Capítulo II.

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   Volví acercarme a él para besarlo, pero de inmediato apretó sus labios con fuerza, así que desvié mi boca hasta su mejilla y ahí deposité varios besos. Aspiré su perfume, revolví mi rostro entre sus cabello y me separé. Al menos estaba un poco más tranquilo, pero aún seguía con ojos llorosos y un poco asustado.

   —¿Tienes hambre, bebé? —rocé mi mano con su mejilla.

   —Eso es lo menos que tengo ahora... me quiero ir a casa —sollozó—. Me deben estar buscando. Y... ay, no —suspiró.

   —Ya te dije que no insistas en eso —me levanté—. Ven —lo tomé por el antebrazo y obligué a que imitara mi acción—, debo mostrarte tu habitación.

   —¿Mi qué? ¡No, John, por favor, te lo ruego!

   Rodeé los ojos, lo jalé con fuerza y caminamos hasta la salida. Al abrir la puerta, nos escabullimos por el pasillo; la habitación que tenía preparada para él estaba en al final, cerca de mi oficina —también de mi recámara— y ahí nadie tenía permiso de ir, así que sería bastante discreto.

   El color predominante que había elegido para la habitación era el gris, así que toda la decoración giraba entre ese color, el blanco y el negro. La cama era de sábanas blancas, almohadas de terciopelo color gris y una cobija bastante cómoda del mismo color, solo que de un par de tonos más claros. La pared donde estaba la cama tenía rayas con varios tonos de color gris, a excepción de las demás paredes, que eran blancas. La puerta del armario tenía un espejo y el interior del mismo era un poco espacioso; había un estante de tamaño mediano al lado de la cama, con una lámpara encima. El baño era algo extenso, con todo lo necesario. Tenía aire acondicionado, una silla bastante cómoda y una guitarra justo al lado de la puerta. Era todo muy simple, pero también elegante y sofisticado.

   —¿Te gusta? —rodeé mi brazo en su cintura y lo miré, esperando su respuesta.

   Me había encargado de averiguar todos y cada uno de sus gustos, así que todo estaba hecho para él.

   —No..., no. ¡Me quiero ir a casa, en serio!

   Lo agarré por sus hombros, di unos cuantos pasos hacia adelante, haciendo que él los diera hacia atrás y entrara a la habitación. De inmediato comenzó a sollozar.

   —¡Me estás colmando mi paciencia! —grité—. ¡Y ya deja el lloriqueo, joder!

   —Pero...

   —¡Pero nada! —interrumpí—. ¡Ve a ducharte y eliges algo que ponerte, porque en diez minutos voy a estar aquí y más te vale que estés listo! —bramé—. ¿¡Entendiste!? —y le di una bofetada— ¡Te estoy preguntando que si entendiste! —exclamé, al ver que no me respondía y lo solté cuando asintió levemente.

   Cuando se sentó en la cama, se descargó a llorar y yo salí del lugar, cerrando la puerta a mi paso con seguro. Apresuré mis piernas hasta llegar a las escaleras, las cuales bajé con rapidez y di un brinco al encontrarme con Stuart en el living de la casa.

   Él estaba sentado en el sofá negro, tenía una taza de café en la mano y temblaba.

   —¡John! —se levantó al verme.

   —Hola... —suspiré y llevé mis manos a la cara—. ¿Qué pasó?

   —Le acabo de quitar el plástico al auto, ya sigue siendo negro y no rojo... también la placa falsa. Bote, o mejor dicho: quemé la lata con la pajilla ... Y ya. Creo que todo está listo. Sin evidencias.

   —Qué bueno. Gracias.

   —¿Te pasa algo? —preguntó— ¡No me digas que piensas que nos van a descubrir! ¡Porque de ser así, no sé qué pasará conmigo! ¡Me va a dar algo!

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora