forty eight

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Zayn

— ¿Ya? —le grito desde su salón aflojándome la molesta corbata.

No me puedo creer que tenga que llevar traje de nuevo. Tanto Louis como Zoe me obligaron a ponérmelo porque a las óperas hay que ir vestido elegantemente y no en chándal, como pretendía ir. Sería mucho más cómodo que un traje, pero ya comienza a no desagradarme tanto, así que lo dejo estar.

— ¡Un momento! —exclama mientras oigo como corre de un lado a otro con rapidez.

Resoplo pesadamente por el aburrimiento que supone tener que esperar a que se arregle por completo. Quedamos en que pasaría a buscarla y nos iríamos directamente hacia la puta ópera, pero cuando me abrió la puerta, no me hizo falta mirarla dos veces para saber que se había quedado dormida. Además, el pijama que llevaba y que Luke pasara por mi lado diciéndome que se iba de fiesta y que cuidara de la muerte ayudaron a corroborar mi hipótesis.

La verdad es que tampoco me sorprendió mucho. Es April, y April nunca cumple con los horarios por mucho que lo intente. Por eso me presenté en su apartamento una hora antes de lo que acordamos, porque sabía perfectamente que se olvidaría y que llegaríamos tarde. La conozco mejor de lo que se piensa. Y, aunque ir a la ópera no sea mi plan favorito, sé que a ella le encanta y no quiero que se lo pierda por ser un desastre con los horarios.

A pesar de que me adelanté a nuestra cita, estaba tan dormida que dio por hecho que ya era la hora al verme en la entrada de su apartamento, dando lugar a que se pusiera como loca pidiéndome perdón por haberse quedado dormida. Después, se fue por el pasillo corriendo mientras se iba quitando el pijama y me gritaba por qué se quedó dormida. No me dejó tiempo para poder decirle que no llegábamos tarde pero, por lo menos, disfruté de las vistas mientras iba por el pasillo medio desnuda.

— ¿Cómo estoy? —en cuanto oigo su voz cerca de mí, me giro para verla.

Me resulta tan adorable que haga poses para mí, para que la pueda ver mejor que es casi imposible evitar que una pequeña sonrisa aparezca en mi rostro. El vestido blanco que lleva le sienta más que de maravilla, está preciosa. Siempre lo está, pero esta noche lo está especialmente. Hasta un peinado totalmente improvisado —su pelo está recogido por unas pinzas grandes; algunos mechones rubios se han quedado sueltos y le adornan su rostro— le queda jodidamente bien. Lo tiene todo... Más bien, yo lo tengo todo al tenerla en mi vida.

— Estás guapísima, preciosa —le sonrío como un gilipollas embobado. Lo que soy.

— No me mientas —advierte nerviosa mientras estira más el vestido en un intento por quitar todas las arrugas de la tela. Aunque yo no veo ninguna.

Alzo una ceja ofendido.

— No te miento, ¿cuándo te he mentido yo? Estás preciosa —repito de nuevo—. Aunque te falta una cosa —puntualizo fingiendo seriedad mientras meto mis manos en el bolsillo del pantalón del traje.

— ¿El qué? —inquiere con curiosidad y con cierto recelo, cosa que me divierte. No sé por qué desconfía de mí, no es que le vaya a entregar una bomba o algo así. Al contrario, voy darle el regalo más caro que he hecho en toda mi vida.

— Esto —digo a la vez que saco el collar que le he comprado y que me ha costado un riñón, literalmente. Incluso me hubiera dolido menos tener que renunciar a un riñón que pagar el collar.

Quizá tendría que habérselo entregado con su caja correspondiente, pero hubiera parecido una proposición o algo más serio y tampoco quiero eso. Es simplemente un regalo y mi forma de decirle gracias por todo lo que ha hecho por mí, que no ha sido poco. El presupuesto se me ha ido bastante porque he tenido que recurrir a mis ahorros, pero no importa. Es para ella, así que no importa.

She » z.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora