04 [Editado]

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OWEN

Verla después de tantos años aún no disminuía el impacto que su belleza tenía en mí. Claro, lucía diferente, pero seguía siendo igual de hermosa como siempre, si no era que más, aunque eso no quería decir que su alma no siguiera siendo tan sucia y asquerosa como lo había sido en la escuela.

Cuando había visto su nombre en la lista fue... Dios, fue extraño. El aire se había atorado en mi garganta y mis músculos se tensaron por instinto, como si estuviera preparándome para atacar. Y no había estado tan lejos de la realidad.

Había imaginado mucho tiempo cómo sería cuando la volviera a ver a esos ojos azules, como los míos, pero mucho más oscuros, fríos y desprovistos de compasión. Imaginé todo lo que le diría, lo que le haría —porque no me conformaría solo con palabras—, pero nada me preparó para encontrarme con sus ojos abiertos con sorpresa.

Parecía tan... inocente ahí sentada, como si no matara ni una mosca, cuando la verdad era todo lo contrario. Su cabello antes largo, ahora se encontraba apenas por debajo de su mandíbula, casi rozando sus hombros. Su rostro parecía más delgado y algo en sus ojos había cambiado también.

El brillo malicioso en ellos se había ido, pero suponía que solo había perfeccionado su técnica para disimular su maldad. Ella era buena en eso. Joder, ¿por qué tenía que seguirme afectando así?

Quiero decir, ¡habían pasado muchos años, por el amor de Dios, tenía que superarlo! Pero no. Solo había bastado verla entrar a mi cubículo, con las caderas moviéndose de lado a lado y ese pequeño salto que daba con cada paso, para recordar por qué Kara Rosseau me había tenido en la palma de su mano.

Viéndola ahí frente a mí luciendo asustada y confundida, me encontraba dividido entre gritarle o dejar que mi mente desarrollara poco sanas fantasías con ella. Tenía que admitir que a veces me había preguntado cómo lucía en la actualidad, y ahora lo sabía. Igual que siempre, pero más alta. Su presencia impactaba más.

Entraba a un lugar y sentía como si el aire fuera aspirado de la habitación. La visión de su rostro me dejaba noqueado, como siempre había sido en el pasado. Kara no era solo una mujer bonita; tenía una presencia que demandaba atención y un porte elegante y al mismo tiempo sensual. Siempre lo había tenido, pero el tiempo solo había logrado acentuar todas sus buenas características físicas.

Observé con placer cómo empezaba a retorcerse incómoda en su asiento bajo mi escrutinio y supuse que fue porque me quedé viéndola mucho tiempo. Sonreí de medio lado con arrogancia.

«Bien.»

Me había tomado años de dieta y ejercicio para poder lucir así, y sabía que ahora lucía muy bien. La cantidad de atención femenina que había tenido en ese periodo de tiempo era una prueba de ello.

—Mira, quisiera poder arreglar esto —murmuró—. No quiero que lo que pasó se interponga en nuestra relación maestro-alumna. Solo... perdóname, ¿sí? De verdad, lo siento muchísimo. No te imaginas cuánto —se apresuró a decir.

Suspiró y acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja. Sus ojos azules se clavaron en los míos viéndose tristes, pero no le creí. No me fie de lo que veía.

¿Sería verdad que había cambiado? Por el bien de todos, eso esperaba.

—Mira, Kara. No creo que pueda perdonarte tan fácil. Todas tus malas decisiones me han afectado durante mucho tiempo, y el rencor no desaparece así de repente. Dame tiempo, trataré no tomarla contra ti en clase. Sé separar el aspecto personal y profesional. —Miré dentro de sus ojos para ver si estaba comprendiendo—. Y por lo que más quieras, no vuelvas a decir ese apodo frente a la clase. Me debes respeto como tu profesor. —Quise sonreír cuando estrechó sus ojos hacia mí, pero lo disimulé—. ¿Entendido?

Lamió sus labios y mi mirada cayó directamente a su boca. Debía dejar de hacer eso.

