¿Severus Snape?

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Estaba tranquilo en casa. Haciendo tonterías, y algunas babosadas cuando me puse a escribir. Salió esto, porque mi historia no suele tener una línea del tiempo y lo saben.

Sus manos sostuvieron con fuerza la botella de shampoo del mascaró que su fortuna pudiera pagar. Estaba en desacuerdo con que su amigo se mantuviera con aquel horrible glamour y le enseñará a no hacerse él imbécil.

—¡Alto, Lucius!—la voz le salió anormalmente aguda al maestro de pociones amante del negro.

—¡Quédate quieto!—sus piernas rodearon el cuerpo de musculatura delgada mientras que pisaba con determinación la fuente.

Severus no podía hacer más que molestarse e intentar que soltará su cabeza empujando con su mano izquierda intentando salir de aquel agarre fiero.

—He esperado hacer esto por mucho tiempo—bufo Lucius con una sonrisa fácil deslizándose por los labios rojos.

Remus negó desde lejos al ver a los dos amigos comportarse como un par de chiquillos de cinco años. No entendía porque su esposo se esforzaba por hacer sufrir al maestro. Severus no era malo, tal vez un poco incomprendido con la sensibilidad casi instantánea con los menores que había sufrido como él. Era un hombre que solo podías ver en escala de grises si eras capaz de atravesar la coraza de hierro cernida encima suyo.

—¿Están listos chicos?—pregunto animado él hombre lobo con una sonrisa dulce.

—¡Listos papi!—chillo levemente Draco mientras se acomodaba el cabello con un poco (mucha) gomina.

—Dragón vas a quedarte sin cabello—bromeo Harry mirando como su primo intentaba que su cabello se vea lo más decente posible—. Así calvo no te va ha querer Charlie o los gemelos.

Draco arrugó la nariz disgustado mientras dejaba su cabello de lado para mirar a su papá con ojos de cachorro maltratado. Qué no pudo resistir por mucho tiempo cuando ya se encontraba agachado a su lado revolviendo su cabello un poco.

—Debes intentar no hacerle caso a tu padre, Draco—reprimió con dulzura al ver como su adorado rubio inflaba las mejillas berrinchudo.

Negó riendo mientras veía ha Charlie traer maletas, y a un pequeño de no más de cinco años que caminaba dando pequeños tumbos. Tomaba de la túnica al hombre que no dejaba de sonreír con una dulzura indescriptible. Sus manos sostuvieron con determinación al pequeño apenas hubo dejado las maletas en el suelo.

—¿Regresarás Charlie?—cuestiono Draco mirando al pelirrojo. Iba ha cuidar dragones, había conseguido ser

—Regresare dragoncito—le ánimo revolviendo su cabello—, pero por el momento preocúpate por ir a Hogwarts.

Él menor asintió entusiasta mientras esperaba que su padre terminará con su padrino. Podía escuchar los gritos de Severus con claridad, algo parecido a: «¡Déjame ir Lucius, estás tentando a tu suerte!» hasta impropios más potentes como: «¡Maldito Malfoy, suéltame antes de que te haga compostaje para las plantas de Cissy!». Se reía bajito mientras comía el desayuno con él pequeño Cas que comía fruta ofreciéndole con las pequeñas y regordetas manos.

No hicieron caso de los hombres que luchaban a fuera. Severus Snape dejo de resistirse luego de notar como Malfoy apretaba las piernas a su alrededor para evitar que se moviera demás. Era un hombre que vivía en la escala de grises más común, casi podía llegar a negro. Thomas le había conocido cuando apenas era un chico que amaba las artes oscuras, crear pociones y hasta sus propios hechizos. Las manos le picaron con angustia, estar sometido le recordaba los peores años de vida ha lado del borracho de su padre, un maldito y despreciable muggle que no sabía lo bueno que era al tener una mujer tan complaciente y adorable. No era especialmente bella, claro que no, pero era lo suficientemente buena para amarlo con tanta intensidad.

—¿Severus?—hablo preocupado Lucius mirándolo con curiosidad—¿Te encuentras bien?

—Solo pensaba en mi padre...—se le fue la voz, fue inevitable—él solía tomarme de esta forma y ahorcarme hasta cansarse—acepto con la mejor voz compuesta que pudo usar.

Lucius suspiro soltando lo con cuidado luego de terminar con su cabello. Se sentó a su lado observando cómo él hombre doblaba sus rodillas y las pegaba contra su pecho. Mientras la cara se ocultaba en el hueco que formaba con sus brazos. Sintió las mejillas rojas, mientras que los ojos ardieron ante las ganas de llorar y dejarse ir contra sus sentimientos.

—¿Quieres hablar de esto?—cuestiono dulce. Un tono inusual.

Lucius Malfoy era conocido por su actitud frívola y reacciones de mierda. Porque un sangre pura no puede permitirse humillarse ante cualquiera. Abraxas le había enseñado a respetar a todos, su padre resultaba un mestizo con familia sangre pura y linaje Veela. Por eso adoraba ha Severus. Era como su padre, un hombre fuerte que fue moldeado gracias a un tutor excelente y pequeñas cosas de la vida que le enseñaron que a veces para salir adelante hay que renunciar a algo. Claro que no estaba tomando en cuenta que era un mestizo habilidoso en pociones que podría dejar a cualquiera fuera de batalla con un movimiento grácil de varita.

—Él solía hacerlo cuando impedía que golpeara ha mi madre—confeso apenado, no era normal que hablara de todos los momentos malos que había dejado huellas en su alma.

—Lo lamento—dió un par de palmaditas en su espalda y sintió que era de nuevo el hombre que vivía en escalas de grises—. Pero eres fuerte Severus, haz educado a chicos, viviste con Black la mitad de tu vida, algo que ni yo sería capaz de hacer—bromeo intentando alegrarle—no mientras esté cuerdo.

Sonrió sin sentirse culpable de que todos pensaran que Malfoy era un hijo de puta. Claro que sí, solo que tenía más cosas que llevaban hasta el momento más íntimo de su vida. Con un suave movimiento de varita su ropa fue sustituida por su ropa normal y su cabello se secó de manera instantánea dejándole un peinado más decente.

—Ya no hay que pensar en cosas tristes—se levantaron ayudándose él uno al otro—hoy tendré a tu hijo en Hogwarts. Y al chico que quiere ser mi esposo.

Camino decidido hasta la casa, tendría un par de cachorros de los cuales despedirse y un hombre al cual calmar cuando oliera su tristeza mezclada con melancolía, para que no lastimara ha Lucius.

Colateral (En Revisión). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora