5. Otro corazón roto

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El chico miró a su madre, indignado, pero no le quedó más remedio que obedecer.

Subió a su dormitorio con su sándwich tostado y, mientras entraba, escuchó el tono de llamada de su móvil, por lo que se apuró para tomar el teléfono y descolgar.

Sergio Llorente.

—Tu hermana y Santos casi se parten las bocas.

—¿Qué le ha hecho ese imbécil?

—Una broma, pero no te preocupes. Álvaro la ha defendido. No ha habido broncas con Santos. Por cierto, tengo algo para ti. En quince minutos paso por tu casa.

A Dave no le dio tiempo a contestar. Su amigo colgó y él se quedó al bordillo de la cama, tan confundido como al principio. Se le había acelerado el corazón al oír el nombre de Santos.

Conociendo a Cristina, podía ser una broma sin importancia, pero si Santos estaba involucrado, podría resultar un asunto de Estado.

Sergio le avisó que estaba abajo a través de un mensaje quince minutos después, cuando Dave ya había comido.

Halló a su amigo al otro lado de la puerta, subido en su bicicleta, con el cabello negro hacia atrás, resplandeciente, y vaqueros ajustados, tan vanidoso como siempre.

—¿Qué es? —preguntó desconfiado, aunque tomó la bolsa de basura que su amigo le tendía—. ¿Droga?

—Si fuera droga, ya me la habría metido.

Dave deshizo el nudo que su amigo había hecho con la bolsa gris, reducida al tamaño de una pelota de tenis; miró el interior y de inmediato se echó atrás, a punto de vomitar.

Tuvo que protegerse la boca para frenar las arcadas, porque el estómago se le revolvió demasiado rápido.

Pero al escuchar a Sergio reírse, se le encendió la ira en el cuerpo y lo golpeó con fuerza en el hombro.

—¡Eres un hijo de puta! ¿Esto es de Santos? —preguntó, alzando la bolsa arrugada para que la viese—. ¿O habéis sido vosotros?

—¿En serio crees que Álvaro y yo te haríamos esa mierda? Estás mal, tío. Es de Santos, para que veas cuántas veces se ha tirado a tu hermana.

Con una sonrisa de lado, Sergio se echó hacia atrás y pedaleó calle abajo.

Dave lo observó desaparecer tras la esquina, con la mandíbula apretada hasta lastimarse.

Dentro de la bolsa había tantos preservativos usados que Dave no pudo contarlos. Necesito meterse en su cuarto y revisar el interior para asegurarse de lo que había visto, y las náuseas volvieron a retorcerle el intestino.

Mentalmente insultó a Ciro. Y a Sergio, por imbécil.

Le repugnaba tanto tener aquello entre las manos que lo hizo una bola y la hundió, lleno de rabia, en la papelera del baño. Aunque no tocó ningún preservativo, se lavó las manos para sentirse limpio, todavía con el asco en las paredes de la boca. Si seguía pensándolo, terminaría vomitando.

Al ver su reflejo, con el corazón palpitándole en la garganta, se juró que se vengaría.

・❥・

A las diez de la noche, cinco minutos después de que su madre y su novio saliesen a beber hasta las tantas, Dave bajó duchado a la planta inferior, en chándal gris, y sacó un refresco de la nevera. Luego se encaminó a la habitación de Cristina. Escuchaba sus sollozos desde la cocina y sabía que debía arreglarlo.

Quizá él estaba hundiéndose en un agujero negro, pero no arrastraría a su hermana consigo. Principalmente porque él no sabía salir.

Tocó a la puerta y su hermana le gritó que se fuera.

𝐃𝐚𝐯𝐞 (EN FÍSICO)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang