y otros hombres quieren buscarlo. - me explicó preocupada.

Asentí en silencio. En ese momento, entraron los niños a desayunar. Llenaron rápidamente el salón con sus vocecitas y sus risas. Yo les hacía reír aún más pero no podía quitarme una cosa de la cabeza...

Cuando vivía en la Ópera, era normal ver que los hombres persiguieran a las mujeres del cuerpo de bailarinas con propuestas amorosas, promesas falsas o cosas de una noche. La gente solía considerar mujeres de mala vida a las bailarinas, actrices y cantantes aunque la culpa solía ser de los hombres que las buscaban y las llenaban de halagos hasta que ellas se rendían y cedían a los pedidos.

Lo que digas  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora