Capítulo 22

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A pesar de estar de espaldas a él, noté cómo le daba una patada a una vieja lata de aceite de coche y esta se deslizaba unos metros sobre el cemento del taller hasta detenerse a pocos metros de mí. Los pasos se reanudaron, caminando en círculos lentamente, aunque con una incomodidad palpable que no era capaz de ignorar.

- ¿No puedes estarte quieto un minuto? - Pregunté, girándome hacia él y alzando una ceja, medio demostrando mi desesperación y medio compartiendo su cansancio. Shiloh se quedó paralizado y se pasó una mano por el tupé negro, fingiendo una paciencia infinita.

- Los guerreros podemos esperar con paciencia hasta a la muerte si hace falta, pero no soporto estar aquí parado sin hacer nada, mirando cómo tú tampoco haces nada. - Murmuró, volviendo a sentarse en el bidón destartalado que había al lado de mi mesa. Era la cuarta vez en los últimos diez minutos que se dejaba caer sobre el recipiente y yo estaba esperando placenteramente que la tapa cediera y él se embadurnara de que lo que fuera que hubiera en su interior.

- Vete si quieres, no va a pasarme nada por estar un rato sola. Sé defenderme. - Dije, siendo consciente por primera de la cantidad de horas que llevábamos en aquel lugar. Me había pasado tanto tiempo mirando mi antiguo interfono, sujetando un par de cristales de manera estratégica para que funcionaran como una lupa, que los ojos me dolían y la sangre parecía haber dejado de circularme por los brazos.

- Gracias a quien te ha enseñado. - Le lancé una mirada llena de fingido odio, porque sabía que era cierto y porque sabía que estaba bromeando conmigo. Ladeó la cabeza, sonriéndome, y yo no pude evitar devolverle el gesto.

Shiloh y Rona me comprendían, o al menos lo intentaban con todas sus fuerzas. Uno por una bofetada de realidad que le había abierto los ojos, y otra por una deuda de sangre que la había obligado a acercarse a mí un poco más.

Todavía quedaban restos de nuestros antiguos altercados, pero ellos habían llegado a un punto de razonamiento en el que entendían mi condición. Me habían tratado como a un animal por desconocimiento, por estar acostumbrados a rechazar todo aquello que les recordara la antigua guerra que había condicionado sus vidas desde incluso antes de nacer. Me habían humillado y maltratado a causa de una mezcla visceral entre el pánico y la rabia. Y a pesar de que aún me dolía en el alma por lo que me habían hecho, yo lo entendía y ellos se arrepentían. Ahora que me conocían, eran conscientes de que mi único objetivo era sobrevivir, al igual que ellos, y que lo que mi pueblo había hecho no implicaba que yo pensara y actuara igual que ellos.

Ya no me seguían para evitar que me escapara o para supervisar mis actos, sino que me cubrían las espaldas, al igual que lo harían con cualquiera de los suyos en peligro; porque a pesar de que ellos estaban de mi lado y aunque Zay había dado órdenes a mi favor, el miedo y la desconfianza seguían en el cuerpo de muchas personas de la comunidad Green, por no hablar de las demás.

- De verdad que puedes irte, yo no tardaré en bajar, no me apetece que me pille la noche. - En mi mente resonaron entonces los rugidos de los carnívoros nocturnos.

- No importa, de todos modos tenía pensado arrastrarte de vuelta en poco tiempo aunque fuera en contra de tu voluntad. - Se levantó de nuevo y dio un par de vueltas más a mi alrededor. - Te has pasado aquí toda la mañana y toda la tarde, tranquilízate, ahora tienes tiempo de sobra para arreglar ese trasto porque Xena te ha dado todo el tiempo que necesites. Relájate. - Se asomó por encima de mi hombro y frunció el ceño al ver la maraña de cables en miniatura del aparato.

- ¿No estabas deseando que desapareciera? - Bromeé, dejando caer los instrumentos sobre la superficie y destensando las articulaciones.

- Como soy de las pocas personas de fiar de Zay, me pone a vigilar lo que se conspira contra ti y no a cavar zanjas. Mientras estés por aquí no tendré que trabajar demasiado.

Mainland.Where stories live. Discover now