Tormenta

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Hoy mis ojos están azules, pero no un azul intenso. Es un azul tan pálido que cualquiera diría que es gris.
Hoy estoy triste, quizás incluso nostálgica.
Como las nubes cargadas de agua en plena tormenta, de ese color están mis ojos. Quizás porque hay una tormenta dentro de mí y esas nubes necesitan descargar.
Hoy hace un año que me mudé a la gran manzana y, sinceramente, fue lo más difícil que hice en toda mi vida.

Sueño

"Respiro rápidamente y observo el entorno a mi alrededor. Estoy en una habitación completamente blanca, una habitación típica de hospital, donde me rodean las más variadas máquinas y todo está tan limpio que reluce.
Mis brazos y piernas están inmovilizadas por duras correas de cuero y recibo a través de un catéter intravenoso 6 grandes botes de lo que parece ser medicación.
- ¡SOCORRO! ¿HAY ALGUIEN AHÍ? ¡SOCORROOOOOO! POR FAVOR, ALGUIEN...
De repente suena una alarma tan fuerte que me es imposible escuchar hasta mis propios pensamientos. La puerta se abre y entran un montón de personas con trajes de cuerpo completo blanco. No se les ve ni la cara y están protegidos como si al entrar en la habitación se estuvieran exponiendo a algo contagioso.
- Por favor, por favor, por favor. Déjenme salir. No entiendo, ¿qué hago aquí?
Tratan de inmovilizarme y escucho uno de ellos, que parece estar al mando, decir en forma de orden:
- 125 miligramos de propofol, ¡ya!
Veo como lo inyectan en el catéter de mi brazo derecho y apenas logro decir:
- ¿Qué? No...
Y de repente dejo de ver o escuchar. Todo se vuelve negro."

Siempre la misma pesadilla. Llevo diecinueve años teniendo la misma pesadilla.
Siempre me tienen encerrada. Siempre experimentan conmigo. Siempre me siento como una rata de laboratorio.
Sinceramente no sé que es peor: que experimenten contigo o que nadie sepa que existes. Toda mi vida fui invisible, nunca nadie supo siquiera de mi existencia.

Me llamo Chloe y padezco de un fenómeno al que me gusta llamar "efecto camaleonita".
Vivo en Nueva York y mi vida aquí es todo lo contrario a lo que era mi vida en Balltown, un pequeño pueblo del estado de Iowa, Estados Unidos.

Nadie sabe nada sobre Balltown y lo cierto es que no tiene muchas cosas interesantes, ¡sólo que es completamente interesante!

Verás, se trata de un pequeño pueblo con población rodando siempre los 60 y 70. Tiene muchos campos verdes donde cultivar todo tipo de cosas. Campos donde yo solía correr enérgicamente casi todos los días, campos tan lejos de la población que podía pasar ahí toda una semana sin que nadie se diera cuenta de mi existencia.

Nunca me faltó nada. Toda mi vida me alimenté de lo que cultivábamos allí mismo, a dos pasos de la casa. También siempre tuve caballos, patos, gallinas, conejos y perros, me pasaba el día jugando con estos.

Mi familia es bastante grande, es muy unida y cariñosa.
Mi padre trabaja cuidando de los campos y de los animales y mi madre de joven estudió para ser médica pero desde que yo nací se dedicó completamente a cuidar de mi. Ella me enseñó todo lo que sé. Además nunca tuve que ir a un colegio o instituto, ella fue quien me dio clases.

Tengo 2 hermanos y 3 hermanas, todos mayores que yo.
Aunque quiero un montón a todos mis hermanos, con el menor, Matthew, es con quien más me llevo; con quien más confianza tengo debido a que solo tiene dos años más que yo.
Toda mi familia me cuidaba, pero Matt fue el más protector y preocupado. Siempre estábamos juntos y, la verdad, es que no me quejo: lo amo.

Mi vida fue muy buena, debo admitirlo, pero me faltaba algo y necesitaba salir.
Verás, a parte de mi familia, no conocía a nadie. Jamás tuve cualquier otra amistad. Nunca salía de casa, ni siquiera para ir a comprar.
En un pueblo como Balltown, todos conocen a todos, pero yo no. Siempre escuchaba a mis hermanos comentar con mis padres cosas, como si la señora Meredith ya había enaugurado su nueva cafetería; si el señor Joseph ya había vendido su coche; o si la joven Sally ya había dado a luz a su pequeño.
Siempre los escuchaba hablando de los demás y siempre quería saber más y más. Quería poder conocerlos aún si no los podía ver...
Mis hermanos siempre intentaron ayudarme. Me hacían dibujos y pequeños teatros para explicarme como era cada persona del pueblo, así que lo cierto es que me mantenía informada: sabía que la cafetería de Meredith era increíble y tenía las mejores tortitas; sabía que el joven Kurt le compró el coche al señor Joseph y que a los pocos dias se chocó levemente con el coche; sabía que Sally había dado a luz al pequeño Joe. Lo sabía todo, pero... ellos no sabían nada de mi.
Jamás me vieron y lo poco que yo les vi era cuando mi familia los invitaba a comer y yo me asomaba por una mirilla para verlos.
Mi vida fue muy buena, lo sé porque nunca me faltó nada. Pero sentía que necesitaba un cambio, un gran cambio. Necesitaba poder decidir algo por mí misma, aunque fuera una vez. Y entonces, a los 18 años, me decidí a mudarme a Nueva York.

"Perdón señorita, ¿esta silla está ocupada?", dijo un niño a pedido de su madre.
"No, no, cariño. Adelante." Le sonreí. Cogió la silla y se la llevó a su madre, le susurró algo y ella asintió con la cabeza riéndose. Él niño se volvió a acercar a mi.
"¿Por qué llevas gafas de sol? Aquí dentro no hay sol." Dudé un poco mi contestación mientras observaba los grandes ojos del niño.
"Porque... mmm... no lo sé." dije quitándome las gafas con miedo.
"Tienes unos ojos muy bonitos. No deberías esconderlos." Le iba a contestar cuando cambió de tema drásticamente "¿Quieres probar mi leche con chocolate? Está muy rica."
"Ahahaha, muchas gracias pero no. Tengo un gran café aquí y tengo que terminarlo."
"Ah vale. Yakkk, a mí no me gusta el café." y se volvió a su mesa y siguió hablando de mi café con su madre.

Es la primera vez que veo este niño aquí, quizás sean turistas o quizás no, no lo sé. Es lo que tiene vivir en Nueva York, nadie se fija en nadie. Nadie sabe siquiera de qué color son tus ojos. Te piden lo que sea que quieran y siguen con su vida. Nadie te pregunta cómo está tu familia o si ya nacieron los perritos bebés. Nadie sabe nada sobre nadie. Y está bien, aquí puedo vivir sin tanto peligro.

Hoy mis ojos están grises.
Hoy echo de menos todo en Balltown.

Efecto CamaleónWhere stories live. Discover now