Pude decirles que fueran solos pero me bastó una mirada para saber que se negarían, así que me puse de pie, me coloqué unas pantuflas cómodas y los seguí escaleras abajo.

Nos sentamos en el mismo orden frente a la barra de la cocina mientras la mujer algo mayor, de la que seguía desconociendo el nombre, preparaba algo para los tres.

–¿Hoy si vas a comer? –Torcí la boca. –Tienes que hacerlo.

–Ethan tiene razón, cielo, no podrás aguantar las sesiones con Zed si estás débil.

Lo siguiente que oímos luego de eso fue su quejido a causa del gran zape que le metió el castaño a mi izquierda, a eso le siguió la risa de la mujer frente a nosotros.

–Vas a dejar tarado a tu hermano. –Dijo de pronto.

–No creo que se pueda más.

Zed se quejó por ello causando la risa de las otras dos personas en la cocina, esta solo fue callada cuando Abraham entró. Tenía su mochila colgada del hombro, una expresión de felicidad lo embargó cuando me vio.

–Hola. –Besó mi frente. –¿Cómo estás?

Asentí un poco, carraspeé en un intento de que mi voz no sonara extraña por la falta de uso. –Bien, y tú?

–Bien. –Se sentó a mi lado cuando Ethan se recorrió. –¿Qué vas a comer?

Iba a decirle que no quería nada por el momento cuando fui interrumpida. –Para la niña hice algo especial.

–¿Si? ¿Qué has hecho Bercia?

Al menos ahora sabía como se llamaba. –Hice crema de champiñones, alguien me dijo que le gusta mucho.

Sentí una linda calidez en el pecho al escucharla, que se tomara el tiempo de hacer algo que me gusta tanto es un detalle realmente tierno.

Zed fingió tristeza. –Ya me quitaron mi lugar.

–¿Cuál lugar?

–El de el consentido de Bercia.

Ethan estalló en carcajadas. –Zed, tu nunca fuiste su consentido.

La señora Bercia se rió del drama que estaba montando, quiso quitarse de encima el drama del chico a mi lado que terminó por responder. –No le hagas caso mi niño, no es verdad.

Dejé de prestarles atención cuando Abraham hizo que lo mirara. –¿Y bien? ¿Comerás aunque sea un poco?

Vi como me miraban todos de reojo, y sinceramente, no quise hacerle una grosería a la señora Bercia rechazando lo que hizo por mí.

–Sí.

La sonrisa que me regaló Abraham me hizo creer que valía la pena hacer el esfuerzo con tal de verla un poquito más.

La mujer de bonitos ojos marrones puso frente a mi un plato con la crema de champiñones. Ni muy grande ni muy pequeño, lo justo.

–Gracias. –Le sonreí un poco, me devolvió la sonrisa.

No pude ignorar la manera en la que los tres me miraban esperando que comiera, aunque me incomodaba un poco decidí hacer mi mayor esfuerzo e ignorarlos.

La comida olía delicioso aunque no tuviera apetito, no podía negar lo bien que cocinaba, al primer bocado pude darme cuenta del increíble sazón con el que cocina. Es inevitable enamorarte de su comida y de ella.

Tardé más de lo común en terminar pero lo hice, era, quizás, el primer plato que terminaba desde hacía semanas. Terminé satisfecha y con ganas de dormir toda la tarde.

Peligro. |TERMINADA|Where stories live. Discover now