Cap. 2 - Escena 2

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El agua estaba casi a punto de hervir, pero Hood se deslizó en la bañera de todos modos. Se rascó la piel hasta que arrancó todo rastro de suciedad y sudor, se pasó un cepillo por las uñas para eliminar toda la tierra atascada en ellas y se echó aceite en su cabello largo y lacio para deshacer todos los nudos. El extraño tono violeta de su cabello y las pupilas de color rojo le daban un aspecto exótico y maravilloso, y en más de una ocasión la cazadora lo había aprovechado para salir de algún aprieto, eso era cierto. También era cierto que en el bosque los animales salvajes te asesinaban sin importarles demasiado qué aspecto tuvieras. Así que solamente reservaba ese tratamiento para ocasiones especiales.

Como ese día.

Entre la niña y el vestido, casi había agotado todas sus reservas de jabón, así que decidió aprovechar las últimas esa misma noche. No sabía cuándo tendría materiales para hacer más, y bien... más tarde tenía un lugar muy importante que visitar. Tenía que lucir perfecta.

No sabía por qué no podía dejar de pensar en la niña

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No sabía por qué no podía dejar de pensar en la niña. Quizá porque había algo terrible y a la vez familiar en su historia. Las hierbas de la Abuelita todavía colgaban del alféizar de la ventana, donde las había puesto la última vez que había estado en la cabaña, y quizá, solamente quizá, Hood no las quitaba de allí aunque estuvieran secas y desintegrándose por el mismo motivo por el que Goldilocks había colgado las pieles de los osos en la pared. Era un acto fútil. Pero no podía ser de otra manera.

Sin embargo, lo que pasara ahora con la niña no sería problema de ella. No estaba segura exactamente qué esperaba que pasara. Quizá el König supiera que a pesar que hacía meses que no lo visitaba, ella seguía viva y bien. Todavía le daba caza al lobo, con la paciencia y el tesón que el Bosque le había inculcado. Todavía le hacían gracia los carteles con su rostro, colgados en las paredes del pueblo y la taberna. Todavía esperaba que el puesto de capitán de la guardia fuera una posición enteramente dependiente del próximo fracaso por atraparla.

El König no le haría daño a la niña, de eso estaba segura. Pero quizá la niña consiguiera hacerle un poco de daño a él y él sabría exactamente quién la había enviado para perturbar un poco su complacencia. Goldilocks sería sólo el adelanto. Y después llegaría ella, el acto principal. El pensamiento la hacía sentir cosquillas de emoción.

Salió de la bañera cuando el agua acabó por enfriarse y se paró un momento en medio de la cabaña, desnuda y contenta mientras elegía sus armas. Era hora de hacerle otra visita al lobo.

 Era hora de hacerle otra visita al lobo

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House of Wolves (Novela ilustrada) + Bitácora de autorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora