Capítulo XVIII.

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   Seguí escuchando la noticia y traté que los nervios de Stuart no influyeran en mí. Eso logró preocuparme, pero aún así debía mantener la calma y pensar en lo que debía hacer.

   —¡John, estamos perdidos! ¡No sé qué vamos hacer!

   Cuando la reportera terminó de dar la información, tomé el control remoto y apreté el botón de apagado.

   —Lo primero que vas hacer es calmarte, imbécil —bramé, luego suspiré—. No estamos del todo perdidos... en primero lugar, la policía dice que...

   —¡No menciones la policía! ¡Esa palabra me da temblores!

   —... presuntamente, repito: presuntamente, huyó de casa. Así que no sospechan que fue un secuestro. Además, tienes el documento que hace constar que él está aquí por su propia voluntad. Stu, cálmate.

   —¿¡Qué me calme!? ¿¡Cómo me pides una cosa así!?

   —Pidiéndolo —contesté obvio y me levanté.

   —¿¡Para dónde vas!? ¿¡Irás a la policía!? ¿¡Te vas a entregar!? ¡No me delates, no me acuses, por favor!

   —Voy hablar con él.

   —¿¡Con él!? ¿¡Quién es 'él'!?

   —Paul.

   —Ah... ¿¡Con Paul!?¿¡Y qué le vas a decir!?

   —Que eres un idiota —rodeé los ojos—. Ya cálmate, Stuart; tú sólo haz lo que yo te diga y verás que todo saldrá de maravilla.

   —¡La última vez que dijiste eso terminamos secuestrando a alguien!

   —Pero cállate —mascullé—. Joder, cállate. Espérame aquí. Ve a la cocina por un té o qué se yo.

   Apreté el nudo de mi albornoz, al tiempo que me encaminaba hacia las escaleras. Estaba analizando en cómo le diría a Paul sobre eso, porque claramente, era algo que no podía mantenerlo oculto.

   Tomé una bocanada de aire, coloqué la mano en la perilla, la giré y empujé un poco, logrando un suave rechinar. Paul yacía sobre su cama, aún envuelto en su albornoz y sostenía un pequeño rollo de hilo: estaba jugando con Tim.

   —¿Puedo hablar contigo?

   —Sí —sacudió su cabeza en modo de aprobación, dejó el rollo de hilo a un lado y encogió las piernas, algo asustado—. ¿Hice algo malo?

   —No, no hiciste nada —me senté en el borde de la cama, luego de cerrar la puerta—. Sucede que...

   —¿Qué?

   —Eres famoso, saliste en la televisión.

   Paul frunció el ceño.

   —¿Famoso, yo? —carcajeó—. ¿Y por qué? Espere... —se interrumpió, abrió ligeramente su boca y ladeó su rostro—. ¿Lo de...? ¡Oh, cielos!

   —La policía dice que presuntamente huiste de casa...

   —Eso es lo que siempre le decía a mis papás —murmuró—: que me iba a ir de casa.

   Sabía que su relación con sus padres estaba caótica, puesto que no se preocupaba tanto por ellos y además, pareció notar extraño el hecho que lo hayan reportado como desaparecido.

    —Ellos deben saber que tú estás bien y que estás conmigo... viviendo cómo una pareja normal. Recuerda que el contrato es por treinta días... bueno, ya son veintitrés, y luego de ahí te irás... como si nada hubiese pasado. En pocas palabras: debes quedarte, no tienes derecho a elegir. Llama a tus papás y diles que estás bien... porque tú estás bien, no te está pasando nada malo.

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora