El calor en el invierno

Începe de la început
                                    

Nathaniel pensó que aún sin los dos ojos le seguiría amando hasta el fin de los tiempos. Seguiría allí aunque este estuviera ciego y sordo. Sería su guía aunque lo único que recibiera a cambio fuera el derecho de poder tomar su mano para evitar que cayera.

— ¿Cómo? ¿Tu cara se puede tornar aún más fea?— a pesar de todo le dijo el delegado, porque podía estar muy enamorado pero perder la oportunidad de molestar a su pelirrojo no estaba a discusión.

Castiel fruncio aún más el seño y reprimio un puchero. Pero aunque no lo mostrará Nathaniel claramente pudo ver debajo de esa máscara de chico rudo que el otro tenía y sonrió encantado por molestarlo. Cosa de la que el ojigris se percató.

— ¡Ves! Eres malvado, hay pura maldad contenida en tu interior,— el guitarrista se acercó un poco más, para luego deslizar con cuidado uno de los rubios mechones detrás de la sonrojada oreja de Nathaniel— eres un pequeño engendro del mal con carita de ángel.

Estaban tan cerca que podían verse reflejados en la pupila ajena. Solo un movimiento pequeño separaba a Nathaniel de besarlo y así saciar esa sed que tenía de él. Pero no lo haría, porque era mejor tener el consuelo de ver el mar aunque nunca te puedas sumergir en él a morir con la angustia del desierto.

— ¿No creé que se esta juntando mucho con Lysandro señorito Castiel? Esas frases son muy típicas de él— respondió finalmente el rubio en un susurro. No era necesario elevar la voz cuando estaban tan cerca.

— ¡Diablos talvez si! De tanto escucharlo presumir de su "ángel de ojos azules" creo que empiezo verle alas a todo— bromeó en respuesta el chico rebelde pero seguía sin separarse, hablando en voz baja como si estuviera compartiendo un secreto íntimo con el contrario.

— Bueno me imagino que cuando tienes la dicha de estar así de enamorado solo piensas en presumir.

— O Lysandro es un romántico sin remedio.

— O es un anticuado.

— O es extraterrestre.

— O talvez Lysandro solo llegó en mal momento— se escuchó la voz del albino haciéndolos alejarse de golpe cuál imanes homogéneos.

Ambos chicos se voltearon para encontrar a su amigo de ojos bicolor observarlos desde la puerta del sotano con una ceja en alto y los brazos cruzados en pose de "los pille malditos".

— Solo bromeabamos Lys— se disculpó con una risa nerviosa el pelirrojo con su mejor amigo.

— Si, solo estábamos jugando— le apoyo de igual manera el delegado.

— Hum... claro, por supuesto — el albino se deshizo de su pose amenazante pero les siguió mirando con interrogación, el presentía que algo raro estaba pasando entre esos dos.

— Ummm ¿Y qué haces aquí amigo? Creí que tu y Armin saldrían esta tarde— indago Castiel un poco más seguro.

— Su hermano estaba triste así que le sugerí que mejor se quedará a consolarle, entonces decidí aprovechar y venir a practicar un poco pero si interrumpo algo...

— ¡No! Para nada,— respondió más rápido de lo usual Castiel— es más talvez me puedas ayudar a sobrevivir a los ataques asesinos de baquetas de este idiota.

— Gracias pero soy un hombre casado, tendrás que resistir solo amigo, Armin no puede enviudar tan joven— respondió con más seriedad de la que ameritaba el victoriano.

— Tranquilo Lys, solo usaré de blanco al idiota. No quiero hacer llorar a Armin— le siguió el juego con la misma seriedad el ojidorado.

— ¡Hey!— se quejó Castiel haciendo que sus dos amigos se rieran con fuerza.

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— Es rápido aprendiendo— comentó Lysandro a su amigo pelirrojo más tarde cuando el delegado se retiró para ir a hacer sus deberes.

— Si, esa cabecita suya es muy capaz— respondió con algo de orgullo impregnado en su voz el otro mientras ajustaba las cuerdas nuevas de su guitarra.

— Si, aunque hay algo que me parece muy curioso.

— Umm ¿Qué?.

— Nunca vi que fuera necesario que un instructor se acercara tanto a su alumno para enseñarle— le picó con tono insinuante el albino. Aparentemente Armin se había vuelto una mala influencia en eso de dar indirrectas muy directas.

— Es solo que entré más cerca más posibilidades tengo de evitar que me mate con sus baquetas— se excusó el ojigris.

Sin embargo Lysandro pudo detectar ese casi imperceptible sonrojo que apareció en su mejillas. Pero no le molesto más. Sabía que su amigo necesitaba tiempo para aclarar sus sentimientos. Solo esperaba  que Nathaniel pudiera resistir ese tiempo.

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Me alegra que aún sigan leyendo la historia, a pesar de que mi salud y mis estudios me impidan actualizarla tan seguido. Gracias por eso. Ustedes son geniales.

El Delegado Y El GuitarristaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum