Capítulo XXXIX.

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   El grito y el desorden se hicieron presentes, las personas se dispersaron y los latidos de mi corazón aumentaron de forma drástica. Cerré la puerta del auto, caminé en tambaleos y me coloqué al frente de Paul.

   Un nudo se formó en mi garganta al verlo: estaba agonizando, retorciéndose del dolor y con un charco de sangre en el suelo. No sabía dónde había disparado, pero supuse que fue en la pierna, porque una de ellas estaba muy herida.

   —¡No te muevas! ¡Las manos en la cabeza, John! ¡No quiero que te acerques a él!

   Volví a mirar a Jamie, dándome cuenta que traía aspecto andrajoso, como si no se hubiese cambiado la ropa deportiva en dos días o tres.

   Estaba entre dejarlo morir o llamar a una ambulancia y morirme yo.

   Volví a mirar al suelo, notando como agonizaba de dolor y la sangre era cada vez más. Había disparado en un punto clave y yo no tenía la menor idea cual era. Sabía que uno de los tres disparos le dio en la pierna, pero los otros dos pudieron darle en la cadera, amenazando con que quedara paralítico, o en su abdomen, que muy bien pudiera ocasionarle una severa hemorragia.

   Jamie estaba bastante distanciado de mí, pero seguía apuntándome. Su objetivo era claro: dejar morir a Paul, pero yo no podía hacerlo. No podía dejar morir a alguien que se había convertido en todo para mí.

   —J-John —Paul balbuceó, mirándome con ojos llorosos. Se estaba muriendo lentamente—, a-ayúdame... no quiero morirme... p-por favor...

   Sus ojitos hazel se estaban cerrado solos, por lo que no me importó si me disparara o no. Me coloqué de rodillas al lado de su cuerpo y tomé su rostro entre mi mano, mientras que con la otra llamaba a una ambulancia.

   —¡Aléjate de él! —espetó Jamie, preparando el revólver para apuntar—. ¡Voy a disparar!

   —¡Se está muriendo, no lo puedo dejar así!

   —¡No me interesa!

   El número de emergencia atendió, así que le indiqué la dirección donde estábamos y dijeron que vendrían en seguida. Mientras, Jamie daba pasos lentos hacia adelante, con las claras intenciones de disparar a mi cabeza.

   Acurruqué mi rostro en el de Paul, mientras lo abrazaba y todas mis manos se manchaban se sangre, y cerré mis ojos con fuerza cuando escuché otro disparo. Ese era para mí. Al menos íbamos a morir los dos.

   Abrí un ojo cuando no sentí dolor. Giré mi rostro y noté el cuerpo de Jame desplomado en el suelo; pasos más atrás, estaba Tomás apuntándole y unas patrullas policía rondaron el lugar. Yo estaba a salvo, pero Paul seguía mal. Muy mal.

   —Paulie —le di ligeros golpes en su mejilla, logrando que abriera los ojos—, despierta, por favor —dije—. ¡No puedes hacerme esto!

   —John —jadeó con la respiración cortada, por lo que supe que se estaba quedando sin fuerzas para respirar—. No puedo... no puedo...

   —¿Cómo que no puedes? —mis ojos no tardaron en nublarse. Él no podía morirse, no podía—. Sí puedes, Paulie. Ya va a llegar la ambulancia e irás al hospital y todo saldrá bien.

   —No... John, escúchame...

   Lo acuné aún más en mis brazos y toqué su carita, la cual se manchó de sangre al instante. Una lágrima resbaló mi mejilla al ver sus labios pálidos y su semblante decaído.

   —Dime —susurré, tratando de contener el llanto. Todo a mí alrededor se detuvo: sólo me dediqué a prestarle atención a él—. ¿Qué pasa?

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora