Cap. 2 - Escena 3

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El König acababa de terminar de cenar y estaba aburrido. Era algo que pasaba a menudo, tan inevitable como el cambio de las estaciones. Dirigir un reino no era más que una interminable sucesión de crisis tan pequeñas que no entendía por qué necesitaban de su opinión para resolverlas. Los Consejeros desfilaban delante de él con números y cálculos y predicciones y cosas que no podrían haberle interesado menos, por horas y horas, y la única conclusión que él podía sacar de todo eso era que el reino funcionaba de maravilla, como una rueda bien engrasada. Y poco importaba que fuera él quien se sentaba en el trono.

Por supuesto, podía escuchar la voz de sus Consejeros protestando contra aquella idea: era su derecho divino, su deber hacia su pueblo, su responsabilidad

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Por supuesto, podía escuchar la voz de sus Consejeros protestando contra aquella idea: era su derecho divino, su deber hacia su pueblo, su responsabilidad. Algunos hombres simplemente habían nacido para ser grandes gobernantes y continuar un legado de nombres, y él era una de esas personas. Tendría que considerarse afortunado y aprovechar cada instante para tomar decisiones que lo ayudaran a quedar bien ante los plebeyos para que lo recordaran con cariño cuando se hubiera marchado y dejado el reino para su heredero. Hablando de lo cual, ¿quizá nuestro querido König deseaba repasar la lista de princesas y nobles doncellas casaderas de la región...?

No. Francamente no le interesaba repasar la lista de doncellas casaderas. ¿Para qué quería una esposa si Zwei acababa de entrar a su recámara? Se había recogido el cabello rojo en una larga trenza, y cuando lo saludó, lo hizo con toda la formalidad que requería su posición.

—Permiso, mi König —dijo—. Vengo a recoger los platos, si ya habéis terminado de cenar.

Pero el König captó la sonrisa de su rostro inclinado y el tentador contoneo de sus caderas cuando se acercó a la mesa. No tenía ningún tipo de inhibiciones y él podía apreciar eso.

—¡Mi König! —exclamó, casi como si no se lo hubiera esperado cuando él se levantó de su asiento para poner las manos en su cintura—. Eso es muy inapropiado...

—¿Sí? —preguntó el König distraídamente, mientras tiraba de la cinta que le ataba el cabello—. Bueno, pero yo no veo a nadie que vaya a protestar...

Deslizó la mano debajo de la falda de su vestido, y Zwei se rió coquetamente. Se irguió para que su espalda quedara apoyada contra el pecho del König y movió la cabeza para ofrecerle el cuello...

La puerta de la cámara se abrió, golpeando la pared con estrépito.

—¡Mi König! —gritó Drei, pero su voz se quedó flotando incómodamente en el aire antes de darse vuelta, avergonzada.

—Mi König —repitió Alexander, el mayordomo, y de inmediato agarró uno de los brazos pequeños de Drei—. Disculpadme. Los guardias no pudieron detener...

—No importa —suspiró el König, soltando las caderas de Zwei, molesto por la interrupción—. Déjala. Si vino aquí es porque seguía mis órdenes.

Alexander vaciló un momento, pero había trabajado en el castillo los años suficientes para saber que era mejor no contradecir a su señor.

—Por supuesto —masculló, soltando la muñeca de la doncella—. Mis disculpas.

Se retiró con una reverencia. Una vez en el pasillo, sacó la petaca de su bolsillo y dio un largo trago. Podía perdonar que el König se divirtiera con las dos mayores de sus doncellas, pero la tercera era poco más que una niña. De todas maneras, a él no le pagaban por pensar.

Zwei volvió a empezar con la recolección de platos, no sin antes echarle una mirada furibunda a su hermana menor. Drei se quedó parada en medio del recinto, como si no se acordara muy bien el motivo por el que había ido allí.

—¿Por qué irrumpes de esa manera? —preguntó el König, dejándose caer en la silla—. No creo que tu hermana tuviera la necesidad urgente de que la ayudes.

—No. Perdonadme —pidió Drei, antes de enderezar los hombros y volverse para mirar a su señor. Su rostro seguía rojo, pero su voz sonó un poco más firme cuando volvió a hablar—: Me pedisteis que os avisara directamente si había alguna novedad sobre la criminal Riding Hood.

El König levantó la cabeza. La noche acababa de ponerse mucho más interesante.

 La noche acababa de ponerse mucho más interesante

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House of Wolves (Novela ilustrada) + Bitácora de autorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora