Capítulo 11: Bestias

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Danny:

Miré mi habitación, sus paredes completamente blancas, una venta algo grande, la cabecera de la cama quedaba enfrente de la ventana. La cama de un edredón esponjoso y grueso color negro con huellitas blancas—amo mucho las huellitas—había un escritorio, su madera lucia desgastada, una armario empotrado y el baño que tenía tina. Nunca había tenido una.

Usé el pasaje secreto escondido al fondo del armario, una puerta muy bien disimula escondía unas escaleras al ático y el ático no era de aquellos tenebrosos, los cuales son todos oscuros y llenos de polvo.
Estaba totalmente despejado, tenía cuatro enormes ventanas, que iluminaban el lugar tan grande.

Devuelta en mi cuarto desempaqué cada cosa y empecé a organizarlas, entre ellas encontré, detallé y recordé momentos con Jack, con mis padre o con los chicos.

Una vez organicé todo, bajé a la cocina por algo de cenar, bajé las escaleras y justo antes de encaminarme hacia la cocina el timbre sonó. Mis ojos fueron al reloj ubicado en una de las paredes del corto pasillo de la entrada: 09:30 pm.

Mi padre llegaría tarde, él tenía llaves, no conozco a nadie aun y ningún familiar se molestaría en visitarnos.
Entonces ¿quién podría ser? Quizá un violador, algún asesino en serie o un ladrón. Nuevamente tocaron el timbre, sacudí mi cabeza apartando aquellas ideas de mi cabeza y me acerqué a la puerta para abrir, giré la perilla y halé de la puerta lentamente dejando ver el rostro de mi vecina. La castaña bonita.

—Hola—saludó con una enorme sonrisa.

—Hola—mi expresión era seria— ¿en qué te puedo ayudar?

—Pues, eres nuevo en el vecindario, ¿verdad?—asentí—en mi casa hay una fiesta y pues están todos los vecinos...quería saber si tus padres y tu querían venir—sus manos entrelazadas al nivel del vientre y su mirada cuidadosa, atenta y cálida.

—No se encuentran—espeté relajando mi expresión—salieron a beber algo y volverán tarde—su mirada estaba clavada en el piso escapando de la mía.

—Oh—dijo sin más—entonces quisieras venir tú—alzó su rostro, una sonrisa tímida pero juguetona se dibujó en sus labios.

—No, pero gracias. No soy muy sociable, además me irritan los lugares con muchas personas—su rostro mostró decepción.

—Pasa algo cariño—habló el joven que supuse era su novio con una cerveza en la mano izquierda. Ella negó.

—Está bien, que descanses—emitió con tristeza.

—Igual—forcé una sonrisa—feliz noche—el rubio me detalló, era más alto, tenía un cuerpo trabajado y olía a alcohol.

Ajusté la puerta, continué con mi camino hasta la cocina pero antes de entrar a ella un estruendo en la parte trasera de la casa llamó toda mi atención. Mi corazón mantuvo su latir normal, sin dudar mucho caminé hasta la puerta que conduce al patio trasero, probé el interruptor al lado de la puerta el cual debía encender varias luces por todo el patio pero no sucedió nada.

No quise aventurarme más allá del marco de la puerta, esto tenía pinta de ser una muy mala escena de una película de terror donde uno de los protagonistas está solo en casa, escucha un ruido en la parte de atrás de la casa, salé para revisar que todo esté en orden pero se encuentra con un monstruo o un asesino.

Definitivamente debo dejar de ver ese tipo de películas.

Cerré la puerta, al girar me topé con un pecho de color negro, este se contrae rápidamente. Mi corazón se aceleró, me acerqué a la puerta y alcé el rostro topando con aquella bestia de ojos rojos, giré rápidamente el picaporte y salí por aquella puerta, para mi mala suerte tres bestias de ojos dorados obstaculizaron mi paso.

Nuevamente giré para entrar en la casa pero alguien obstaculiza el paso, no era la bestia, si no el hombre del bosque. Estaba desnudo aunque mis ojos siempre se mantuvieron en sus ojos.
Analiza mi cuerpo mientras mi mente maquinaba un posible plan de escape, pero era inútil. No puedes hacer mucho contra bestias que toman la forma de humanos

—Fue difícil encontrarte humano, tu aroma es difícil de seguir pero tras una larga cacería, aquí estamos—sonrió—, bien al grano: Se te es solicitado en la mesa de diálogos de la manada Collins, el Alpha solicita tu versión de los hechos—habló el hombre de cabello negro.

— ¿De q-qué hablan?—los nervios empezaban a controlarme.

—Recuerdas lo del encuentro en el bosque, el Alpha quiere que nos des tu versión de lo que sucedió.

—Y-yo—no tenía respuesta para eso.

—Es una orden emitida por el Alpha, por ambos Alphas. Debes de ir o si no se tomarán medidas—tragué fuerte. Mis manos temblaban así que las hice puños para disimular lo débil que me podía ver en ese momento.

—Bien—logré decir—iré.

—Bien, mañana en la tarde vendré a buscarte—sentenció—y controla tus nervios o te dará algún ataque de pánico—agregó de espaldas a mí.
Torció un poco su cuello, crujieron algunos huesos y el pelaje abundó en su cuerpo, se esfumaron entre la inmensa oscuridad.

Me encontraba inmóvil en aquel sitio, estático entre la oscuridad. Inhalé profundo y exhalé lento regulando mi presión arterial. Caminé dentro de casa, hasta la cocina donde me preparé algo té, lo bebí lento mientras recordaba al hombre y las bestias de ojos dorados.

Mis ojos fueron a otro reloj en una de las encimeras de la cocina: 11:45 pm.

La puerta del frente fue abierta, papá entró junto con Violeta dándole acalorados besos. Me escondí tras la encimera.

Shh—escuché decir a alguien—puede oírnos—era Violeta.

—No lo hará, siempre duerme como tronco, quizá se despierte a la madrugada por una pesadilla pero de aquí a la madrugada ya hemos terminado—habló papá riendo por lo bajo mientras se podía distinguir el sonido de dos bocas juntas.

—Vamos al cuarto—habló Violeta casi en susurró.

—Así me gusta—los oí subir torpemente las escaleras y cerrar la puerta de su alcoba.

No quería estar allí en el momento en el que se entregarán en cuerpo y alma, así que tomé el saco que estaba encima de uno de los sillones y abrí la puerta del frente con cuidado, saliendo con cuidado y cerrándola de igual modo.

La noche era fría, demasiado, la fiesta donde los vecinos parecía más ruidosa que horas atrás. Caminé hasta el frente de la casa y me senté al borde de la acera, abrazando mis rodillas y pensando en las bestias.

—Parece que a tus padresse les pasaron un poco las copas—habló una voz suave, cálida y amigable.             

Videns ©  ||En edición||Where stories live. Discover now