1. Cambiemos El Hipotálamo Por Un Corazón.

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Sam estaba sentado en la cocina del búnker sin tomar mucha importancia a lo que estaba pasando a su al rededor ¿Cuándo había tenido un día sin ocupaciones?

—¡Hola Sam!

Esa voz.

Sam se dio vuelta de una forma que casi rompía su cuello, casi que parecía la actriz de La Exorcista. Frente a el estaba ese Arcángel tan travieso que una vez había causado tantos problemas ¿estaba viendo mal? Eso debía ser una broma por parte de Dean.

—¿Qué te pasa Alce?—. Pregunto el Trickster al tiempo que se paraba sobre la mesa, siempre con una sonrisa, claro.

Sam apenas reaccionó para gritar horrorizado, ¡Gabriel había vuelto, Santo Chuck!

Mientras Sam se limitaba a gritar horrorizado, Gabriel no había podido contener sus carcajadas. Pero se detuvo cuando escuchó que cargaban un arma a sus espaldas.

—¡Ardilla!—. Exclamó extasiado el Arcángel mientras se daba una vuelta para enfrentar al chico rubio

—Tu, jodido hijo de perra—. Maldijo Dean con los dientes apretados

—Eres tan inteligente con lo que a insultos respecta—. Gabriel rodo los ojos mientras se bajaba de un salto de la mesa

—¡No te muevas!—. Grito Sam que al fin había reaccionado tomando un inútil cuchillo de cocina, ¿pero quien podía culparlo por estar tan distraído? El rostro de Gabriel era demasiada distracción.

La sonrisa del Arcángel se ensancho aún más -si eso era posible- cuando vio a Sam con el cuchillo.

—Oh querido Sam, pensé que tu y tu hermano eran más inteligentes. Ahora bien, ¿dónde está mi hermanito?

—¿Por qué te diríamos donde está Cass?—. Espeto Dean, molesto

—¡Que ternura!— La sonrisa del Arcángel se volvió arrogante—. ¿Sigues enamorado de mi hermano y no se lo has dicho?

Dean habrio su boca y sus ojos con algo de molestia y algo de nerviosismo mientras el Arcángel movía sus pestañas con inocencia.

—Gabriel— Llamo con nerviosismo Sam, lo que hizo que Gabriel se volviera a el con una de esas sonrisas dulces que una vez le había visto—. ¿Qué haces aqui?

—¡Perdonen mis modales!— Grito, como si hubiera cometido un terrible error—. Les vine a traer un pequeño regalo

—Los Ángeles no dan regalos—. Murmuró Dean entre dientes

—Por eso soy un Arcángel, estúpido— Se dirigió desdeñoso hacia Dean—. Así que les traego este presente pero quiero ver a mi hermano

—¿Qué interés tienes en Cass?—. Volvió a preguntar el mayor de los Winchester

—Lo extraño— Admitió Gabriel mirando hacia el suelo, como si hubiera olvidado algo—. Tu también extrañarias a tu hermano, ¿cierto?

—Cass—. Murmuró Dean con los ojos cerrados, meditando si debería llamarlo

—Dean—. Escuchó la voz de su querido Ángel frente a el.

Cuando Dean abrió los ojos tuvo que bajar su mirada para poder contemplar con detenimiento esos ojos azules tan preciosos que lograban llegar a sacarle todos los pensamientos de un golpe certero al cerebro.

—¡Cass!

La voz del Trickster se escuchó por todo el búnker al momento que se tiraba sobre su hermano menor para abrazarlo.

—¿Gabriel?— Exclamó entre sorprendido y triste mientras aceptaba el abrazo de su hermano—. ¿Qué haces aqui? ¿Tú no estabas...?

—¡Olvidemos eso!— Exclamó separándose del abrazó—. Les traego un regalo ¡Ven aquí bonita!

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