Así fue como, mientras me encaminaba fuera del bosque todavía mojado, pero con un cielo que se despejaba lentamente, la señal a mi teléfono volvió. Y la realidad me cayó encima.

Stiles me había llamado varias veces. Scott también. Tenía dos llamadas del sheriff... y de mi padre, que ni siquiera me atreví a ver cuántas.

Dos días antes, cuando decidí que no podía estar sola en mi casa sin volverme loca y Spencer me había sacado de allí sin hacer preguntas, le había dicho a Stiles en dónde estaría. Le había pedido al Sheriff que no le dijera a mi padre lo ocurrido en la comisaría, y él me respondió que no podía ocultarle eso a uno de sus mejores subordinados.

Era obvio que mi padre estaría hecho una furia y que, si no estaba en casa ya, estaría de camino. Le había enviado un mensaje avisándole que me encontraba bien estando en casa de Spencer, para luego mantener mi móvil apagado. Sorprendiéndome a mí misma, la larga caminata hasta mi casa fue tranquila, y no estaba nerviosa. Quizá debería haberle preguntado a Spencer si podía hacerle creer a mi padre que nada de lo que le había dicho el sheriff había ocurrido en realidad.

Cuando llegué a casa, y noté el auto de mi padre aparcado frente al garaje, sentí un pequeño tirón de preocupación en el fondo de mi estómago. Suspiré, negando con la cabeza, metiendo las manos en el bolsillo de mi abrigo, y entré.

Él estaba parado en medio del living gritándole al teléfono. En cuanto se giró y me vio cruzar la puerta, se quedó inmóvil.

–Te llamaré luego. –le murmuró al teléfono antes de cortar y lanzarlo sobre el sillón.

Se acercó a mí, inspeccionándome fijamente. Su boca estaba presionada en una línea recta, y sus cejas lucían levemente fruncidas. Tenía ojeras y la postura cansada, pero parecía listo para una tercera guerra mundial con su propia hija.

¿Dónde... estabas?

Incliné un poco el rostro. Aquí vamos... –Te lo he dicho en el mensaje. En casa de una amiga.

El semblante de mi padre seguía tan frío como un glaciar, al igual que sus ojos. Se le marcaba la mandíbula por la fuerza con que la presionaba. –No puedo comenzar a decirte lo decepcionado que estoy contigo, Ariel.

Aquella simple frase fue como un detonador. La frustración, la falta de culpa, de nervios, de preocupación, todo aquello se convirtió en un creciente revoltijo de enfado. Ni siquiera se había molestado en decir un jodido hola. El instinto que me rondaba reaccionó, haciendo que me costara increíblemente mantener un mínimo de calma, y despertó todo lo que había estado ignorando y enterrando en un rincón de mi mente desde hacía varios días.

–¿Decepcionado? ¿Decepcionado, tú?

Sus ojos se entrecerraron. –No me hables con ese tono luego de—

–¿Luego de qué? ¡Luego de qué! ¿De que desapareciste hacia Arizona por segunda vez? ¿De que ni siquiera me decías en dónde demonios te quedabas o qué te sucedía? ¿De que me iba a la cama con miedo de que tuvieras otro jodido accidente? –mis palabras quemaban en mi garganta como lava y no había manera en el infierno de que pudiera detenerlas–. ¿O de que ni siquiera... ni siquiera estuviste aquí para mi cumpleaños? ¿Estás decepcionado de eso, papá? ¿Ha valido la pena por lo que fuera que te largaste de aquí para escapar de tu problemática hija adolescente? ¿Has cerrado el estúpido caso? ¿O todavía quedará algo por lo que volverás a largarte?

El rostro de mi padre palideció. Se quedó tan inmóvil que ni siquiera parecía que respiraba, y por primera vez desde que podía recordar, no pudo responderme. Un ligero y estúpido sentimiento de culpa apareció. Sin embargo, me encargué de hacerlo desaparecer.

outlasted spirit ⋄ stiles stilinski // 2Where stories live. Discover now