Capítulo 19

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Me moví rápida y dejé caer el peso de mi cuerpo sobre la puerta, haciendo que esta retrocediera de golpe el par de centímetros que había llegado a abrirse. En el transcurso de un parpadeo, Zay se ocultó entre sus ropas habituales y se alejó de la cama para apoyarse en la pared sobre la que yo había estado recostada un momento antes. Mi corazón había pegado un brinco dentro de su cavidad y ahora aún continuaba martilleando con ímpetu, pero a pesar de la sorpresa del momento, Zay pareció calmarse tan pronto como se había sobresaltado. Me dedicó una ojeada en la que advertí un ápice de diversión. O quizás no fuera diversión, sino complicidad y gratitud, porque yo había corrido a ocultar su secreto al igual que él había escondido el mío.

Puede que su tranquilidad fuera el resultado de la sangrienta batalla que se había llevado a cabo en su interior mientras me revelaba su verdadera identidad. A lo mejor aquel momento de paz interna era fruto de una decisión que yo había tomado casi de manera inconsciente. Había elegido guardarle las espaldas, no a Zay, él no necesitaba a nadie más a su lado, sino a Peter.

¿Pero qué otra cosa podía hacer? ¿Tenía sentido delatarle a pesar de que él había jugado con mi vida como si yo fuera poco más que una muñeca de trapo? ¿No me beneficiaba acaso guardarle el secreto para que él continuara siendo un apoyo? ¿Por qué perder la oportunidad de demostrar mi lealtad?

– ¿Lizzé? – La voz de Rona llegó hasta mi oídos desde el otro lado de la habitación y que fuera ella la culpable de la interrupción hizo que me sintiera todavía más nerviosa. Entreabrí la puerta sin mucha convicción a pesar de que ahora Zay ya podía ser visto por los demás. – ¿Estás bien? – Preguntó, probablemente leyendo en la expresión de mi rostro parte de la confusión y angustia que había sufrido en los últimos minutos dentro de aquella habitación. Me obligué a relajarme, y no fue hasta que liberé un suspiro que me di cuenta de lo agarrotados que tenía los músculos del cuerpo.

– Sí, claro. – Me hice a un lado para que pudiera entrar, pero no avanzó más de dos pasos al ver a Zay, descubriendo que acababa de cortar una conversación importante. El muchacho había adoptado una posición desenfadada, con una mezcla de aburrimiento y cansancio en su postura, aunque puede que esto último no fuera del todo parte de su actuación.

– Volveré en otro momento. – Dijo la chica, haciendo amago de regresar por el mismo camino por el que había llegado.

– No, solo había venido a comprobar que Lizzé estaba bien, os dejo solas. – Cuando el joven pasó por mi lado y desapareció en la penumbra del pasillo, tuve la necesidad de sujetarlo por el hombro y pedirle que se quedara un rato más. Tenía tantas dudas que mi cabeza parecía una cacerola con agua en ebullición, a punto de rebosar preguntas que no podría mantener en calma durante mucho tiempo. ¿Qué trato había hecho exactamente con Xena? ¿Le había contado que yo no iba a poder regresar a casa jamás? ¿Alguien más aparte de mí sabía quién era él realmente?

En cuanto la puerta se cerró con sigilo noté la presión de la mirada de Rona. Me di la vuelta y arreglé un par de mantas en mi cama con aire distraído, tratando de no establecer contacto visual y dejando claro que no me apetecía mantener una conversación con nadie más por el momento. Estaba agotada por el ejercicio físico y además nos estábamos adentrando en la madrugada. Mi mente estaba aún asimilando el falso ataque de Xena y la verdadera identidad del líder de la comunidad. Quería sumergirme entre las mantas, presionar un interruptor para apagar el rebumbio que me calcinaba las neuronas.

– ¿Por qué lo has hecho?– Alcé la vista hacia ella por primera vez y descubrí que sus labios formaban una tensa línea.

– ¿Qué?

– ¿Por qué me has salvado la vida? – Su voz reflejaba desconfianza e incluso algo de enfado. Entrecerró los ojos, como si estuviera buscando en mi cara la respuesta a su pregunta.

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