Capítulo 42: Cómo matar a un Conde

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Salté a tierra firme y miré a mi alrededor. ¿Qué se suponía que debía hacer para calmar a Erik? Ahora me sentía menos segura. Suspirando, me quité la máscara y la guardé en mi bolsillo. Llevaba muchas cosas en él...

- ¿Hola?

De un salto, me di la vuelta y puse mi mano sobre el arma. No sabía usarla pero podía aprender. El hombre que estaba allí debía tener unos escasos años más que yo y se asomaba por la bendita puerta de reja.

- ¿Eh... Sí? - pregunté estudiando el lujoso frac hecho a medida.

Algún tipo de importancia debía tener ese tipo, cuyo rostro me sonaba familiar. Un timbre sonó cuando él abrió la puerta. Tragué saliva y retrocedí.

- Estoy... Buscando a... ¿Qué lugar es este? - se rascó la cabeza con miedo en sus ojos.

- Bueno, éstos son los cimientos de la ópera - expliqué y sentí que algo se sumergía en el lago - ¿Qué busca aquí? Esta zona es restringida - esperaba que se disculpara y se fuera.

- Eh... Yo busco a un hombre, me dijeron que suele andar por aquí. Su nombre es Erik.

- No sé de quién habla, señor...

Hice una pausa para que él me dijera su apellido pero no lo hizo. Se acercó a mí de manera amenazante.

- ¿Y cuál es su nombre? ¿Acaso usted es el tan nombrado Erik?

- Mi nombre es Marius Fontaine, soy el arquitecto de ésta magnífica obra - respondí con arrogancia.

- ¡Por favor! Todos saben que el arquitecto es Charles Garnier - se burló con sorna mientras mi rostro se endurecía. ¿Quién demonios era ese estúpido? Seguro era un conocido de Garnier.

- ¿Quién vive en la casa? - preguntó el tipo.

Un murmullo ascendió de las profundidades del lago y supe que debía dejar que las cosas tomaran su curso natural.

- Suba a ese bote y descúbralo, yo sólo vine a revisar la humedad de las paredes.

El hombre sacó un arma y me apuntó con ella mientras subía al bote.

- Un movimiento y es hombre muerto, Monsieur Fontaine - se burló comenzando a remar con dificultad.

Vi a Erik surgir de entre las aguas y me arrojé al suelo. El hombre quiso dispararme pero Erik le volteó del bote y comenzó con su trabajo. Corrí a refugiarme en la oscuridad, pegando mi espalda contra la pared del cuarto de los espejos. Lloraba en silencio, abrazada a mis piernas.

Veía cómo Erik asfixiaba a ese pobre infeliz y recordaba la primera vez que Alice mató a un hombre. La primera de muchas...

Lo mató porque ese tipo había intentado atacar a una niña. La pequeña gritaba por auxilio y fue cuestión de minutos para Alice entrar en esa maldita casa y ahorcar al hombre con el pañuelo de seda que él siempre llevaba en el cuello. Alice tenía 17 años y yo, cerca de trece, siempre estábamos juntas. Resultó que el hombre era un terrateniente importante y mi padre, para evitarse líos con la Policía, nos echó usando la excusa de no poder mantenernos, quedando entre nosotras, papá y el muerto el secreto, la verdad.

Me tapé los oídos porque sentía los sonidos guturales que hacía la presa de Erik en su intento por sobrevivir. Entonces escuché que alguien mantenía una conversación del otro lado de la pared.

Sollozando, pegué el oído a la pared. Reconocí la voz gruesa y el acento extranjero del Daroga. Había un muchacho con él y hablaban con Christine, aunque su voz no llegaba hasta mí. Fue fácil comprender que el persa y Raoul de Chagny estaban en el cuarto de los espejos para rescatar a Christine. Me puse de pie muy lentamente y caminé hacia Erik, que arrastraba el cuerpo hasta la orilla.

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