Capítulo 21

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En la oscuridad apenas podía distinguir nada más allá de la silueta esbelta del animal, probablemente un veloz y fuerte felino. Cuando un murmullo grave salió de lo más profundo de la garganta de la alimaña, ambos anclamos los pies al suelo y los músculos se nos agarrotaron hasta sentir dolor.

– No hagas movimientos bruscos. – El murmullo fue tan leve que apenas pude escucharlo por encima de la leve lluvia que caía en las ruinas. – ¿Tienes armas?

– No. – Mi voz fue incluso más silenciosa que la suya. Zay permaneció totalmente paralizado, como si no estuviera respirando.

– ¿Hay algo útil en la mochila? – Dijo, sopesando las alternativas.

– La he dejado atrás, no podía cargar con ella por el túnel. – A pesar de que parecía imposible, sus hombros se tensaron todavía más. Él también había tenido que abandonar sus cosas, por lo que nos enfrentábamos a una bestia totalmente desprovistos de armas. – Puedo volver y coger una de las espadas. – No supe de dónde había salido la repentina oleada de valor que me invandió, pero ya no pude negarme en cuanto Zay me miró de reojo, primero con interrogación pero luego con más seguridad. No hizo falta nada más para que lo entendiera.

Me moví hacia atrás, tan despacio que apenas se podía advertir mi retroceso. No aparté la vista del animal agazapado a punto de saltar.

Mi espalda chocó contra la pared de rocas en la que se hallaba el pasadizo. Me acuclillé con lentitud, tratando de llamar la atención lo menos posible, pero las gravas bajo mis pies crujieron a pesar mis esfuerzos.

Yo no era tan sigilosa y grácil como Zay hubiera esperado, y a pesar de que él trató de evitarlo agitando los brazos con brusquedad y gritando para asustar al animal, este saltó sobre mí y hundió las garras en mi pierna derecha. Un grito se me escapó desde lo más hondo del cuerpo aunque traté de evitarlo. Zay apareció en el caos de rugidos, sangre y chillidos un segundo después, y le asestó al animal tal golpe en el abdomen que este se revolvió, asustado y confundido, y se tambaleó hasta dejarme libre.

Apreté los dientes para tratar de callarme y creí que las muelas se me resquebrajarían por la presión.

De mi pierna pendían trozos de tela vaquera embadurnados de sangre que brotaba de entre la carne.

Tomé aire y me obligué a apartar la vista de aquella carnicería. Me hundí en la estrechez del pasadizo a pesar de que la pierna me palpitaba al ritmo del corazón acelerado. Sentí punzadas tan profundas en la carne que llegué a pensar que el hueso se me desprendería del resto del cuerpo. A medida que avanzaba fui dejando un reguero de líquido negro a lo largo de unos metros, y cuando llegó el momento de tener que ponerme en pie de nuevo, sentí clavos incandescentes que abrían brechas que supuraban lava.

Detrás de mí se escuchaba al chico resoplar, como si estuviera llevando a cabo un trabajo de gran esfuerzo. Los rugidos de la bestia resonaban en las paredes con más fuerza que antes. Distinguí el trastabillar de las rocas y el eco de pasos veloces.

Recogí una de las armas del suelo y con todo el impulso que fui capaz, la lancé a lo largo del túnel para hacérsela llegar más rápido. Los movimientos hacían que me mareara y tuve que detenerme durante unos segundos para permitirme respirar antes de volver a la anterior sala.

Ante mis ojos apareció un baile de sombras que casi me hizo olvidar las heridas abiertas en la piel.

Zay se movía rápido, con la leve luz del cielo nocturno haciendo que la espada que sostenía con fuerza entre ambas manos desprendiera destellos metálicos.

La bestia se movía a su alrededor con gracia. Lanzaba zarpazos potentes en su dirección, pero él era más rápido y conseguía esquivarlo.

De la alimaña pude entrever fuertes patas, orejas puntiagudas, dientes amarillentos y afilados, grandes ojos que centelleaban bailando por la sala y cerca del muchacho.

Mainland.Where stories live. Discover now