Capítulo XXII.

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   Mi noche se había debatido entre contestarle o no. Supuse que era Paul por el claro contexto del mensaje, que para ser franco, no me lo esperaba y mucho menos que tuviese una redacción tan clara, profunda y concisa.

   No le respondí. No sabía qué escribirle. Tampoco me daban ganas de hacerlo.

   Decidí que a la mañana siguiente iría a visitarlo, para poder hablar con él cara a cara, que sería lo más sensato.

   Después de la larga ducha, fui a mi habitación a elegir qué ponerme. Se suponía que debía estar presentable para él; aunque me preguntaba el por qué de mi instancia por verlo. Yo lo había "despedido" y por ende no debía buscarlo.

   Pero lo cierto era que lo extrañaba un poco... sólo un poco.

   Escogí una camisa de vestir rosa pastel, cuyos primeros botones los dejé sueltos; el saco y el pantalón eran negros, así como los zapatos. Tenía un estilo bastante informal, que me hacía lucir un poco elegante sin necesidad de corbatas, ni trajes ajustados.

   Cuando me dispuse a encender el coche, mi móvil sonó, por lo que tuve que sacarlo del bolsillo. Al verla pantalla, rodeé los ojos, y atendí.

   —¿Qué quieres, temblor traidor?

   —John —se quejó—, no soy traidor.

   —¿Ah, no? ¿Qué me dices de 'búscate otro abogado, John'; 'Él me obligó'; 'Yo no tuve nada que ver'? Con amigo cómo tú, Stu, ¿para qué enemigos?

   —No me vayas a dejar de hablar.

   —Eres el único amigo, si es que te puedo llamar así, que tengo; además, no hablo con más nadie. No soy tan malo para quedarme solo.

   —Eres un tonto, John —gimoteó, mientras que yo encendía el auto y lo ponía en marcha—. ¿Qué haces?

   —Masturbándome. Estoy a punto de acabar.

   —¡John!

   —No estoy haciendo eso, idiota —le dije—. Voy a ver a Paul. ¡Y no empieces con tus nervios!

   —¿¡Qué!? ¿¡Y me dices que no empiece con mis nervios!? ¡John, es una locura! ¿¡Para qué lo vas a ver!?

   —Porque en la noche recibí un mensaje que decía que extrañaba todo de mí. Supuse que era él por las palabras que usó..., ya sabes, usó el 'daddy'.

   —¿¡Y si fue la policía!? ¡De seguro fue una trampa o algo así! ¿¡Qué contestaste!?

   —No le respondí.

   —Pobre Paul, pero bien por ti.

   —Stu, ya estoy llegando —comenté, mirando a todos lados para lograr reconocer la casa. Todas eran idénticas y me resultaba difícil—. Te hablo luego.

   —¡Me hablas en el juicio! ¡Búscate otro abogado!

   —Tú ni sirves para eso. ¿Cuándo has ganado un caso? Jamás.

   —¡Cállate!

   Me reí y colgué el móvil, para luego guardarlo en mi bolsillo. Cuando estuve casi seguro que esa era la casa de la estúpida de Dot, me bajé.

   —Adiós, dignidad.

   La fachada era muy linda, así como el jardín, que se veía muy bien cuidado. Tenía un par de arbustos en las esquinas de la casa; un pequeño camino de piedras que daba a la entrada, que tenía un par de escalones de madera con agarres del mismo material.

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora