Pero yo sabía perfectamente a lo que Rona se refería. Ahora que Peter tenía el poder de hacer desaparecer a Zay de vez en cuando, y empezaba a disfrutar de la sensación de volver a ser él mismo, era difícil empujar al verdadero chico de vuelta a la oscuridad y al olvido para continuar fingiendo y ocultándose bajo una máscara de autoridad y tela. Porque ser Peter era como una droga cuyo síndrome de abstinencia se le hacía difícil esconder.

Cenaba y bebía con sus amigos cuando nunca lo había hecho antes, y también por ello se había permitido el lujo de quedarse dormido en mi habitación teniendo en cuenta los problemas que podrían conllevar que descubrieran al líder en la habitación del enemigo público. Zay jamás lo hubiera permitido.

– Si le ves dile que ha llegado uno de los mensajeros de Xena. Mañana la tendremos por aquí. – Una breve pausa que hizo que los pelos de la nuca se me pusieran de punta. – Creo que es sobre ti.

– Gracias por avisar. – Ella me respondió con un asentimiento de cabeza antes de desaparecer por el pasillo.

– Tú te has vuelto loca. – Sentenció él justo cuando cerré la puerta. Peter se había puesto la capa negra pero no había llegado a ocultar su rostro entre las profundidades de la capucha. Pulsó el interruptor y las toscas bombillas parpadearon un par de veces justo antes de iluminar el lugar, obligándome a pestañear varias veces para acostumbrarme a la luz. – ¿Cómo le dices que estás desnuda? Si me llega a ver solo tendría que sumar dos y dos para sacar las cosas de sitio.

– Lo siento, fue lo primero que se me ocurrió para que no entrara y te viera. He conseguido que se vaya, ¿no?

– ¿Y lo de que acabé borracho? Te recuerdo que fui yo el que te acompañó a ti a tu habitación. – Bromeó.

– ¿Quién se ha quedado dormido medio tirado en el suelo?

– No confundas el cansancio con otra cosa. – Removió las sábanas en busca del paño de su boca. – Tendrías que haberme visto ebrio de verdad, cuando no dirigía una comunidad y no tenía que preocuparme por las apariencias. – Continuó buscando, sin éxito y empezando a exasperarse, probablemente debido al cansancio y por la anticipación de la discusión con Xena. Movió la almohada y por fin encontró la tela. – ¿Tengo mala cara? – Dijo, volviéndose hacia mí.

Antes de que pudiera ser consciente de mis movimientos, alargué la mano y con la esquina del jersey limpié de su mejilla la pintura que aún no se había borrado del todo. Él se quedó inmóvil, mirándome fijamente, y sus pupilas clavadas en las mías con intensidad provocaron que el aire se me quedara paralizado a mitad de camino hacia los pulmones. Solo fui capaz de volver a mover las yemas sobre su piel cuando transcurrieron un par de segundos de parálisis.

– Ahora ya te pareces más a un ser humano decente. – Él me dedicó una sonrisa ladeada llena hoyuelos y se peinó los mechones ondulados lo suficiente para que no salieran despedidos por debajo de la capucha una vez que se la hubo acomodado bien sobre la cabeza. Luego boca, mentón y nariz se perdieron bajo otra capa de tela. Sacó los guantes de cuero de los bolsillos del abrigo y se enfundó las manos con ellos.

– Lizzy. – Me lamí los labios de manera inconsciente. Me gustaba cómo sonaba aquella nueva palabra pronunciada por él. – Si Xena va a venir aquí mañana estoy seguro de que va a querer saber cómo va eso de contactar con las ciudades. Estamos tardando demasiado.

– Está casi terminado. – Murmuré, de repente inquieta ante la idea de tener que volver a estar con aquella mujer en la misma habitación. – Pero todavía no he conseguido que funcione.

– Puedo echarle un ojo si quieres. – Asentí. A veces se me olvidaba que él también se manejaba en el ámbito de la ciencia.

La intranquilidad continuó haciendo mella en mí hasta consumirme las energías en un abrir y cerrar de ojos. Sin darme cuenta retrocedí hasta quedar apoyada en la pared, sintiéndome de repente con la moral por los suelos.

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