Capítulo 4

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Aplaudimos, algunos más que otros. Personalmente, creo que si todos hiciesen silencio, mis manos chocarían espásticamente una contra la otra pero no emitirían sonido alguno. Quizá sea la ansiedad.

Hay una gran pantalla de proyección ocupando la pared detrás del rector Dolan. Un hombre de cincuenta que viste traje gris, corbata violeta y un corte vanguardista. Extraño en Wall Street quizá, pero no en una Universidad de arte.

De pie a su lado está Wallace, un hombre con apariencia algo más joven aunque no mucho. Tiene un cabello gris teñido, lentes de marco negro y dedos cargados de anillos que sostienen el micrófono que acaba de recibir de Dolan. Está claro que él es el profesor. Es hasta quizá, demasiado obvio.

—Halagador...halagador. Gracias Dolan. Supongo que después de esta generosa introducción e inspirador discurso tuyo, me quedé con la mejor parte...

'Otra cosa que abunda en escuelas de arte', dijo mi papá cuando recibí la carta de la beca, 'falsa humildad'. Es lo único en lo que ha tenido razón hasta ahora. Apuesto a que Wallace le ha pasado su biografía completa al rector para que la repita como aficionado. Nadie puede acordarse el nombre de tantos premios y galerías a pura memoria.

Los aplausos por fin van cesando. Un chico llega tarde e interrumpe mi vista pasando frente a mi. Notando que espera, corro mis cosas de mi lado casi sin observarlo. Lo único que llego a notar en tan poco tiempo es su vestuario completamente negro. Casi puedo sentir el olor a ropa nueva pero su perfume que grita 'masculinidad', lo tapa todo. Huele casi como el de Adam. Se sienta a mi lado y me sonríe.

Sonrío vagamente a modo de respuesta.

—Sus días próximos en este programa, los desafiarán cómo artistas y como seres humanos.— Continúa Wallace.— Sus trabajos serán expuestos y criticados después de cada entrega por los siguientes seis meses. Fotografiar es más que congelar momentos, pintar infinitas posibilidades dentro de una sola toma y capturar falsas sonrisas en cumpleaños.

Los alumnos ríen. Yo no le encuentro la gracia.

—Cursi, ¿verdad?— Me dice el chico de negro al oído.

Sonrío apenas sin girar la mirada. Mis manos se machacan una a otra, nerviosas.

—Se trata sobre contar historias y cómo otras personas reaccionan a esas historias. Ese, es el efecto que ansiamos cumplir: expectativas de millones, si...y tan solo si, eres suficientemente bueno para mantenerlos interesados. Y, al final, lo que los mantiene interesados no es solo lo que les estén mostrando, el ángulo desde donde hagan la toma o qué exposición eligen...se trata de cómo les hacen, nos hacen creer que su trabajo es el mejor. Como lo venden va a determinar su éxito como fotógrafo.

La clase continúa con el mismo aire competitivo. Tomo nota de nuestro primer trabajo e intento disfrutar de la ansiedad que me carcome. Ha iniciado. Oficialmente, ha iniciado este nuevo comienzo.

Cuando suena el timbre, salgo a pura velocidad. Quizá sea para evitar detenerme en los looks de mis compañeros o para no denotar que estoy sola. Todavía no lo decido.

Me amarro de las tiras de mi mochila para evitar que mis manos se sigan machacando entre sí.

—¡Ey!— grita alguien por el pasillo.

Me doy vuelta. Me hace señas y llega corriendo para alcanzarme ¿a mi?

Es el chico de negro.

—Hola.— Le respondo mientras desacelero para caminar al mismo ritmo.

Vaya que ese perfume sí que es potente.

De cerca puedo verle el cabello rubio teñido y los ojos azules, pero muy distintos a los de Adam. Noto una rojez marcada y peculiar en la zona de sus cachetes. No es por vergüenza como la que suelo tener yo, sino un pigmento ya asentado en su piel. No le queda mal.

(S)he: La chica y la generación espontáneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora