Capítulo XII.

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   Lo único que pude hacer fue asentir levemente, pues aún no procesaba lo que me estaba diciendo. Cuando él vio mi aprobación, puso a Tim en el suelo —el cual se subió a la cama de inmediato— y me abrazó; apegó su cara en mi pecho, y cuando envolví su frágil cuerpo en mis manos, me di cuenta que estaba temblando.

   —¿Estás bien ahora?

   Él asintió.

   —Mmhm, bien. Si quieres vamos a... a dormir. Es... tarde.

   Me separé de él, tomé su mano y lo guié hasta la cama. Se acostó a un lado, acunó al gato entre sus manos, se hizo bolita y cerró sus ojitos. Imité su acción, al tiempo que extendía la cobija sobre su cuerpo y el mío.

   Me dio ternura verlo así, pero también me dieron ganas de romperle el trasero y llenar esa linda carita de semen.

   —Paul...

   —¿Mhm? —abrió sus ojitos y me miró.

   —¿Quieres hablar de eso?

   —No —se apresuró a responder—, no quiero. No... al menos no ahora.

   —De acuerdo —le dije—. Duerme bien y si necesitas algo me dices, ¿sí?

   —Sí —dio un suave bostezo y luego se propuso a conciliar el sueño.

   Acomodé mi cabeza en la almohada, estando frente a él y cerré mis ojos para poder dormir. Nunca me había gustado la interrupción de mi hora de descanso, y cuando lo hacían solía reaccionar de una manera bastante tosca, pero con Paul fue diferente. Al menos ese momento fue diferente.

   Cuando desperté, me di cuenta que tenía a Paul muy cerca de mí, con su espalda pegada a mi pecho, y mi mano estaba en su cintura; así cómo mi rostro, que estaba muy cerca de su cuello. Con rapidez me levanté, con la respiración algo agitada por la idiotez que había hecho y me dispuse a ir al guardarropa a elegir qué ponerme.

   —Paul, ya despiértate. Es tarde.

   El mencionado musitó algunas cosas, se dio la vuelta y rascó sus ojos.

   —¿Y Tim? —formuló.

   —¿Me preguntas a mí? Es tu gato, no el mío.

   Asomó su cabeza debajo de la cama, sosteniendo el peso de su cuerpo con las rodillas, las cuales estaban apoyadas en la cama y su trasero quedó levantado. No pude evitar sentir un cosquilleo en mi entrepierna, al tan solo verlo por el reflejo del espejo.

   —Oh, ahí estás.

   —¿Qué sentido tiene hablarle a un gato? —pregunté, sacando unas prendas y colocándolas en el borde de la cama.

   —Es que...

   —Cállate, no quiero escucharte. Mejor vete y alístate, que ya nos vamos. Ah, y llévate al gato asqueroso de aquí.

   Sorprendido por mí reaccionar, Paul tomó a su gato y salió de mi habitación con mucha rapidez. Al estar solo, golpeé la mesita de noche con la palma de mi mano, haciendo que ésta se tambaleara. En ocasiones, odiaba la forma tan reticente en que actuaba.

   Fui al baño de mi habitación a cepillar mis dientes y a darme una ducha de agua fría, eran las siete de la mañana y tenía un sueño enorme, así que duré más de lo normal. Salí con la toalla envuelta en mi cintura, me coloqué un bóxer y me propuse a vestirme con la ropa que había escogido.

   —Maldito gato —murmuré, al darme cuenta que las sábanas estaban llena de pelitos del animal.

   Luego de aplicar productos de higiene sobre mi cuerpo, agarré la camisa azul rey de vestir y me la coloqué; luego el pantalón gris bien planchado y ajustado; por último las medias y zapatos, para después aplicar una cantidad considerable de perfume en mí cuerpo.

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora