Capitulo 9

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Hay un momento en la vida en el que sabes que todo va a cambiar. Te sientes desesperada y asfixiada con lo que te rodea y todo parece irreal, como si estuvieses atrapada en el mismo sueño una y otra vez. Sabía que, en algún momento, todo lo que viví tendría que aparecer, sabía que, si quería escapar finalmente de todo, tendría que desaparecer o hacer que desapareciera. El recuerdo de la nota con el ramo de flores me dijo firmemente que debí haber desaparecido hace mucho tiempo, pero que no tuve la valentía para hacerlo, quería seguir, pero de nuevo me siento atrapada y sin salida. Esperaba que llegaran más notas después del ramo o que se presentara en algún momento en mi puerta. Quería decirle la verdad a Alejandro, pero no encontraba la manera, me dejaría en cuanto la supiera. A pesar de continuar como siempre, mi mente me atormentaba, observaba a cada persona a mi alrededor, sabía que él estaba allí esperando, pero no sabía dónde, ni cuando decidiría salir, ¿por qué aún no había llegado a mi puerta reclamando que regresara con él? ¿Que estaba esperando? o ¿es que ya no tenía el mismo poder de antes?, sea lo que sea, no había llegado aún a buscarme. Para que esperar tanto, no entiendo que quiere de mí. Se que estaba escondido en algún lugar, esperando, riéndose de mi sin que lo pueda ver.

Encontré la manera de disimular mi nerviosismo, pero en mi mente, cada vez crecía aún más el pánico. Mi imaginación había creado un estado recurrente donde pensaba que cada ve que la puerta se abriera o que alguien cruzara por mi lado en la calle me encontraría con él. No hablaba con Alejandro, escapa cada vez que podía de cualquier pregunta que pudiera hacerme, notaba en sus ojos la preocupación y la duda.

Cuando volví al trabajo tuve que enfrentarme a otra realidad, lo que había pasado con Veronica no podía ser olvidado de un día para otro, así que tenía que aclararlo.

- Hola belleza – Verónica me recibió con un abrazo y una extraña alegría

- Hola... creo que... - ella me puso un dedo en los labios haciendo que callara

- No digas nada

Bajo el dedo desde mis labios pasando por la clavícula y luego por el camino entre mis senos que, por suerte estaba protegido por la tela de la camisa que tenía puesta. Su caricia llevo un escalofrió hasta la parte baja de mi vientre. No entendía que pasaba con esta mujer, se supone que yo estaba feliz con Alejandro y a pesar de lo que estaba pasando, nunca querría dejarlo, tenia que aclararle esto a Verónica antes de que pensara en cualquier otra cosa. Antes de poder decirle algo nos llamaron la atención para que comenzáramos el trabajo. Deje que la mañana pasara sin cambios, por suerte Verónica ya se encontraba en otro escritorio y no intento algo más. De alguna manera se escapo a la hora del almuerzo, salió de la oficina y no la vi hasta casi el final de la jornada. Una vez más en el baño, intente hablar con ella y le restó importancia al asunto

- Tranquila preciosa, solo fue algo que paso y que... tal vs... pueda seguir

- Pero es que tu no entiendes yo...

- ¿No te gusto? – me interrumpió

No supe que responder.

¿Me había gustado?, sí. ¿Era correcto?, no. ¿Quería seguir con eso?, no estaba segura.

- Ese no es el punto – ella soltó una risita dulce, mientras mordía una de sus uñas perfectamente arregladas – yo estoy con alguien... debes entender que no pode... puedes hacer eso... yo lo amo y quiero seguir con el... no sé cómo explicarte eso

- ¿No te gustan las chicas? – otra vez sin palabras, se acerco a mi y me acorralo contra la pared – creo que tienes aun la duda – no pude evitar que me besara o mejor dicho no quise evitar que lo hiciera, con su mano en mi trasero, mi corazón y mi parte baja palpitaban incontrolablemente, cuando se separo de mi hable con voz débil

- Yo lo amo y no quiero dejarlo – su risa inundo de nuevo mis oídos

- No me importa compartir – me guiño el ojo y se fue

Mi cabeza aun daba vueltas, las cosas estaban llegando a un límite. Necesitaba desahogo. Esa tarde al llegar a casa Alejandro estaba esperando en la sala, la tensión que derrochaba se podía sentir a kilómetros, las luces estaban apagadas, pero podía observar claramente su figura en el sofá de la sala, la luz de la ventana se filtraba y solo iluminaba su perfil, en la mesa una botella de cerveza destapada me confirmaba que algo no estaba bien.

- Hola... - dije nerviosa – llegaste temprano – él no me respondió, solo asintió – ¿está todo bien? - Me acerque al sofá lo suficiente para verlo, pero no tan cerca para que me tocara

- Siéntate Angie – su voz era demandante así que obedecí. Tome asiento frente a él del otro lado de la mesa – voy a ser directo y necesito que seas honesta, creo que ya hemos pasado por mucho y no pensé que debía repetir esto

- ¿A qué te refieres? – no quería mentirle, pero como se supone que tenía que decirle lo que estaba pasando

- Angie, solo lo diré una vez, dime ¿qué está pasando? – se inclinó hacia mi - ya esta situación me tiene al borde de la locura, no duermes, no me hablas, te cierras, no... dejas que te toque, ¿qué pasa?

- Yo...

Perfecto. Había llegado el momento. Hora de decir la verdad o callarme para siempre, pero si me callaba, lo más probable es que le hiciera un daño irreparable a Alejandro, no confiar en él es lo peor que le puedo hacer, mentirle sería un motivo para dejarme, el dio muchas cosas por mí, me llevo de la mano en los momentos difíciles y me tuvo la paciencia que no me dieron otras personas... mentirle seria olvidar todo lo que hizo por mí. No podía ser tan cruel con la única persona que en realidad había visto en mi interior, la única que tuvo a fuerza y la dedicación para ayudarme.

- Me están acosando - las palabras salieron apresuradas de mi garganta

La libertad de poder decir esto en voz alta se sentía tan bien, el alivio que sentí de poder decirlo era tan grande, que la carga de mis hombros se despejo con esas tres palabras, observe como la cara de Alejandro paso a ser pálida, la sorpresa en su mirada me decía que tal vez no fue la mejor forma de expresarlo

- ¿¡Qué!?

- Me están acosando... estos últimos días

- Ok. – respiro profundo - Empieza desde el principio – el principio esa era la peor parte, pero era ahora o nunca

- Cuando tenía 16...

- ¿¡16!? ¿Ese es el principio? – me interrumpió

- Si... ese es... cuando tenía 16 años, mi padre me perdió en una apuesta - mi mente viaja hacia ese tiempo tormentoso donde mi padre me entrego como garantía de pago. 

Querida Princesa...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora