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Natalia se despertó esa mañana con la voz de su madre.
—Pero mamá, seguimos en vacaciones— resongó incorporándose.

—Levántate Natalia— le repetía su madre desde la puerta de su habitación —Tienes visitas—

—Dile a Mayden que lo veré más ta... Ta.. Tarde— dijo entre un enorme bostezo.

—No es Mayden quien vino a buscarte— canturreó su madre.

Natalia levantó su cabeza despeinada sintiéndose tremendamente despierta por la curiosidad.
—¿Entonces quién es?—

Ya que su madre tampoco lo conocía, Natalia se preparó lo más rápido que le era posible y bajó a ver de quien se trataba. Se encontró a Kirsch en la sala.

—¿...Hola?— preguntó ella en forma de saludo.

Kirsch, sentado en la sala y al verla alzó la cartera que Natalia había dejado el día anterior.
—Tú bicicleta está fuera—  murmuró con su voz apagada.

—gracias... Pero no era necesario que la trajeras tú mismo— dijo dejándolo groseramente y corriendo hacia afuera para ver su bicicleta.

Natalia confirmó las palabras de Kirsch, su bicicleta estaba aparcada contra el manzano del patio, como nueva. Kirsch salió y se quedó contemplado la escena unos segundos. Parecía un chico muchísimo más mayor por la madurez de su mirada.

—lo siento— murmuró ella al notarlo —¿cuanto te debo?—

El chico asomó una sonrisa.
—da igual, es gratis ahora— y sé marchó inmediatamente, en silencio.

Natalia no vio su expresión, tampoco notó su cortesía y no perdió ni un segundo de su tiempo considerando la amabilidad de Kevin.
Valía un bledo todo, en su cabeza figuraba únicamente la escena del día anterior, en el que Mayden había mostrado señales de responder a sus sentimientos.

Entonces se sintió en las nubes. No mentiría, se sentía estúpida e infantil a pesar de su edad al repetirse que estaba enamorada y de su mejor amigo. Pero estaba tremendamente feliz al imaginarse la remota posibilidad de ser correspondida. 
Recordó aquella sensación explosiva y duradera que la embargó al besar los labios de Mayden. Se ruborizó con la idea de volverlo a sentir... Y apartó esa idea, con imaginarse a Mayden mirándola con ese brillo tan espontáneo que solo se veía en los ojos de los enamorados de las telenovelas, era más que suficiente.

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Por otro lado, Mayden estaba en casa pensando seriamente en seguir el plan de Natalia, llevar a Laura a a algún lugar y confesarle todo. Pero aún se estaba debatiendo a que lugar y que palabras le diría que expresaran exactamente que sentía por ella.
¿Qué tal si le hacía una nota? "Sí, de perlas" pensó emocionado comenzando a tejer en su cabeza las palabras.

"Querida Laura..." ¿y qué le diría? ¿Cuáles eran exactamente sus sentimientos por ella? Ni siquiera él lo sabía.
Natalia le había dicho que, se sentía como si todo su cuerpo temblará de emoción al sentir cerca a esa persona, un vacío desagradable al separarse y un feo dolor de estómago cuando no se la había visto.

Luego, a la cabeza de Mayden regresó esa sensación... Ese perturbador sentimiento... Ese abrumador temblor al tiempo que los colores subían a su rostro, envolviéndolo cuando Natalia lo abrazó la otra tarde.

Entonces se quedó confundido, pero no pudo seguir enredando aún más sus pensamientos porque su mejor amiga ya estaba en la puerta.

—Gracias— decía la niña.

—No te apenes Nataly estas en tu casa— le murmuraba la progenitora de Mayden.

Mayden apareció en la puerta de la sala mientras la niña le explicaba a la señora madre de su amigo que su nombre era Natalia.

—Oh Maydencito, ya estas aquí— exclamó ella —Nataly te ha estado esperando—

—¿Podemos salir señora madre de Mayden?—

—Por supuesto— sonrió ella mirando a Mayden de una forma muy especial que hizo que este se ruborizara. —los espero a la hora del almuerzo—

Mayden y Natalia iban ahora con sus bicicletas al parque, su "base secreta".
—Te digo que? Mejor no te acerquéis a Kirsch—

—¿Por qué? Mi bicicleta está perfecta, mira— dijo acelerando y frenando limpiamente frente a Mayden cerrándole el paso.

—No es por eso— farfullo él bajando de la bici y sentándose en una banca del parque. La misma banca que había compartido con Laura el otro día.

—Entonces... — el niño no contestó, sólo se hizo el desentendido y miró en dirección contraria —¿Mayden?... ¿Me aplicarás la ley del hielo a mí?.. ¿Maydencito?—

Eso tocó un nervio que él ni siquiera sabía que tenía, usualmente odiaba con su alma ese diminutivo tan patético a su parecer. Pero justo en ese instante, dejó de parecerle estúpido.

—No quiero que te cabrees conmigo Mayden— le murmuró ella —vamos, hablemos de lo que tú quieras, pero no te melestes conmigo—

—No estoy enojado— gruñó entre dientes. —solo quiero dejar de hablar de Kirsch, no es un buen chico y no quiero que se te acerque—

Natalia sonrió.
—Vale— Mayden abrió los ojos como platos y volteó a verla. —dime, ¿qué hay de Laura?—

Mayden suavizó sus contraídas facciones infantiles.
—seguiré tu consejo— le dijo —le escribiré una nota—

—Pe-perfecto— murmuró ella —pero... ¿Estas seguro? ¿No quieres esperar otros cinco años más?—

—Sería demasiado tarde Natalia, sé que un chico mayor le pretende desde el año pasado y no voy a perder mi oportunidad— dijo con convicción alzando el puño. Natalia cortó una minúscula flor amarilla y la giraba tristemente entre sus dedos.

—Será difícil— continuó diciendo el niño como si se tratara de una misión de vida o muerte —pero ahora no seré yo el que haga el trabajo sucio—

Natalia alzó la vista y la flor se deslizó de sus manos al césped del parque —¿a que te refieres?—

El niño sonrió amplia y malignamente.

Juegos de Niños (#Maytalia)Where stories live. Discover now