—Sí, Owe... Profesor —se corrigió cuando le lancé una mirada de advertencia. Bueno, ahora que todo había quedado claro, solo tenía una pregunta más por hacer.

—Y a todo esto, ¿qué haces en primer semestre? Se supone que tu generación debió haberse graduado el año pasado, ¿no? ¿Reprobaste? —quise saber.

Parpadeó varias veces, aturdida. La había tomado con la guardia baja, pero no le tomó mucho tiempo recuperarse. Se enderezó y me observó con unos ojos fríos a los que estaba acostumbrado.

—Sí, pero yo tuve que esperar para poder trabajar y así conseguir el dinero para pagar mis estudios. Trabajé estos últimos años, ahorré bastante y hasta hace poco tuve la cantidad suficiente para inscribirme —dijo con voz endurecida.

Me quedé en silencio un momento y fruncí el ceño al recordar las veces que Kara había llegado con sus amigas a presumir el último teléfono móvil que le habían regalado o su cara ropa de marca. Todo mundo había sabido que Kara Rosseau nadaba en billetes.

Tomando valor, me atreví a cuestionarle ese dato.

—Bueno, si no mal recuerdo, tu familia era adinerada —dije tentativamente, tratando de no molestarla mucho. Ella se encogió de hombros, despreocupada, y luego desvió su mirada a un punto en la pared a su lado.

—Digamos que ellos no quisieron apoyarme para continuar con mis estudios. —Abrí los ojos sorprendido por la información—. Ahora, si eso es todo, tengo que ir a terminar de organizar mi departamento.

Asentí aturdido por la información que acababa de brindarme y no pensé demasiado en la última oración que escapó de sus labios.

—Ah sí, claro. Nos vemos luego, Kara.

—Adiós, Ow... Profesor.

Puse los ojos en blanco y entonces la observé ponerse de pie y marcharse. Cerré los ojos y froté mi frente una vez que ya no escuché sus pasos alejándose. Después de haber hablado con ella me sentía exhausto.

Suspiré. Este semestre sería más difícil de lo que había imaginado.

***

Ya eran más de las ocho cuando estacione mi auto frente al edificio de departamentos en donde había estado viviendo los últimos cuatro años, desde que me gradué de la preparatoria.

Mis padres no habían podido pagarme los estudios y tuve que solicitar una beca, además de tener dos empleos y solicitar un préstamo a la universidad. Había sido bastante difícil el poder mantenerme y estudiar, pero lo había logrado y ahora vivía bien. No rodeado de lujos, pero sí estable, sin deudas, y era lo único que pedía.

Me estacioné al lado de un pequeño carro blanco que no reconocía de antes. Bajé, puse la alarma de mi auto y luego subí al segundo piso. Pasé frente a dos departamentos vacíos antes de detenerme a la mía —la última puerta— y abrirla.

«Hogar, dulce hogar.»

Me quité la camisa y los pantalones y subí la música a todo volumen para que ahogara mis pensamientos y preocupaciones. Empecé a limpiar el desastre que tenía ya que Reil no lo hizo antes de irse. Recordé lo que me había dicho de su amiga Ross, que se iba a mudar a nuestro mismo edificio, pero no vi nada nuevo, así que imaginé que todavía no había empezado su mudanza o que había cambiado de opinión.

Una vez que terminé de limpiar, fui a tomar una ducha refrescante. Ese día había sido duro y merecía un tiempo para mí solo en la ducha. Me habría gustado ir al gimnasio a liberar un poco de estrés, pero me sentía demasiado cansado. Mejor lo repondría al día siguiente.

Cuando salí, me envolví en una toalla verde antes de ir a la cocina a prepararme algo de comer; un sándwich estaría bien. Acababa de sacar los ingredientes cuando una canción se acabó y, en el corto periodo de silencio entre una canción y otra, escuché que tocaban la puerta con fuerza. Fruncí el ceño preguntándome quién podría ser, fui a apagar la música y me dirigí a atender a quien osaba interrumpirme.

Abrí la puerta de un tirón y me congelé al ver quién estaba del otro lado.

—Tiene que ser una broma.

Sin ver atrás ✔ (EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora