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Eamonn.

Silenciosamente entro por la parte delantera y me siento en los últimos asientos, apoyo mi espalda en el respaldo, con el único sonido que fondo de los pasos de mi padre, que van de lado a lado mientras va leyendo la biblia entre sus manos.

La tranquilidad de este lugar me relaja

-Líbranos del mal que se avecina- murmura, su eco retumba en las paredes y lo escucho con claridad.

-¿De qué mal hablas?- cierra de golpe el libro y casi asustado me mira.

-No sabía que hoy ibas a venir- abre nuevamente la biblia y pasa los dedos por unas líneas y se detiene- Como sabes hijo- baja los pequeños escalones- últimamente ha habido mucha calma- da unos pasos y se sienta en una de las bancas del frente- Y es por eso que hay que mantenernos listos para lo que viene- levanta un dedo- Mucha calma no es buena, ya que independientemente del buen tiempo, el mal se esconde para atacar.

-¿Y qué crees que pueda pasar?- entrelazo los dedos.

-Espero a que pase de todo y nada a la vez Nunca se han podido descifrar los planes de nuestro glorioso Señor, y no es posible que podamos ahora.

Asiento mirándolo fijamente.

-Nos vemos papá- señalo con el pulgar a mis espaldas- Tengo entrenamiento.

-Que el Señor te proteja- Con dos dedos forma la cruz y antes de salir me persigno tomando mi bolso que está a un lado de la entrada.

Trotando llego a rastras, desesperado viendo la hora.

-¡Thomas! ¡Llegas tarde!- el entrenador toca el silbato y nos reúne cuando estoy de vuelta en el campo.

Mantengo las distancias con el resto del equipo para los estiramientos, me acerco cuando el entrenador comienza a hablar.

Me señala.

-¡Thomas! ¡Dawson! ¡Es su turno de formar equipos!- da unos pasos atrás, pero sigue estando en medio. Levanto la vista hacia el representante contrario, me sonríe con falsedad.

Y tal y como he visto, hacemos piedra, papel o tijera para ver quién va a ser el primero en elegir.

-Dawson.

Y el silbato marca el comienzo, esta vez no estoy de arquero así comienzo a correr hacia el arco contrario, mientras doy las indicaciones a los integrantes de mi equipo para que bloqueen y sigan a los otros. Yo persigo a Andrew.

Se detiene en seco y mueve la pelota de un lado a otro, tratando de confundirme, logro adivinar su siguiente movimiento y cuando estiro la pierna para tomarla me empuja. Reacciono.

-¡¿Qué te sucede?!- le grito, se distrae y le quito la pelota, corro en la dirección contraria.

Doy un paso y bajando la velocidad cuando estoy a buena distancia y me chocan el hombro, apresuro el paso y cuando está a mi lado, siguiéndome el paso, lo empujo de vuelta.

¿Qué se cree este imbécil?

-¿Qué tienes?- se voltea y me mira con furia después de que ambos nos detenemos.

Detiene el juego.

¿Qué le pasa a este demente? Este chico parece completamente endemoniado hoy

-¿Eso importa?

-¡Chicos ¿Qué sucede aquí?!

Lo único que pasa es que un maldito desviado me está acosando, me molesta, eso es todo

-Importa si vas a andar empujándome todo el tiempo en vez de tener la cabeza en el partido.

-Oh ¿La pequeña marica no puede soportar unos cuantos empujones?

-¿Yo soy el marica aquí?- niego soltando una breve risa- No, porque yo no soy el homosexual que se anda metiendo con chicos, pero puede que tu si- alzo una ceja.

Se me acerca y parece que está por explotar, alguien le atrapa los brazos desde atrás, supongo que así le gusta.

-¿Es cierto lo que dice Dawson?- el entrenador lo mira casi indiferente.

Agito la camiseta por el calor y miro hacia arriba, al menos está nublado.

-¡Que yo no soy un maricón! ¡Por la mierda!...- da un salto moviendo los brazos- ¡Suéltenme!- se aleja unos pasos, se pasa las manos por la cabeza, por el cuello y se le nota que quiere gritar algo, sacar algo pero no lo hace.

Miro a otro lado llenando y vaciando mis pulmones.

-¿Dawson?

El entrenador se le acerca, le habla en confidencia, alejándolo más de los que estamos esparcidos por este lado de la cancha.

-Se volvió loco- escucho el comentario unos de los chicos, y sinceramente, no podría estar más de acuerdo.

Dejo una rodilla en el pasto para atarme, apretar el nudo de las zapatillas, justo antes de que se desate el escándalo. Me levanto.

-¡¿Me echa?! ¡Es un maldito hijo de!- lo interrumpe.

-Cuidado Dawson- le levanta un dedo- Recuerda que sigo siendo tu maestro- se mueve inquietamente mirando el suelo- Merezco respeto.

-¡¿Por qué tenerle respeto?! ¡Me acaba de echar del equipo solo por algo que dijo el chico nuevo, por un rumor!- me señala- Ese adorador de cruces no sabe nada

El entrenador se coloca delante de mí a la distancia.

-Ese adorador de cruces como lo llamas es- lo interrumpe alguien más. Todos voltean a verlo pero me tapan, creo saber quién es.

-¿Entrenador, es usted Homofóbico?

-No lo soy Señorito Ellys, pero debe entender que no puede dejar que los muchachos se sientan incómodos cada vez que van a las duchas, cuando tienen que cambiarse e incluso hablan con un compañero Pensando que este tipo de error del Señor los puede acosas, o mirar cuando se duchan, e incluso los puede violar ¿no sé sienten identificados con este abuso?- mira a todos con firmeza y mira al chico que le preguntó una vez más antes de mirarnos a todos.

No hay de qué preocuparse por mí, porque mierdas no me van ni dejaré que me pasen

-¡Bueno, ya basta, me largo! ¡Ah, y pueden irse todos a la misma- el silbato lo censura.

-¡Los del equipo vuelvan a jugar o también se largan!- vuelve a tocar el silbato.

No hay ninguna bendita duda para negar que era él

La Pausa de un Cariño IncontrolableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora